Empiezo estas lÃneas refiriendo algo nada agradable, para comparar una forma cruenta de salvar la vida con una forma en el lenguaje, no agresiva, más bien suave, que sirve para destruir el idioma.
El más horrible acortamiento, sin embargo, verificamos en el habla de locutores y polÃticos descuidados en su oratoria. Empiezan la oración con el infinitivo del verbo, sin utilizar ningún sujeto, dejando en perplejidad al entendimiento. Por ejemplo, con: "Decir que tendrán aumento de salarioÂ?". No sabemos si la expresión correcta es: "Yo quiero decirÂ?", "Mi opositor desea decirÂ?", "Una burla es decir que tendrán aumento"Â? Mucho más lejos está lo sucedido en televisión: Cuando pidieron la opinión sobre la guerra de Irak, el principal comentarista de un canal estadounidense empezó con: "DecirÂ? de que las tropas".
Una literatura superlativa es la que suprime lo innecesario, y quizás por esto aparece hogaño un estilo parsimonioso literario y periodÃstico en el que cunde la necesidad de eludir tanto vocales y sÃlabas, como elementos lingüÃsticos extensos del discurso para crear expectativas ficticias o espacios de suspenso. Es peligroso su empleo ya que por el acortamiento de las cláusulas se puede llegar a un vacÃo central que mete al lector en un laberinto interpretativo.
Hay autores que se solazan de enredar la trama cortando explicaciones que parecen sobrantes. Es una forma de eludir el objeto que quizás algunos pueden entreverlo, pero este estilo hace forzosa la observación del lector.
La acción defensiva contra todo esto es escribir con propiedad, conocer de antemano lo que se quiere decir, y evitar la expresión que busca abstraerse de las normas gramaticales.
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