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Domingo 02 de agosto de 2015

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Cultural El Duende

Amor y erotismo en el "Soliloquio del conquistador"

02 ago 2015

Rosario Q. de Urquieta

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La novela del escritor, historiador y ex Presidente de Bolivia Carlos D. Mesa, "El soliloquio del Conquistador" ofrece varias ventanas por donde puede asomarse el ojo del lector. Por ejemplo ya lo hizo desde la historia (Martín Zelaya Sánchez), desde el guerrero mismo (Salvador Romero Ballivián); en esta oportunidad nos acercaremos al HOMBRE que desnuda su interioridad a carne viva y nos hace partícipes en el desandar del camino recorrido reviviendo experiencias, entre muchas otras, la del amor en su vida.

Cierto, la novela tiene como protagonista a un personaje histórico, el guerrero Hernán Cortés, figura emblemática de la conquista de México y futuro Marqués.

Al margen del innegable interés que despierta en la novela el relato de las acciones y hechos históricos -datos apoyados en registros documentales sobre las luchas por la independencia de Latino América- emprendidos por Hernán Cortés; nos sobrecoge la historia del HOMBRE, del pensador, del soñador y amante que vive intensamente sus sentimientos, su nostalgia, su angustia, soledad, dudas e incertidumbres.

En un momento culminante de reflexión, él se cuestionará la razón o la sinrazón de las acciones que emprendió, tal vez en obediencia a misteriosos mandatos: "¿Por qué tantas muertes sin sentido?...

Quizá es mejor detenerme aquí antes de que comience a dudar no sólo de lo que pertenece a la eternidad, sino de mí mismo", ahí se nos muestra el hombre ya sin vitalidad física pero con una admirable fortaleza mental, buscando respuestas que lo puedan justificar y trascender más allá de la caducidad del tiempo.

Hernán Cortés, una vida tan intensa en la lucha bélica como en la del amor. Hombre ahíto de pasión amorosa. Estamos cerca de esta pasión a través del recuerdo de lo amado por ambos protagonistas: hombre y mujer. Entonces, la memoria desanda el camino. Ella dice: "�en el minuto en que recibí tu cuerpo y te abracé sentí que eras otro, no el dios Quetzalcóatl, no el jefe tonante, no el guerrero implacable, sino el hombre". Así cuerpo y espíritu a través de la memoria fluyen apasionados al "revivirse" en la huella profunda, inefable que ha dejado el amor en sus vidas para toda la vida.

Después de tanta equivocación como acierto, Cortés sólo encontrará compensación a su desasosiego en ese amor. Su amor se llama Malinche: "sabes que me perdían y aún me pierden las mujeres, pero yo solo me perdí en ti. Créelo.", le confesará el amante a su amada.

Las remembranzas de Cortés no transmiten sensación de acabamiento, sino de plenitud en un sin número de manifestaciones que evoca en su soliloquio. El recuerdo, en las múltiples casillas de la memoria, le da la posibilidad de desandar con pasión, reverencia y respeto aquella gran vivencia que fue su experiencia amatoria.

Sin embargo que, inevitablemente, debe recordar hechos de violencia, estos no están impregnados de odio sino de serenidad. De aquella calma que instala el amor. Este estado psíquico mental al ser de complacencia lo es también, de transformación.

Veamos: en el cap. IV, encabezado con los versos de "Amor ausente" de Francisco de Quevedo, Cortés hace reminiscencia a ese gran, único e inolvidable momento en que conoce a Malintzin, Marina, Malinche -símbolo contradictorio del mestizaje y de la lengua- cuando en Tabasco el jefe le regala veinte mujeres y entre ellas a la Malinche: "Te había deseado desde que te distinguí� Deseé desde el primer instante morderte los labios carnosos y abrazar tu talle". La evocación de esta primera imagen del cuerpo de la amada es de un delicado erotismo. La descripción de la presencia del fascinante cuerpo femenino dota a la narración de una especial particularidad erótica alejada de la concepción del eros civilizado, absolutamente mimético, independiente de la observación íntima del acto amoroso.

