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Domingo 14 de julio de 2019

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Revista Dominical

Los amigos imaginarios

14 jul 2019

Víctor Montoya - Escritor

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"¿Es normal que los niños tengan amiguitos secretos?", me preguntó una madre, refiriéndose a los amigos imaginarios de sus hijos. "Es normal", le contesté, "no hay por qué preocuparse". Lo cierto es que la mayoría de los niños, que se encuentran en edad preescolar, suelen tener uno o más amigos imaginarios, quienes forman parte de lo que se denomina en psicología infantil "juegos simbólicos", en los cuales los niños representan, por medio de la manipulación de símbolos y el animismo, no sólo el mundo adulto, sino también el de los personajes ficticios, a quienes les asignan un papel tutelar o lúdico en sus actividades de esparcimiento.

Se entiende que el amigo imaginario es alguien que no existe en la realidad, pero que los niños vivencian como si fuera real. El amigo imaginario puede ser de distinta naturaleza y puede "tomar la forma" de una persona, animal o cosa. En ocasiones, puede ser un objeto no ficticio, como un peluche, una muñeca u otro juguete, con el que los niños, luego de fantasear un espacio determinado dentro o fuera de la casa, juegan, conversan, discuten y hasta pelean.

Se entiende que el amigo imaginario es alguien que no existe en la realidad, pero que los niños vivencian como si fuera real. El amigo imaginario puede ser de distinta naturaleza y puede "tomar la forma" de una persona, animal o cosa. En ocasiones, puede ser un objeto no ficticio, como un peluche, una muñeca u otro juguete, con el que los niños, luego de fantasear un espacio determinado dentro o fuera de la casa, juegan, conversan, discuten y hasta pelean.

En la etapa o "estadio pre-operacional", según las teorías evolutivas y cognitivas de Jean Piaget, los niños, aproximadamente entre dos y siete años de edad, son los que tienden a crear, con más facilidad e inventiva, a los amigos imaginarios, ya que son capaces de entender, representar, recordar y crear imágenes de objetos en sus mentes sin tenerlos frente a ellos. La mayoría de los niños, independientemente de su origen social, racial o cultural, imaginan amigos invisibles; algunas veces, inspirados en personas del ámbito real y, otras, inspirados en personajes ficticios como son los superhéroes.

Algunos investigadores afirman que dos de cada tres niños tienen amigos imaginarios y que es más frecuente en quienes son primogénitos o hijos únicos. Lo que implica que el amigo imaginario es fruto de la soledad que sienten los niños en un ambiente rodeado de adultos, aunque es evidente que existen también niños que juegan o hablan con su amigo imaginario y que no son hijos únicos ni sienten la necesidad de llenar con ellos la ausencia de otros niños en su entorno social.

Lo peor es creer que los niños que tienen amigos imaginarios son casos clínicos, que deben ser tratados por psicólogos o pediatras, al menos, así se pensaba antes de que se estudiara detenidamente la conducta psicosocial y el proceso mental de la infancia. En la actualidad, los expertos manifiestan que la invención de amigos imaginarios no es un fenómeno patológico ni problemático, sino algo normal en la vida de la mayoría de los niños y que los padres no tienen por qué alarmarse. Incluso hay estudios que afirman que la invención de amigos imaginarios es un fenómeno recurrente en los niños más sensibles, con mayor imaginación y fantasía. Se dice también que los niños, que tuvieron amigos imaginarios en la infancia, son más creativos en la adolescencia y hasta puede llegar a desarrollar actividades artísticas con mayor facilidad que el resto de sus compañeros.

Los niños, tanto en su vida real como en sus juegos, pueden hacer alarde de personajes y situaciones imaginativas, no pocas veces delirantes, en vista de que su percepción cognitiva del mundo que le rodea se diferencia del pensamiento lógico y racional de los adultos, quienes, con frecuencia y quizás de manera involuntaria, olvidan que los niños tienen su propio mundo hecho de ilusiones y fantasías.

