El nombre de América Latina

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¿Quién inventó el nombre América Latina?

Podría suponerse que fuera cosa nueva, emanada en el siglo presente de la voluntad de contraponer lo latino a lo sajón, o sea el grupo de repúblicas de origen ibérico a los Estados Unidos del Norte.

Se creó el término América Latina hace más de cien años. Y los creadores de él fueron los franceses de la época 1860. Sorprende cómo la América fue bautizada con ese nombre por los europeos; y son los europeos los que hablan por primera vez de América Latina.

Otros europeos, el fraile español Jerónimo de Mendieta, evangelizador en México en el dieciséis, fue quizá el primero en hablar de "Nuevo Mundo".

John I. Pelan, en una detallada referencia al respecto recuerda que hacia mediados del diecinueve, Inglaterra iba en el orgullo de saberse el país más poderoso entre todos. nmediatamente enseguida presentábase Francia, por su industria, su dinero y su organización. "Los Estados Unidos y Alemania no eran peligrosos todavía", anota Pelan.

Tal vez la doctrina capital elaborada en París entonces fue la de la Panlatinidad, correlativa del Pangermanismo y del Paneslavismo del propio diecinueve y de después. La Panlatinidad quería arracimar a todos los pueblos de lenguas originadas en el latín: Francia, España, Portugal, Bélgica, Italia, Rumania y, obviamente, América ibera. Aspiraba Francia al liderazgo latino, estructurándolo en el centro de Europa y en América, de la misma manera como los germánicos y anglosajones buscaban en el dominio en el norte de Europa, y los eslavos en el oriente europeo.

El ideal de la Panlatinidad requería un nombre en el Nuevo Mundo. Y surgió el de "América Latina". Parece que el primero en escribirlo fue el clérigo francés Emmanuel Domenech, hacia 1861. Y lo hizo explicativamente: "La América Latina -escribió-, es decir México, la América Central y la América del Sud". Probablemente la ubicación entusiasmara con la novedad, y difusora constante de la misma fue la "Revista de las Razas Latinas".

El acontecimiento que sirvió de vehículo a la consagración del novísimo término fue la designación de Maximiliano para Emperador de México. Nadie más entusiasta que Napoleón III por la instauración de la monarquía en el país azteca; creía que de esa manera la Pan latinidad tomaría arraigo en una de las zonas más importantes del lar americano.

La Panlatinidad no sólo fue contrapuesta a los ya existentes pangermanismo y paneslavismo, sino que acudió a dos argumentos que consideró muy favorables: la raza y la religión. Se habló sin ninguna reticencia ni objeción siquiera, de la "raza latina", como adecuada para la lucha contra "las razas" germana y eslava. Al catolicismo se le creía elemento unificador. Y no sorprendió que Francia, llamada la esencialmente católica, propiciara tales empeños y los encabezara. Aún a pesar de que un periódico parisino (La Opinión Nacional) advirtió muy señaladamente que el catolicismo de Francia era el menos católico entre todos los existentes.

No había solamente vanidad en Napoleón III al respaldar el ascenso al trono de Maximiliano. Sus anhelos iban directamente al Canal de Panamá, después del éxito de Lesseps en el Canal de Suez, en 1869. El economista francés Michel Chevalier discutía reiteradamente con el Emperador sobre la doble posibilidad: Panamá o Nicaragua. Así, la Panlatinidad iba adquiriendo significados, otros rumbos.

Hoy, el término América Latina ha asumido un cambio: hay que decir América Latina y del Caribe, porque en el Caribe no todo es latino.

Alfonso Rumazo González.

Escritor ecuatoriano.