Odios por ser chola, k´ara, cunumi, por masista. Evo Morales ha dicho que la derecha no quiere que sea presidente porque lo odian por indÃgena. El odio a los judÃos desencadenó, en parte, la II Guerra Mundial. El odio y el amor, que se dice su contrario, están presentes en la naturaleza humana, son innatos al hombre, a la idiosincrasia de la sociedad. No está prohibido odiar. No hay delito de odio.
Resulta complicado encontrar el balance apropiado entre libertad de expresión y su demarcación de lÃmites con los discursos de odio, mucho más cuando los Estados y gobiernos difunden mensajes de odio para aumentar y validar sus acciones violentas contra supuestos enemigos, y que la sociedad acepta pasivamente como acciones justificadas.
Confundir el racismo, la discriminación, xenofobia, intolerancia, el anti pluralismo interfieren con la libertad de expresión. Recordemos lo del articulista Iván Castro Aruzamen. Un periódico cochabambino, de doblez inaceptable, suspendió la publicación de sus artÃculos ante la presión gubernamental. Fue censura directa. HabÃa criticado ásperamente al Presidente y Vicepresidente, y el periódico lo abandonó, es más, en página entera pidió humillantemente disculpas a Morales y GarcÃa Linera, siendo asà que la libertad de expresión protege aquellas expresiones cargadas de ofensas y epÃtetos contra la clase polÃtica en necesidad de fortalecer la democracia. No fueron frases de odio, sino de paragón que el tiempo se ocupó de refrendarlas.
Las expresiones de odio son repudiables en cuanto afecta la dignidad de las personas, que es cuestión diferente a la guerra sucia que entablan los polÃticos con frases como "wañuchun yanquis, causachun coca" (Mueran los yanquis, viva la coca), mueran los k´aras, expresiones de odio rencoroso que incitan a la violencia, a la agresión fÃsica.
(*) Periodista
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