Memoria

Una dificultad recurrente en la enseñanza parvularia y en la superior es la ausencia de educación de la memoria; un órgano mnemotécnico maravilloso con características motrices y psicológicas. Motrices debido a que es un órgano que requiere necesariamente ejercicio, trasuntado en la percepción, atención y asimilación de un conocimiento y su imprescindible repaso para que quede consolidado como conocimiento para poder reproducirlo a necesidad; siendo esta su característica psicológica. Si no se realiza este proceso a más tardar dentro de las 24 horas de su atención o escucha se pierde porcentualmente su integridad.

La prueba más objetiva de lo anunciado es la investigación de los testimonios en el examen de los conocimientos acerca de la imagen observada en un minuto estableciendo que los errores cometidos por escolares y estudiantes en el relato espontáneo, oscilaban entre el 5 % y el 10 %, y en el interrogatorio entre el 20 % y 30 %.

Se debe tomar muy en cuenta que, entre reproducción y reconocimiento existe un paralelismo, si bien aquélla exige más fuertes asociaciones que el mero reconocer, por el contrario, se dan también reproducciones espontáneas sin reconocimiento. La reproducción ulterior requiere atención voluntaria en la recepción del excitante que es el aprender; el reconocimiento no.

Entonces, ahora, podemos definir la memoria en sentido lato o amplio manifestada y dada en las asociaciones; en sentido restringido es una acepción que designa las representaciones reproducidas procedentes del inconsciente, cuando la vivencia primigenia u original es reconocida. Cuando existe repaso la memoria se distingue como una capacidad para aprender, con firmeza y fidelidad.

La reproducción de representaciones sensoriales es propia de la memoria sensitiva; en ella la participación o psíquica es acompañada por una excitación corporal enteramente perceptible y determinada, como ocurre en la sensación consciente. Por encima de esta memoria se erige una memoria superior: la memoria intelectual que es el saber latente. Para formar una memoria intelectual no bastan las representaciones sensoriales simultáneas de las que los pensamientos dependen débilmente.

La memoria intelectual es más rápida exacta y comprensiva y, ni aun para las palabras recordadas es suficiente la memoria sensitiva, pues debe ir acompañada de un significado y estar asociada con pensamientos. Es ineluctable entender que se pueden obtener rendimientos personales inesperados en la escuela, en la educación superior y en la profesión u oficio si se educa a la memoria constantemente y sin intervalos.

(*) Abogado corporativo, posgrados en Arbitraje y Conciliación, Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Derecho Aeronáutico, Interculturalidad y Educación Superior, Filosofía y Ciencia Política (maest), Doctor honoris causa (IWA Cambridge University).