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Domingo 12 de mayo de 2019

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Revista Dominical

Otro inicio de Medinaceli

12 may 2019

Por: Juan José Toro Montoya - Presidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP)

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Esta historia comienza con un final, la muerte de Carlos Medinaceli Quintana.

El médico que revisó su cadáver, Alfredo Lublin, lo encontró barbado y desnutrido. Había fallecido en La Paz en la madrugada del 12 de mayo de 1949, cuando el invierno se anuncia feroz, pero el facultativo no se hizo demasiados problemas y puso las 06:00 como hora de la muerte. El diagnóstico revelaba que el alcohol lo había empujado a la muerte: insuficiencia hepática.

Enterrarlo fue un trámite en el que se mezcló el dolor con la vergüenza.

"Como a viejo servidor de la enseñanza correspondíale una capilla ardiente en el salón de actos públicos del Ministerio de Educación, cuyas puertas se mantuvieron herméticamente cerradas, esta vez, contra todo lo estatuido y acostumbrado -protestó Armando Alba-. Se llamó inútilmente la atención de los principales funcionarios del Senado Nacional para ver que se erija la capilla en el hall del Legislativo. A punto de ser depositado el cadáver en domicilio particular o en la morgue, con buen juicio don Luis Nardín Rivas, Alcalde Municipal, rindió el último homenaje al escritor en la ´casa del pueblo´".

"Como a viejo servidor de la enseñanza correspondíale una capilla ardiente en el salón de actos públicos del Ministerio de Educación, cuyas puertas se mantuvieron herméticamente cerradas, esta vez, contra todo lo estatuido y acostumbrado -protestó Armando Alba-. Se llamó inútilmente la atención de los principales funcionarios del Senado Nacional para ver que se erija la capilla en el hall del Legislativo. A punto de ser depositado el cadáver en domicilio particular o en la morgue, con buen juicio don Luis Nardín Rivas, Alcalde Municipal, rindió el último homenaje al escritor en la ´casa del pueblo´".

Lo enterraron en una tumba cuya ubicación no conoceremos porque, con el paso del tiempo, sus familiares sacaron sus restos y los llevaron a otro lado, juntándolos con los de su madre, Carmen Quintana. Estaban en un mausoleo desconocido y, pese a que existía el dato de su ubicación exacta, nunca pudieron ser encontrados.

La razón para ello era sencilla: la tumba estaba en la parte alta del mausoleo, donde una precaria plataforma de cemento, que hace las veces de pasillo, tapa la vista de las lápidas a todos quienes están abajo.

El único que logró encontrar la tumba fue Guimer Zambrana Salas, un periodista que conoce el cementerio de La Paz debido a que va a visitar periódicamente la tumba de su hija y, en ese afán, comenzó a recopilar datos sobre los personajes ilustres que descansan en ese camposanto.

Confirmó todas las sospechas: la tumba estaba olvidada y con claras señas de que nadie la visitaba en meses, tal vez años.

Fue el inicio de una campaña para la recuperación de los restos que alternó publicaciones en Ecos, El Potosí y Correo del Sur e insistencia a través de la radio Kollasuyo.

El gobernador de Potosí, Juan Carlos Cejas, recogió el reto e instruyó a la responsable de la Gestoría en la Paz, Carla Mendieta, que pida informes sobre la ubicación de la tumba y de esa manera se supo que esta se encontraba a nombre de Waldo Medinaceli pero sus hijos habían iniciado trámites para cambio de nombre hacía algunos años. La persona que los realizaba se llamaba Carlos Eduardo Medinaceli Flores. Fue la pista que condujo hacia la recuperación de los restos.

Medinaceli Flores fue ubicado por gestiones directas de Cejas ante el Servicio del Registro Cívico (Serecí) y la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel). La gestora se comunicó con él pero, al ver que existía cierta reticencia de su parte, el tema fue encomendado al secretario de coordinación general de la Gobernación de Potosí, José Luis Barrios.

Cuando se recibió la información de la administración del Cementerio de La Paz se confirmó que los trámites para el cambio de nombre estaban interrumpidos, así que el uso del nicho en el que se encontraba Medinaceli había acumulado una deuda que fácilmente superaba los 10.000 bolivianos.

De la revisión de la documentación se establece que la primera persona responsable de los restos fue su hermano Waldo Medinaceli, a quien se reconoce como el albacea del escritor, pero, a la muerte de este, en 1974, los hijos realizaron trámites para que su tumba esté junto a la de su hermano. Se tramitó dos nichos a perpetuidad y en uno fue colocado Waldo. Al lado no solo fueron depositados los restos de Carlos Medinaceli sino también los de su madre, Carmen Quintana.

De inicio, don Carlos Eduardo expresó su total predisposición a autorizar el traslado de los restos de su tío, pero, como el gobernador de Potosí se movía con una rapidez impensable en un servidor público, confesó que se sentía presionado.

Eran los días en los que Juan Carlos Cejas creía que el traslado iba a fracasar. Viajó personalmente a La Paz a hablar con Medinaceli Flores, pero, finalmente, debió resignarse a que sea él quien complete los trámites, a su propio ritmo. Una vez que los nichos estuvieron inscritos a nombre de los herederos de Waldo Medinaceli, estos transfirieron los derechos sobre el de Carlos y su madre a la Gobernación de Potosí.

El día en que se produjo la exhumación, Barrios, que fue comisionado para llevar los restos a Potosí, le pidió al capellán del cementerio que adelante la misa porque había rumores de que alguna gente se organizaba en La Paz para impedirlo. Cuando los restos ya estaban en el vehículo, el secretario creyó ver movimiento de gente rumbo al camposanto.

Si de verdad hubo alguna organización para evitar que los restos de Carlos Medinaceli, y los de su madre, salgan del cementerio de La Paz, ese es un dato que no puede confirmarse. Lo que sí se sabe, al momento de escribir estas líneas, es que mucha gente de la sede de gobierno se molestó por lo ocurrido.

Sin enfado, pero con ironía, Mariano Baptista llegó a comentar que los restos fueron llevados a Potosí en una "operación comando". Los trámites comenzaron el 28 de enero y culminaron menos de un mes después, el 22 de febrero de 2019.

Carlos Medinaceli y su madre ingresaron oficialmente a Potosí el 25 de febrero de 2019, en medio de ceremonias y homenajes que pasarán a la historia tanto o más que el día en que fueron repatriados los restos de Ricardo Jaimes Freire.

Las urnas recorrieron la ciudad, desde la zona baja hasta la catedral, seguidas de un impresionante cortejo fúnebre y de homenaje. No fue un final sino todo lo contrario� otro inicio.

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