Enrique VIII y la manipulación del Matrimonio

Enrique VIII es conocido por el insaciable apetito hacia las mujeres que le llevó a contraer matrimonio en seis ocasiones.

Coronado rey de Inglaterra, contrajo matrimonio con su cuñada viuda, Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, para lo cual obtuvo una dispensa pontificia, debido a que la Iglesia entonces prohibía los casamientos entre cuñados, la dispensa se obtuvo debido al hecho de que la primera boda de Catalina no se había consumado.

Ana Bolena, perteneciente a una familia muy fértil, había acaparado la atención del rey, por lo que poniendo como pretexto que Catalina no le daría hijos varones, exigió a la Santa Sede la anulación de su primer matrimonio con el objeto de casarse con ella.

No consiguiendo su objetivo instigado por el clérigo Thomas Cranmer, buscó la «solución» localmente. El Parlamento lo designó «�nico Jefe Supremo de la lglesia» en Inglaterra. Posteriormente Cranmer ya arzobispo de Westminster consumó la burla sacramental. Lo demás es historia conocida.

Enrique VIII ha pasado a la historia como un monarca que ejerció el poder de un modo arbitrario y tiránico en un reinado jalonado de arbitrariedades y ejecuciones.

Ergo, sin duda, a lo largo de la historia muchos se han burlado del Sacramento del Matrimonio, desde gobernantes ansiosos de colmar sus apetitos megalómanos y cínicos, hasta ciudadanos de a pie sin control afectivo en sus vidas que ni bien han consolidado una relación ya están en busca de otra. Es evidente que para muchos el matrimonio religioso es un simple show, un montaje, una farsa.

Atribuirse facultades que sólo son de Dios es un atentado a la Ley divina, atentado que es un auténtico sacrilegio. Ni aún de la Iglesia, que no anula matrimonios válidos sólo puede declarar que algunos matrimonios concretos no fueron celebrados porque se oponía alguno de los impedimentos ya señalados por el Código de Derecho Canónico.

La Iglesia no anula dichos matrimonios, sólo declara que siempre fueron nulos, por obstáculos que ya antecedían a la celebración externa del matrimonio. El canon 1056 señala como propiedades esenciales del matrimonio: la unidad y la indisolubilidad, de tal modo que si voluntariamente se excluyera la intención de las dos cualidades el matrimonio sería nulo, por más Mendelssohn que se le echara encima y por más lujo y despilfarro, que se añadiera a la ceremonia, por más que hubiera sido en una basílica o catedral.

Unidad e indisolubilidad que son exigencias de la Ley Natural para la consecución de los bienes propios de toda unión matrimonial.

Los impedimentos más importantes que anulan el matrimonio, ya antes de celebrarlo son: la impotencia sexual antecedente y perpetua, la existencia de un matrimonio anterior válido, la unión entre un bautizado y otro no bautizado, los que hayan recibido las órdenes sagradas, quienes estén atados por un voluntario voto de castidad en un Instituto Religioso, entre un libre y una persona raptada mientras dure la violencia, si existe la provocación de la muerte de un cónyuge con intención de contraer matrimonio seguidamente, la existencia del vínculo del consanguineidad o la afinidad, la carencia de suficiente uso de razón, los que no son capaces de comprender y aceptar las graves obligaciones del matrimonio, el error acerca de la calidad de los contrayentes, o el matrimonio contraído con engaño grave, además s existe violencia o presión y si se verifica con intención de poder disolverlo si no fueran las cosas a su gusto.

Como se ve, son muchos los impedimentos, y que pueden hallarse en bastantes de las contrayentes que llegan al altar, unas veces por ignorancia y otras por malicia, de alguna de las partes que desea conseguir el matrimonio a toda costa, aun saltándose las leyes con verdadera malicia. Si existe alguno de estos impedimentos aunque sea por ignorancia de los contrayentes no se celebra el matrimonio, por el cual puede darse el caso de que los contrayentes vivan como si fueran esposos sin que lo sean.

La existencia de algún impedimento hay que probarlo ante el Tribunal Eclesiástico, el que examinados los testimonios de los contrayentes y de testigos fehacientes, podrá sentenciar que dicho matrimonio no existió jamás porque a su validez se opuso antes de la celebración la existencia de algún impedimento ya revelado por la ley.

No todos los impedimentos son de la misma especie, algunos inhabilitan a la persona por su naturaleza, como la impotencia, cuando otros impedimentos podrían haber sido eliminados judicialmente como la consagración por los votos, la disparidad de cultos, el rapto con intención de matrimonio. De todos modos los impedimentos todos producen el mismo efecto: la nulidad del matrimonio en su propia raíz.

Si es deleznable la manipulación del Sacramento del Matrimonio de parte de influyentes, poderosos o libidinosos incontrolables, es deleznable la actitud condescendiente de ministros, sean éstos sacerdotes u obispos, que dándose cuenta de que uno de los contrayentes está falseando la recta intención que hace válido el sacramento matrimonial, con restricción mental, celebran la boda sólo por afán lucrativo, por congraciarse con el adinerado o poderoso, por rastrero, o, por cobardía ante quienes ostentan un poder siempre efímero en el tiempo, olvidándose que «de Dios nadie se burla», sea rey, cura o simple fiel.

(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total