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Domingo 25 de marzo de 2018

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Cultural El Duende

De las razas y sus relaciones

25 mar 2018

José María Dalence (Oruro, 1782 - Sucre, 1852). Escritor ensayista. Su cuantiosa fortuna familiar, sirvió sostener, hasta donde fue posible, la causa de los patriotas. El texto que aparece a continuación forma parte de "El bosquejo estadístico de Bolivia", publicado en 1851

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Las razas que habitan en Bolivia son la española y la aborigen: hay también algunos descendientes de los africanos, y no pocos guaraníes que, transmigrando de la otra parte del río Paraguay, se establecieron en la cordillera de Caiza y sus rebajas orientales, donde se han multiplicado considerablemente.

Los etnógrafos han escrito con variedad acerca de los aborígenes de América. Maltebrun, con algunos otros, cree que proceden de la mezcla de las razas Etiópica y Malaya. El profesor Morton al contrario opina que los americanos, excepto los esquimales, constituyen una raza autóctona, es decir, primitiva, particular y distinta de las cuatro razas conocidas. A mí no se me oculta el poco valor de mi voto en esta materia; mas no por eso dejaré de expresarlo.

Pienso que la América ha sido poblada por gentes de diferentes orígenes, que en diversos tiempos han aparecido sobre puntos distintos del continente. Los monumentos antiguos que van descubriéndose, la variedad de las figuras humanas que representan sus pinturas y relieves, y la diferencia sustancial que domina en su arquitectura, justifican mi opinión. Además, ¿quién que conozca a nuestros Guaraníes o Chiriguanos se persuadirá que son de la misma familia que los Quechuas o Aimaras? ¿Quién que conozca a estos podrá confundidos con los del norte de América, según los pinta el señor Morton? ¿Quién que conozca a los indios de Mojos y Chiquitos podrá llamados ineptos para las artes? Quizá no existen sobre la tierra hombres que sin previa instrucción puedan hacer las obras que hacen los Mojos y Chiquitos. Los demás indios no son ciertamente tan hábiles como los dichos, pero igualan a los de la raza europea en igualdad de circunstancias; tenemos indios muy hábiles en carpintería, zapatería, albañilería, alfarería, etc.

Los indios de nuestras sierras ni tienen la cabeza prolongada y comprimida por los lados, ni son ineptos para las artes y ciencias, ni inadecuados a las empresas marítimas, ni inquietos, ni aficionados a la guerra, ni vengativos más que los demás hombres. He tenido la proporción de ver en los vastos cementerios de Carangas juntas más de mil momias; y no advertí en sus cráneos sino la misma diversidad accidental que se observa en los cráneos de la raza Caucasiana, esto es, que unos son más grandes que otros: unos más esféricos y otros menos y nada de especial. La fuerza intelectual de nuestros indios no puede ponerse ya en duda, sin injuria: pues es notorio que no obstante el abandono con que se ha mirado, y aún se mira, su educación e instrucción, hasta el extremo de haber muchísimos que no han visto jamás ni aun a sus propios párrocos; no se encuentran entre ellos, hombres tan estúpidos como los mineros de Cornualles y bajos Bretones; siendo además, constante, que del corto número de indios que la casualidad ha conducido a la profesión de las letras, no pocos se han distinguido: el más elocuente y profundo abogado que ha habido en Charcas, y con quien nos honramos los bolivianos, era indio. No se distinguen, pues, de la raza Caucasiana estos hombres de la naturaleza, sino en pequeñeces: tienen los ojos más orbiculares y por lo común menos grandes, y chico el pie con empeine alto. Por lo cual juzgo, que así como la familia Indostana es reputada por una variedad de la raza Caucasiana, a pesar de su color y cabezas angostas, rostros ovalados, cabello oscuro y terso, cuerpos pequeños y delgados, del mismo modo nuestros indios quechuas y aimaras son otra variedad de la misma raza, a pesar de su ojo orbicular y pie chico.

