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Domingo 21 de abril de 2019

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Cultural El Duende

La racionalización del amor

21 abr 2019

Victoriano García

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Le ha tocado el turno en esta hora de elevarse a las normas racionales a la racionalización del amor. El tema está lleno de dificultades. No son éstas justamente las que vienen de afuera. Todo lo que sea prejuicios injustificados deben desaparecer, pero la complejidad radica en la propia naturaleza del problema. El simple empleo de medidas legislativas y coactivas sería peligroso.

El aparato científico traducido en leyes puede pretender limpiar el sentimiento del amor de prejuicios y evitar derivaciones sociales por efecto de estados patológicos, pero deberá procederse con mucho tacto para no correr entre otros, el riesgo de ahogar la parte espiritual de la relación sexual y amorosa, no dejando en pie sino la zona física del placer con garantías de impunidad.

De un extremo puede caerse en otro. Por eso la materia es delicada. Esto aparte de otras consideraciones. Un ilustre escritor sostenía que el hombre sano era generalmente un idiota, lo que equivale a decir que el genio es casi siempre un enfermo. Actuando en el sentido de ciertas tendencias, exageradamente parece pretenderse alcanzar un tipo de Humanidad en que los hombres fueran algo así como hombres en serie, sin altos ni bajos, modo de realizar la fórmula igualitaria hasta en lo que se refiere a la naturaleza humana o materia prima en este caso.

De un extremo puede caerse en otro. Por eso la materia es delicada. Esto aparte de otras consideraciones. Un ilustre escritor sostenía que el hombre sano era generalmente un idiota, lo que equivale a decir que el genio es casi siempre un enfermo. Actuando en el sentido de ciertas tendencias, exageradamente parece pretenderse alcanzar un tipo de Humanidad en que los hombres fueran algo así como hombres en serie, sin altos ni bajos, modo de realizar la fórmula igualitaria hasta en lo que se refiere a la naturaleza humana o materia prima en este caso.

Con excesivos cuidados sanitarios, con extremos en la vigilancia en el amor y la eugenesia, se podría dar el intento de un tono gris a la Humanidad. Claro que no llegaría totalmente, porque la Naturaleza suele sustraerse a la voluntad de los hombres; pero, en fin, se tendería a eso por lo menos.

Ahora bien; ¿qué sería mejor: una Humanidad con variaciones individuales que logran rasgos geniales o una Humanidad gris en que los hombres, exterior o interiormente, procuraran realizar el mismo tipo uniforme?

Ante todo habría que resolver previamente lo que debe la sociedad a la acción individual de los hombres geniales y qué a la colaboración anónima de las masas.

Tampoco creemos que esté resuelta de un modo claro la relación entre la enfermedad y el genio, aunque los hechos, en muchos casos, confirmen esa conexión entre el genio y la anormalidad fisiológica.

Con tales dificultades resulta delicado pretender corregir a la Naturaleza no sólo desde el punto de vista de la sociedad, sino del individuo, porque no se podría sostener que la sociedad no debe beneficiarse del talento del individuo cuando éste, por su anormalidad, ha podido vivir menos o vivir peor, ya que, después de todo, no siendo el hombre inmortal, no preferirá alargar su vida vegetativa como un buen animal fisiológico a cambio de vivir menos y dejar una honda huella en la sociedad.

Nos parece, pues, que todas esas vigilancias y preocupaciones más o menos científicas sobre el amor y la eugenesia pueden ser plausibles hasta ciertos límites muy restringidos en cuanto se pise terreno firme y no se sigan puras divagaciones; pero se suele caer en extremos contrarios y viciosos por el hecho de no ver en el hombre más que un ser fisiológico, criterio exclusivista que podría disculparse en la Medicina, pero no en la Sociología.

Deben estudiarse, pues, y tratarse estos temas con gran elevación, sin exageraciones frívolas ni excesivos optimismos.

FASES DEL AMOR

Son claras las etapas o fases del amor y no parece que pueda establecerse una relación de igualdad tratándose del mismo sentimiento que encadena a dos seres entre la fase pasional, explosiva, brillante de la juventud -juventud de sentimientos y juventud física- y la fase menos apagada, pero aún intensa por la atracción sexual en la plenitud de la edad, y, por último, la fase de ternura, de valores morales con todo género de sacrificios y abnegaciones de la edad postrera, donde ya predominan los recuerdos sobre las esperanzas, pero contienen un valor espiritual superior al de la primera etapa.