Los adultos no siempre comprenden el "pensamiento mágico" de los niños y, por lo tanto, no siempre comprenden que pueden existir amigos imaginarios, aunque estos personajes ficticios no sólo abundan en la imaginación de los niños, sino también de los adultos, quienes, a veces, hablan en solitario imaginando que tienen un interlocutor válido delante de sus ojos. De modo que los amigos imaginarios forman parte de la fantasía de todos los individuos que tienen la necesidad de compartir sus ideas con alguien que no está presente de un modo físico, pero sí de un modo imaginado, como si de veras estuviera presente en el momento que se lo convoca.

Cuando se observa el juego de los niños, que se desarrolla casi siempre en un escenario creado por la fantasía, se advierte que su imaginación no conoce límites espaciales ni temporales. El escenario donde se ejecutan las acciones, en compañía de los amigos imaginarios, existe sólo en la mente de quienes determinan, además, el rol que desempeñarán cada uno de ellos mientras dure el juego, debido a que esta etapa está marcada por el egocentrismo, basada en el "mí", "mío" y "yo", lo que significa que los niños tienen dificultad en considerar el punto de vista de los demás.

La invención de los amigos imaginarios, aparte de ser una suerte de experimento lúdico en la actividad de los niños, es la mejor manera de poner a prueba el poder de la fantasía, capaz de romper con los formalismos lógicos y hacer trizas el racionalismo de quienes ponen en duda el "pensamiento mágico" del mundo infantil, donde los sujetos y objetos inanimados cobran vida como por arte de magia. Esto demuestra que una de las principales características de los infantes es su capacidad de crear juegos con los recursos propios de la imaginación, que no es una facultad adquirida sino innata en los seres humanos.

Si los adultos no fantasean con un amigo imaginario, no al menos en presencia de sus amigos del mundo real, es por el temor a que los tilden de perturbados mentales o desquiciados psíquicos. Lo mismo le ocurre cuando les llama la atención algún libro de la literatura infantil. Si lo leen, lo hacen a hurtadillas por el temor a ser descubiertos por otros adultos, que los tratarían como personas inmaduras o proclives al infantilismo.

Sin embargo, esto no ocurre cuando observamos que los niños introducen en sus juegos a los sujetos del mundo adulto, imitando a las personas o animales en su forma de comportarse y relacionarse con sus semejantes. El niño puede jugar a ser médico, como la niña puede jugar a ser paciente, lo mismo que la niña puede imitar el rol de una maestra y el niño el rol de un alumno. Tal vez por eso Sigmund Freud, estudiando este fenómeno desde la perspectiva psicoanalítica, afirmó que el niño, en su deseo de ser adulto, imita en el juego lo que de la vida de los mayores ha llegado a conocer; en cambio el adulto, a diferencia del niño, se avergüenza de sus fantasías y las oculta a los demás, porque las considera elucubraciones muy personales e íntimas, y que, en rigor, no tiene por qué comunicárselas a otros.

Por otro lado, los amigos imaginarios, que nacen y se desarrollan en la fantasía de los niños de manera espontánea e inconsciente, les sirven no sólo para divertirse con ellos, sino también para compartir sus preocupaciones, frustraciones, angustias, temores y traumas. A veces, les atribuyen a ellos sus propios sentimientos negativos, usándolos como "chivos expiatorios". No es casual, por ejemplo, que los niños "ensayen" con un amigo imaginario una situación que les provoca ansiedad, como cuando saben que tienen que ir al dentista o tienen que dormir solos en un cuarto oscuro.