Ya lo dijo Platón: "Ante la belleza sensible el hombre se pone de cuatro patas y actúa como bestia, pero también puede desplazar sus alas y es la ascensión espiritual del amor"

La concepción erótica en el tiempo de Cortés está distante de la actual civilización erótica intoxicada, que se difunde desde el afiche callejero, cine, literatura, música que marcha tomada de la mano con el desarrollo de la tecnología. En el actual desajuste patológico de la psique, la crisis del amor es evidente. Hoy, no hay espacio para la ternura en la exaltación erótica del sexo.

En tiempo de las guerras libertarias sólo importaba el cuerpo como objeto sexual. El premio para los guerreros era un "planchazo sexual" con cualquiera de las ofrecidas: "las mujeres del emperador Atahualpa derrotado son las mismas que sentirán la piel blanca y velluda sobre sus cuerpos�Caerán en manos de capitanes de a caballo o soldados de a pie con el único derecho que da el poder, a tomarlas, humillarlas, someterlas".

Qué diferentes son las sensaciones que vive Cortés al verla desnuda a su amada: "Me acerqué y te despojé del huipil. ¿Lo hice con ternura? Ahora que lo recuerdo pienso que sí. Extraño. La ternura no me era demasiado conocida. Te vi desnuda."

La proximidad del cuerpo de Marina, que por cierto no era 90-60-90, despierta en el hombre más que deseo de posesión carnal, una euforia sensible, sentimental. "Tu cuerpo me estremeció hasta llorar. Tu cuerpo desnudo era tu alma desnuda. Un alma amorosa tanto como la mía". Entonces el acercamiento de los amantes brota pleno, deslumbrado. Esta iniciación en la experiencia amorosa será de cortejo y seducción, de espiritualidad y materia que motiva a la expresión erótica. En definitiva el amor termina siendo un todo armónico entre lo físico-psíquico. Y, así se manifiesta en la relación Hernán-Marina: "Te entregaste, te despojaste de aquello que cubre tu piel, la carne y el alma� el amor fue entonces pleno"

"Hice con la espada y con tu amor un mundo totalmente nuevo ...ni mejor ni peor que el que conocí en Tenochtitlan, simplemente diferente", dice Cortés confirmando lo que pudo en él el amor de la malinche, mexica, mujer con alma.

En un acápite de la novela, Hernán Cortés dice que pondrá paños fríos a la historia o lo que es lo mismo, en su soliloquio será objetivo con relación a los hechos que narra como protagonista en las luchas de conquista y que, sólo en la remembranza de lo vivido con el amor de la Malinche, será apasionado. Y quizá entierre en el olvido aquellas decisiones suyas que le causen pena y hasta arrepentimiento.

Dentro el plan temático-narrativo, al finalizar la novela se escucha una voz que dice: "Calla Hernán, deja que desmadeje mi memoria, �no hables ahora, ya has hablado� y te he escuchado con mucha atención, con infinita nostalgia y con mayor dolor�debo ser yo quien dibuje mi propia piel"; es la Malinche.

Ella pide la legitimidad de su discurso, la libertad de expresión. Como es sabido, ellas, las mujeres carecían del lenguaje-voz capaz de liberarlas. A lo largo del discurso que ella tiene, se percibe la idea que no es sino la certeza de que ELLA tuvo una misión en el tiempo en el cual se funden pasado, presente y futuro como una identidad tanto de fuerza destructiva como transformadora: tantas cosas construidas,, destruyeron otras tantas. La unión de dos sangres: la mexica y la española fue un legado para la historia venidera. Con el nacimiento de Martín (hijo de Cortés y la Malinche) nacieron millones de una nueva raza.

Es de una admirable fuerza el reclamo que la Malinche le hace a Cortés por haberla privado de su derecho a la elección o decisión, cuando él la obliga a casarse con Jaramillo: "¿Por qué no me lo preguntaste Hernán?�Hiciste conmigo como si aún fuese una esclava� Me quemaste de alma y de cuerpo", termina de hablar la Malinche y en el conquistador sólo hay remordimientos, arrepentimientos: "No me mires ahora porque lloro como lloré en mi derrota". Su última confesión dirá: "desgranaré la memoria y allí estarás tú, en el primer lugar de mis recuerdos".

"El soliloquio del conquistador", a través de un lenguaje de fina poesía, es también una bellísima historia que protagonizan el amor y el erotismo.

Rosario Quiroga de Urquieta. Cochabamba, 1948.

Profesora, narradora y ensayista boliviana

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