—también lo hueco era pretexto y contradicción tan solo—,
el sueño fue breve y, antes de que rebosara,
a los dos —cada uno ya solo—
los espumó la misma cuchara.
No hay muerte que no lleve a la cuchara,
ni amor que, vaciado,
no sufra por cucharas o tiemble en la cuchara,
y gire, en torno a qué, porque todo
lo de cucharas gira siempre en torno a cucharas.
Quédate cuchara, vete.
A quien, cuchara, adónde la cuchara lleva.
Quién me revuelve, me revuelve adónde.
Una y otra vez a quién rasura.
Quédate cuchara, vete... y no me digas adónde.
Aprendes cucharas a separar,
no puedes evitar ya los cajones,
usas la cuchara y te haces ilusiones,
finges ser metal, pones buena cara
y oyes al vecino sin escuchar,
pero cuchara yace contra cuchara.
Canción infantil
¿Quién ríe, se ha reído?
Pues sí que se ha lucido.
Se ríe y han creído
que su razón ha habido.
¿Quién llora o ha llorado?
Llorar se ha terminado.
Si llora, por sentado,
que hay algo que ha ocultado.
¿Quién habla o se ha callado?
Si calla es denunciado.
Y si habla, ha silenciado
por qué al final ha hablado.
¿Quién juega tan temprano?
Si juega será en vano,
Ya se quemó la mano
con ese juego insano.
¿Quién muere, quién se ha muerto?
Quien muere, llega a puerto.
Si muere, ten por cierto,
que el caso queda abierto.
Cambio
De pronto estaban aquí las cerezas,
aunque se me había olvidado
que había cerezas,
e hice proclamar que nunca hubo cerezas...
estaban aquí, de pronto y caras.
Cayeron ciruelas y me dieron a mí.
Pero si alguien cree
que yo cambio
porque algo me caiga encima,
es que nunca le han caído cerezas.
Sólo cuando me pusieron avellanas en los zapatos
y tuve que correr,
porque los niños querían lo de dentro
grité pidiendo cerezas, quise que me cayeran
encima ciruelas... y cambié un poquito.
Inundación
Esperamos que cese la lluvia,
aunque nos hemos acostumbrado
a permanecer invisibles, tras la cortina.
La cuchara es colador ahora y nadie se atreve ya
a extender la mano.
Muchas cosas flotan por las calles,
cosas bien escondidas en tiempo seco.
¡Qué penoso ver las sábanas usadas del vecino!
Vamos a menudo al indicador de nivel
y comparamos, como relojes, nuestras cuitas.
Algunas cosas pueden regularse.
Pero cuando los aljibes se desborden y se colme la medida que heredamos
tendremos que ponernos a rezar.
El sótano está sumergido, hemos subido las cajas
y comprobamos con la lista el contenido.
Todavía no se ha perdido nada...
Como es seguro que las aguas bajarán pronto
hemos empezado a coser sombrillitas.
Será muy duro volver a cruzar la plaza,
claramente, con sombra de plomo.
Al principio echaremos de menos la cortina
y bajaremos al sótano a menudo
para contemplar la marca
que las aguas nos legaron.
Sustento de profetas
Cuando la langosta invadió nuestra ciudad,
no traían ya la leche a casa y el periódico se asfixiaba,
abrieron las cárceles y soltaron a los profetas.
Entonces recorrieron las calles los 3.800 profetas.
Podían hablar impunemente y alimentarse a placer
de aquel fiambre saltarín y gris que llamábamos plaga.
Qué otra cosa se hubiera podido esperar...
Pronto volvieron a traernos la leche, el periódico respiró
y los profetas llenaron las cárceles.
Fuente: LA PATRIA
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