La familia guaraní tiene cabeza grande, labios túmidos, pómulos algo elevados, nariz chica y gruesa, pero no aplastada, como los Etíopes, el color casi blanco, siendo muchísimos de ellos tan rubios como los que nacen en el norte de la Europa; sus ojos son grandes, voluptuosos, vivos y llenos de fuego; son robustos e inteligentes; aprenden fácilmente cuanto se les enseña; ya los seis meses de vivir en las ciudades hablan muy bien el idioma nacional, y ejercen las artes a que se aplican, sin distinguirse de nuestros mestizos, sino por su nariz y ojos: llaman a los blancos parientes. Yo opino que realmente lo son.

Los Guarayos y Siriones son claramente descendientes de las partidas de españoles que se enmarañaron en los bosques, desertando unos de sus jefes, y buscando otros los soñados reinos del Paitití y Gran Mojo: son trigueños algunos, blancos muchos de ellos, barbudos y de color rubio; presentan, sin embargo, algunos rasgos característicos de sus ascendientes maternos. Los Guarayos son hospitalarios y bondadosos; pero feroces los Siriones.

Las lenguas americanas quechua y aimara Carlos Felipe Beltrán (Potosí, 1816- Oruro, 1898) Sacerdote, cuya producción fue proficua, dirigida a la defensa de las culturas andinas

quechua y aimara, enfatizando su labor en la revitalización de estas lenguas

He aquí unos idiomas cuyos genios, origen, progresos, defectos y bellezas demandan un estudio serio y profundo para descubrir con exactitud la procedencia de los aborígenes que los hablaban y hablan en este mundo de grandezas y encantos, llamado América.

Es un hecho histórico que el aimara dominó desde tiempos anteriores al imperio de los Incas en toda la región denominada Collao o Collasuyo. Los mismos nombres aimaras que conservan muchos pueblos, cerros, ríos y lugares en la grande extensión desde Puno hasta Chichas y Atacama, comprueban esta verdad de un modo incontestable.

Es también otro hecho histórico que al norte del Cuzco o Chinchasuyo, muchos lugares llevaban nombres quechuas, cuando las armas de los Incas los invadieron para sojuzgarlos. Por ejemplo, Pachacamac, según el mismo Garcilaso de la Vega, es el nombre primitivo del monstruo a quien sacrificaban víctimas humanas: y que este nombre no fuese impuesto por los Incas, resulta del hecho mismo de que los Incas arrancando a los salvajes de sus groseras idolatrías, los elevaron a adorar al astro más hermoso de la naturaleza, y por cuya hermosura las mismas Letras Sagradas no extrañan que le hubiesen rendido culto varios pueblos del Asia, perdida la religión primitiva.

Sentadas estas bases, la ciencia debe ocuparse de las siguientes cuestiones:

1ª ¿La quechua ha nacido del aimara, o el aimara de la quechua?

2ª ¿O ambos idiomas han nacido de otro más perfecto?

3ª ¿Por cuál parte de la América inmigró el aimara y hacia qué siglo?

4ª ¿Por cuál otra parte inmigró la quechua y hacia qué tiempo?

5ª ¿Se encuentran vestigios de la senda que han seguido estos idiomas en su inmigración?

6ª ¿Cuáles son las analogías que existen entre la quechua y el aimara?

7ª ¿Cuáles son las peculiaridades geniales que los separan?

8ª ¿Cuál de ellos es de una gramática más regular y de una sintaxis más aproximada a la de los idiomas cultos?

9ª ¿Cuál de estos idiomas es más rico de vocablos?

10ª ¿Cuál está llamado a elevarse hasta crear una literatura propia?

11ª ¿Es posible escribir en quechua o aimara un poema de alguna extensión?

12ª ¿Por qué no existen obras en quechua o aimara que merezcan la estimación general, como las obras escritas en griego en latín, francés, castellano, etc.?

Estas y otras cuestiones filológicas tiene que resolver la ciencia, para penetrar en los misterios de la genealogía de los idiomas y de la procedencia de los aborígenes americanos, hasta introducirse en el mismo Paraíso, siguiendo como una línea telegráfica vestigios de sus peregrinaciones.

El que esto escribe se ha ocupado y ocupa de escribir varias obras en quechua y aimara, consagradas a concurrir con un grano de arena a la grande labor de los sabios.

Dios, que sacó la luz de las tinieblas, aclarará estos abismos y arrancando a los indios de su fondo, los elevará a la altura de sus destinos, su verdadera civilización, y su felicidad en la verdadera patria del hombre: La Gloria.

Para tus amigos: