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Domingo 13 de enero de 2019

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

La amputación malévola de la gramática

13 ene 2019

Alfonso Gamarra

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En cirugía se debe utilizar un método radical para salvar la vida de un paciente. El nombre de ese procedimiento es la amputación, que consiste en tomar una drástica decisión para extirpar un miembro que está afectado por un irremediable mal. Especialmente se utiliza un método de amputación "a la turca" cuando el cuchillo corre rápidamente en profundidad y circuyendo la superficie circular del miembro en un solo y hábil movimiento.

Empiezo estas líneas refiriendo algo nada agradable, para comparar una forma cruenta de salvar la vida con una forma en el lenguaje, no agresiva, más bien suave, que sirve para destruir el idioma.

Para ahorrar mayores detalles, les presentaré unos ejemplos que, por el menosprecio que se tiene a la construcción gramatical, asesta un tajo maligno a la unidad de la lengua. Resulta atroz que una señora elegante en su vestimenta, a la que no le falta ningún detalle de distinción, pregunte: "¿Me presta su lápiz porfa?". En ese momento está cometiendo una falta de elegancia en su expresión a la vez que una fea amputación. Y no es menos la otra dama que pasa cerca de nosotros y nos dice: "Comper", no sé si por urbanidad o por falta de educación gramatical.

Para ahorrar mayores detalles, les presentaré unos ejemplos que, por el menosprecio que se tiene a la construcción gramatical, asesta un tajo maligno a la unidad de la lengua. Resulta atroz que una señora elegante en su vestimenta, a la que no le falta ningún detalle de distinción, pregunte: "¿Me presta su lápiz porfa?". En ese momento está cometiendo una falta de elegancia en su expresión a la vez que una fea amputación. Y no es menos la otra dama que pasa cerca de nosotros y nos dice: "Comper", no sé si por urbanidad o por falta de educación gramatical.

En los últimos tiempos venimos observando que una forma de pereza lleva a los jóvenes a acortar las palabras, y no porque estén viviendo en un mundo apresurado y en crisis. Por ejemplo, para un estudiante de medicina es pérdida de tiempo el uso de las sílabas necesarias. Y se le puede escuchar: "El cate de gineco nos tomará un examen" o bien: "Cuando acabo traumato tomo un cole para irme".

Parece que no es necesario poner atención en los diálogos que se producen a nuestro alrededor para encontrar este tipo de amputación de frases y palabras. Una empleada de ministerio levanta la voz con el ardor de su plática, y dice: "Si el ministro no contesta mi saludo, me importa�" No entendemos cómo esta última palabra, por el fenómeno del corte malévolo, ha adquirido el significado distinto del que semánticamente tiene. Antes se decía: "Me importa un bledo - Me importa un comino - No me importa", pero ahora basta esa expresión para significar más bien desprecio.

Hace poco fui invitado a una reunión a la que asistían varios extranjeros. La señora de la casa, una guapa representante de la belleza de su tierra, se me acercó y me preguntó: "¿Usted quisiera servirse coca?" Yo, muy boliviano, no sabía si me insultaba o quería hacerse la burla. Tardé en ver que tan gentil persona sólo estaba cometiendo una amputación por causa de la costumbre, ya que a todos, finalmente, sirvió la misma bebida.

El más horrible acortamiento, sin embargo, verificamos en el habla de locutores y políticos descuidados en su oratoria. Empiezan la oración con el infinitivo del verbo, sin utilizar ningún sujeto, dejando en perplejidad al entendimiento. Por ejemplo, con: "Decir que tendrán aumento de salario�". No sabemos si la expresión correcta es: "Yo quiero decir�", "Mi opositor desea decir�", "Una burla es decir que tendrán aumento"� Mucho más lejos está lo sucedido en televisión: Cuando pidieron la opinión sobre la guerra de Irak, el principal comentarista de un canal estadounidense empezó con: "Decir� de que las tropas".

Es indudable que nuestro idioma ha tenido que recurrir a los cortes de palabras y de largas expresiones para no extender lo discursivo. Un caso es que los medios derivan palabras de las siglas y los acrónimos, denotando incongruencia con el idioma pero que se han tenido que aceptar porque no tienen raíces en el castellano, como de "SIDA" surgió sidético o sidoso. Y son acortamientos anormales, pero aprobados: radar, láser, gulag.

Una literatura superlativa es la que suprime lo innecesario, y quizás por esto aparece hogaño un estilo parsimonioso literario y periodístico en el que cunde la necesidad de eludir tanto vocales y sílabas, como elementos lingüísticos extensos del discurso para crear expectativas ficticias o espacios de suspenso. Es peligroso su empleo ya que por el acortamiento de las cláusulas se puede llegar a un vacío central que mete al lector en un laberinto interpretativo.

Hay autores que se solazan de enredar la trama cortando explicaciones que parecen sobrantes. Es una forma de eludir el objeto que quizás algunos pueden entreverlo, pero este estilo hace forzosa la observación del lector.

La acción defensiva contra todo esto es escribir con propiedad, conocer de antemano lo que se quiere decir, y evitar la expresión que busca abstraerse de las normas gramaticales.

Algunos de los ejemplos mencionados son formas de elipsis (del griego elleipsis=falta) que en literatura implica suprimir en la oración aquellas palabras necesarias para la recta construcción gramatical pero que no son indispensables para la claridad de la misma. Se utilizaría para economizar tiempo en el lenguaje coloquial del pueblo. No obstante también podría deberse a la pobreza de su léxico o a la urgencia de hacer conocer el detalle. En ese sentido, lamentablemente se está generalizando la homogeneización en la parquedad desinteresada de los jóvenes por el correcto lenguaje que quisieran recusar el predicado y las palabras multisilábicas que entrecortan sus ocurrencias desaprensivas.

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