¿Podría decir nadie que no es amor ese sentimiento último que atrae a dos seres de distinto sexo que han recorrido juntos el camino de la vida y que sabe inspirar tanta generosidad y tanta ternura y podría, sin embargo, sostenerse que se parece algo ese sentimiento al que ha unido los mismos seres en el comienzo del proceso amoroso?

La idealidad en el amor es algo que se da a priori o a posteriori, antes o después, que va unida a la esperanza o al recuerdo. Pero acaso todavía más al recuerdo. Sólo en estas horas últimas el amor se desprende de su raíz carnal y física y se espiritualiza. En el amor de la esperanza, como hemos indicado, hay también idealidad, pero en menor grado; es la exaltación del objeto amado; pero, en definitiva, se parte del anhelo de posesión.

La falta de posesión en el amor frustrado puede mantener la exaltación lírica y la idealidad, pero es una contrapartida y descarga espiritual de lo que en parte debía dirigirse a una acción puramente física. Como no se puede prescindir de esa alusión al mundo físico, creemos más depurado el amor tras de la posesión, el amor que se purifica y acrecienta en sus valores morales, aunque ello parezca paradójico, después de la posesión.

Porque siendo, en definitiva, el amor un sentimiento que liga y encadena a los seres, se hace comprensible que el amor que ha pasado por el acto físico de la posesión, si además ha tenido el florecimiento de la descendencia, lo que de él subsista será un residuo puramente espiritual. El hecho de que en la mayoría de los casos se extinga en la posesión, no quiere decir que deba ser tal su naturaleza efímera.

Advertimos que en muchos casos, el amor resiste la prueba de la posesión, y aun se siente fortalecido hasta el punto de convertirse en una fuerza espiritual capaz de todos los sacrificios y todas las generosidades. Y este tipo de amor es el que debemos tomar como normal y humano, ya que es el más positivo y constituye una fuerza en el hombre que le ayuda a realizar su misión en la sociedad. El hecho de que otro género de amores perezcan en la prueba de la posesión física sólo quiere decir que se frustraron en su desarrollo total por incapacidad temperamental del amante o por insuficiencia de sugestión del amado.

Con lo que no estamos conformes es con que sea tan sólo el amor poesía y no realidad. Es realidad y basta con que lo sea en una serie de caos, aunque no lo fuera en todos. Tampoco es necesario tomar como casos tipos de los amores frustrados que se convierten en grandes temas literarios como son todos los de los grandes amadores, puramente líricos.

Precisamente los más típicos son los cotidianos y anónimos que, habiendo pasado por la posesión, resisten el paso del tiempo y son capaces de todos los sacrificios sin ninguna esperanza de nuevas satisfacciones físicas.

Nosotros no diremos que haya momentos en el amor que no sean totalmente espirituales, pero creemos que a ellos no se llega sin una alusión a un pretexto físico. El mecanismo físico de la atracción sexual juega, pues, un papel importante en el proceso amoroso. Aún el amor hecho de renuncia a la posesión física es también una alusión a ello y puede convertirse en un tema literario, pero falso si falta el aliento de la pasión, la nota que imprima el sello de la verdad y de la vida.

Una vez más insistiremos en el distinto papel de los dos sexos en el amor. En términos generales, podríamos decir que el hombre acaba cuando la mujer comienza. La posesión determina casi siempre en el hombre un quebranto de la pasión, en tanto que en la mujer parece ser el principio del proceso pasional.

Muchos factores entran en juego en esta exaltación femenina que determina la posesión física. El más importante es, sin duda, la justificación y de sus preferencias y el deseo de retener el amor del varón por otra parte, esa diferencia en los caminos psicológicos del amor deriva también del distinto papel que cada uno juega en la función fisiológica, ya que en el hombre termina cuando en la mujer empieza.

Otro de los aspectos de este asunto es el que se refiere a la capacidad para tratar este tema.

Hay quien cree que sólo puede entender al contrario, estima que la pasión quita conocimiento y, por tanto, no está el enamorado en condiciones de definir el amor. En realidad aparece que cada uno puede aportar distintos puntos de vista. El que sienta el amor puede presentar una cosa de vitalidad curioso como ejemplo que sirva al hombre reflexivo para discurrir sobre él, pero sólo el hombre que reflexiona sobre los distintos tipos de amor vividos está en condiciones de extraer y deducir, de la multiplicidad de casos, normas generales.

Victoriano García Martí. España, 1881-1966. Escritor, abogado,

sociólogo y ensayista.

De: "Ensayos- El Amor", 1950

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