Amor y erotismo en el "Soliloquio del conquistador"
02 ago 2015
Rosario Q. de Urquieta
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La novela del escritor, historiador y ex Presidente de Bolivia Carlos D. Mesa, "El soliloquio del Conquistador" ofrece varias ventanas por donde puede asomarse el ojo del lector. Por ejemplo ya lo hizo desde la historia (MartÃn Zelaya Sánchez), desde el guerrero mismo (Salvador Romero Ballivián); en esta oportunidad nos acercaremos al HOMBRE que desnuda su interioridad a carne viva y nos hace partÃcipes en el desandar del camino recorrido reviviendo experiencias, entre muchas otras, la del amor en su vida.
Quizá es mejor detenerme aquà antes de que comience a dudar no sólo de lo que pertenece a la eternidad, sino de mà mismo", ahà se nos muestra el hombre ya sin vitalidad fÃsica pero con una admirable fortaleza mental, buscando respuestas que lo puedan justificar y trascender más allá de la caducidad del tiempo.
En tiempo de las guerras libertarias sólo importaba el cuerpo como objeto sexual. El premio para los guerreros era un "planchazo sexual" con cualquiera de las ofrecidas: "las mujeres del emperador Atahualpa derrotado son las mismas que sentirán la piel blanca y velluda sobre sus cuerpos�Caerán en manos de capitanes de a caballo o soldados de a pie con el único derecho que da el poder, a tomarlas, humillarlas, someterlas".
La proximidad del cuerpo de Marina, que por cierto no era 90-60-90, despierta en el hombre más que deseo de posesión carnal, una euforia sensible, sentimental. "Tu cuerpo me estremeció hasta llorar. Tu cuerpo desnudo era tu alma desnuda. Un alma amorosa tanto como la mÃa". Entonces el acercamiento de los amantes brota pleno, deslumbrado. Esta iniciación en la experiencia amorosa será de cortejo y seducción, de espiritualidad y materia que motiva a la expresión erótica. En definitiva el amor termina siendo un todo armónico entre lo fÃsico-psÃquico. Y, asà se manifiesta en la relación Hernán-Marina: "Te entregaste, te despojaste de aquello que cubre tu piel, la carne y el almaÂ? el amor fue entonces pleno"
Dentro el plan temático-narrativo, al finalizar la novela se escucha una voz que dice: "Calla Hernán, deja que desmadeje mi memoria, �no hables ahora, ya has hablado� y te he escuchado con mucha atención, con infinita nostalgia y con mayor dolor�debo ser yo quien dibuje mi propia piel"; es la Malinche.
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