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Domingo 02 de agosto de 2015

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Cultural El Duende

Juan Gelman: Notas al pie

02 ago 2015

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El poema

Tal vez que lo que se intenta toda la vida es escribir un solo poema, uno solo, entonces, el poeta no sería un pequeño dios, como quería Huidobro, sino un mero buscador de la magia que siempre se da por accidente, un perseguidor que escucha una nota que sabe que no existe. Como el poeta de las tradiciones árabes, que es montado por un demonio que lo obliga a buscar en la lengua lo que la lengua niega, a encontrar la palabra que separa a la palabra del lenguaje.

Crepitaciones

¿Qué es lo que crepita en el movimiento hacia el poema? ¿Un saber, una ignorancia, un saber que ignora lo que hay que saber, una ignorancia que sabe lo que hay que ignorar?

El trabajo de la poesía

La poesía da forma al vacío para que este sea posible.

Como un niño, la poesía busca nombrar lo que no puede.

Poesía y realidad

La poesía prolonga el acto de quienes empezaron a nombrar la realidad: cada cosa, cada choque de la emoción con la extrañeza de una cosa les fue haciendo la palabra y la boca. Después de tantos millones de palabras, la palabra es todavía tiempo que nace y se desnace para nacer otra vez. Todo es afuera y la poesía revela la realidad velándola.

Poetas y América Latina

¿Qué hace un poeta latinoamericano? Lo mismo que un poeta sueco, normando o zulú: hace poesía. La poesía da cuenta de la falta en cualquier lugar del mundo. Hacer poesía es un ejercicio de coraje triste.

Cielos

Cada ciclo de poemas anuncia y cierra el que vendrá. Ahora una abeja zumba sobre mi cabeza y sé que cada ciclo fatiga el mismo camino desde el principio, de otra manera siempre. Como cuando se vuelve a los pasados de un amor, no para repetirlos, sino para explorar ternuras entrevistas, paisaje que la pasión tapió, mares que pasarían al lado de un abrazo y no se navegaron. ¿Qué caballos no entraron al viejo poema y piafan todavía? ¿Cómo saber qué luz se deshilacha, expulsada por la incierta creencia? Más fácil, con el tiempo, es percibir cómo se equivocó el poema traicionando el momento de escribirlo, como un caminante que toma el camino que no debe. ¿Qué besos dimos en lugar de otros besos? ¿Qué caricia le negó el paso a otra más honda? ¿Qué distracción cerró la puerta a qué palabras? La escucha más fina exige la destrucción del mundo.

Distancias, viajes

Con el poema hay una distancia que se desea colmar y conservar. Colmar por confianza en la palabra, conservar por la misma razón. El viaje hacia el poema es más importante que el poema. El viaje es necesario, el poema, no.

El dolor original

El sueño repite la ceremonia de la primera palabra, esa que hirió al infante desde afuera y convirtió su cuna en cuna del dolor original. Por eso la palabra del poema va hacia el recién nacer, hacia el antes de todo, hacia antes el Poder. Es la palabra más cercana al silencio del mundo. El ruiseñor de Teófilo canta en esa palabra, que es la forma más pura del dolor.

Espacios de la palabra

La palabra reinventa su vacío cada vez y nunca cierra la herida que produjo. Pero la herida hiere a la heridora y entones el vacío es tiempo, viaje del ser en lo no sido, ligereza de sombra que habrá de darse ayer. Espacio que la palabra ocupa en río, en perro, en nada, en su calcinación.

La poesía y el centro

No hay centro, todo es intemperie.

Poesía y tecnología

Ningún microchip nos convertirá la lengua en trapo. Ningún desastre lo conseguirá.

Poesía y desastres

Padecemos un tiempo anterior al sueño posible, a la humanidad posible, a su fulgor posible. Y, sin embargo, la poesía continúa. Ninguna catástrofe natural o provocada por el hombre ha podido cortar el hilo de la poesía. A pesar de los genocidas, la poesía permanece, sortea sus agujeros, el horror que no puede nombrar. El ser humano crea lenguas y hace cosas que ellas no pueden nombrar. El ser humano está dentro y fuera de la lengua. En nuestro Sur la poesía padeció discursos genocidas, tuvo que atravesarlos y no salió indemne, pero sí más rica. La poesía es un movimiento hacia el otro, busca ocupar un espacio que en el Otro no existe. Pero ¿cómo hacer olvidar a la lengua su ayer manchado de espanto? ¿Puede hacerlo? ¿No necesita acaso que haya justicia en este mundo?

Poesía y utopía

La palabra, como la utopía, es incesante emulsión de dos pérdidas -lo deseado, lo obtenido-, un paraíso que nunca se tuvo. El paraíso perdido está adelante, no atrás, y nos hace sentir la pérdida de lo que no es.

Condiciones

La condición de los poetas es frágil, no encuentra abrigo en su obra, cada momento de su obra cuestiona los demás y entonces nada sostiene a quien no tiene otro sostén que su obra. Y, sin embargo, la poesía continúa. Está cargada de más vida.

La poesía no busca el milagro, busca la materia que lo hace.

La poesía desarma los jamases del mundo.

La poesía crea otra memoria, en la que el sueño de la realidad se rehace como un sueño de la escritura.

La poesía y el otro

¿Quién es el otro en la poesía? La poesía nunca falta a la cita con sus pérdidas.

El poema y su deseo

Cada poema muere en él, renace en el siguiente, y no se apaga su deseo de alcanzar un objeto oscuro y desconocido. Cada poema es una aventura erótica, enfrenta al tiempo con lo no sucedido todavía y es una versión lujosa de la muerte.

Poema y esperanza

El poema aloja sentido en su palabra y a la vez lo desaloja: recuerda la oscuridad que mutiló su porvenir para darse una forma y está tan intacta que crea la oscuridad posterior a su palabra. Insiste en su ceguera. Es un pasado que va a ocurrir.

Poesía y circunstancia

Hay quienes oponen la que llaman poesía trascendental a la que llaman poesía circunstancial. Como si la trascendencia misma no fuera circunstancia. Toda poesía es de circunstancia, dijo Goethe hace dos siglos, y lo supieron todos los poetas que en el mundo han sido y son. La materia de esa circunstancia es la palabra, claro, que cae como piedra en el agua y crea círculos que rebasan la subjetividad entera, la palabra que da lo que no tiene, las mil caras de la realidad, las equívocas, las otras, las de piedra, las que engañan o ilusionan, y también la memoria, sus olvidos, sus sueños, la muerte, el otro, el yo como no ser. Y luego está la historia. Todo poema viene de la palabra hecha de siglos por millones que han muerto y millones que están vivos, de una vida hecha por todos y que da en la palabra como supervivencia o fuerza de existir. En cada palabra alientan los que le dieron saliva de su boca, la mojaron con amores y furias, esperanzas, desastres. Por eso la palabra no deja en libertad al que quiere apresarla. El único espacio que permite la palabra es el de su destrucción. Esas son las circunstancias del poema de circunstancias, su conciencia.

Juan Gelman Burichson. Argentina, 1930 - México DF, 2014. Traductor, poeta y periodista.

Tomado de "Líneas de fuga"

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