Asimismo, los amigos imaginarios surgen como respuestas a las idealizaciones e ideas positivas. Junto a estos personajes tienen espacio para satisfacer algunas necesidades que no se les brinda en su entorno habitual. En tales circunstancias, sobre todo cuando hay carencias afectivas, los niños tienen la necesidad de inventarse amigos imaginarios para realizar a través de ellos sus anhelos y deseos. De ahí que algunos psicólogos recomiendan a los padres entender las conversaciones que los niños sostienen con sus amigos imaginarios, porque a través de estas pueden revelarse los sentimientos que anidan en su fuero interno.

Los niños se comunican con ellos como si estuvieran presentes en el espacio físico donde se desarrolla el juego. Hablan con ellos como si tuviesen voz y vida propias, aunque sólo se trate de un soliloquio en el plano real. Los niños intercambian ideas y experiencias con sus amigos imaginarios durante el proceso del juego, como cuando un escritor, mientras escribe sus cuentos, novelas o piezas de teatro, conversa con los personajes ficticios de su creación, a quienes puede darles y quitarles la vida con el golpe de la imaginación. Los lectores, como los niños que crean amigos imaginarios, pueden sentir también la presencia de los personajes ficticios mientras leen una obra literaria.

Los niños dicen que se imaginan amigos por el puro placer que sienten. Les encanta la fantasía. Estos niños gozan de la interacción social, de modo que si no pueden encontrar a un compañero de juegos en la realidad, se inventan uno. Los amigos imaginarios suelen acompañarlos, sin pedirles nada a cambio, en sus momentos de soledad y necesidad existencial. De ahí que los niños que son hijos únicos, a tiempo de empezar un determinado juego, suelen tener la necesidad de buscarse amigos imaginarios, para sustituir la ausencia de una hermana o un hermano.

Sin embargo, esto no implica que estos niños, que juegan con amigos imaginarios en casa, estén incapacitados para participar en los juegos de socialización, que se desarrollan en los jardines de infantes o las escuelas de educación primaria, habida cuenta de que los niños, de un modo general, prefieren jugar con sus amigos reales, no sólo porque hay más variedades de roles que se asignan en el juego, sino también porque el juego compartido con otros niños tiene varios beneficios para su desarrollo integral, ya que a través del juego aprenden a relacionarse con sus semejantes; aprenden, por ejemplo, a ceder, a cooperar, a ser compañeros y a ponerse en distintos roles, mientras dura el proceso del juego. Por esta razón, es imprescindible que jueguen con niños reales, para que se hagan conscientes que no siempre el "malo" es "malo" y el "bueno" es "bueno"; en cambio, si juegan siempre con sus amigos imaginarios, no tendrán posibilidad de intercambiar roles y no asimilarán los valores humanos útiles para relacionarse con sus semejantes en una colectividad donde todos individuos son iguales pero a la vez diferentes.

Los adultos, ya sea en el plano familiar o escolar, deben considerar que los amigos imaginarios, que aparecen en la mente de los niños durante el proceso del juego, se van tal como llegaron. Además, siguiendo las teorías de Jean Piaget, los amigos imaginarios suelen desaparecer cuando los niños se encuentran en el "estadio de las operaciones concretas", entre los siete y los doce años de edad, porque su desarrollo emocional, lingüístico e intelectual le permite diferenciar la realidad de la fantasía.

Más adelante, a partir de los doce años de edad, los niños ya no tienen dificultades en aplicar sus conocimientos o habilidades, adquiridos en situaciones concretas, a situaciones abstractas. De acuerdo a las teorías de Piaget, en el "estadio de las operaciones formales", los niños tienen la capacidad para resolver problemas abstractos a través de razonamientos lógicos.

Entonces queda claro que los amigos imaginarios, que aparecen en "estadio pre-operacional" del desarrollo cognitivo, en el que los niños no comprenden la lógica concreta ni pueden manipular mentalmente la información abstracta, desaparecen automáticamente cuando ingresan a otra etapa de su desarrollo intelectual, al denominado "estadio de las operaciones formales", porque dejan de tener un "pensamiento mágico" y pasan a tener un pensamiento más lógico y racional como la de cualquier adulto.

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