La familia guaranà tiene cabeza grande, labios túmidos, pómulos algo elevados, nariz chica y gruesa, pero no aplastada, como los EtÃopes, el color casi blanco, siendo muchÃsimos de ellos tan rubios como los que nacen en el norte de la Europa; sus ojos son grandes, voluptuosos, vivos y llenos de fuego; son robustos e inteligentes; aprenden fácilmente cuanto se les enseña; ya los seis meses de vivir en las ciudades hablan muy bien el idioma nacional, y ejercen las artes a que se aplican, sin distinguirse de nuestros mestizos, sino por su nariz y ojos: llaman a los blancos parientes. Yo opino que realmente lo son.
Los Guarayos y Siriones son claramente descendientes de las partidas de españoles que se enmarañaron en los bosques, desertando unos de sus jefes, y buscando otros los soñados reinos del Paitità y Gran Mojo: son trigueños algunos, blancos muchos de ellos, barbudos y de color rubio; presentan, sin embargo, algunos rasgos caracterÃsticos de sus ascendientes maternos. Los Guarayos son hospitalarios y bondadosos; pero feroces los Siriones.
Las lenguas americanas quechua y aimara Carlos Felipe Beltrán (PotosÃ, 1816- Oruro, 1898) Sacerdote, cuya producción fue proficua, dirigida a la defensa de las culturas andinas
quechua y aimara, enfatizando su labor en la revitalización de estas lenguas
Es un hecho histórico que el aimara dominó desde tiempos anteriores al imperio de los Incas en toda la región denominada Collao o Collasuyo. Los mismos nombres aimaras que conservan muchos pueblos, cerros, rÃos y lugares en la grande extensión desde Puno hasta Chichas y Atacama, comprueban esta verdad de un modo incontestable.
Estas y otras cuestiones filológicas tiene que resolver la ciencia, para penetrar en los misterios de la genealogÃa de los idiomas y de la procedencia de los aborÃgenes americanos, hasta introducirse en el mismo ParaÃso, siguiendo como una lÃnea telegráfica vestigios de sus peregrinaciones.
El que esto escribe se ha ocupado y ocupa de escribir varias obras en quechua y aimara, consagradas a concurrir con un grano de arena a la grande labor de los sabios.
Dios, que sacó la luz de las tinieblas, aclarará estos abismos y arrancando a los indios de su fondo, los elevará a la altura de sus destinos, su verdadera civilización, y su felicidad en la verdadera patria del hombre: La Gloria.
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