Profanación de la Navidad

La Navidad no es la celebración de una fecha, es la celebración de un hecho.

Los enemigos de la Verdadera Fe, utilizan todo lo que pueden para desacreditarla. Hay incluso sectas que se autodenominan cristianas, las que afirman que «la Navidad es una celebración pagana».

Los primeros cristianos que provenían del mundo judío se consideraron todavía por largo tiempo como judíos. Es así como los siglos de paganismo pesaban mucho sobre el pueblo y habían creado costumbres de las cuales la Religión Cristiana difícilmente podía desprenderse. Incluso después del Edicto de Milán, en 313, la Roma cristiana se mantuvo largo tiempo bajo el influjo de costumbres paganas, sin embargo, sería ir demasiado lejos afirmar que la Navidad es el resultado de la purificación y cristianización de fiestas paganas de las cuales se habría apoderado la Iglesia.

En 1.223 tres años antes de su muerte, San Francisco de Asís, con la autorización del Papa popularizó el pesebre de Belén, no mirando solamente un misterio teológico en el Niño Dios, sino un niñito lleno de encanto, que es Dios indudablemente, pero que experimenta al igual que nosotros el frío del invierno y la dureza de la paja del pesebre.

Así, hasta hace medio siglo, la celebración de la Navidad en los hogares cristianos tenía al Niño Dios -a Cristo- como el centro de la celebración. Gradualmente se ha deformado la Navidad. Hay quienes buscan afanosamente en los últimos años sacar de escena nuestra Navidad, como otras tantas celebraciones cristianas. Más aún, ahora nos enfrentamos a una tendencia secularizadora que busca sacar a Cristo de la Navidad.

Sólo era cuestión de tiempo hasta que las fuerzas anti Cristo, en medio de la ola secularizadora, vieran en la Navidad una oportunidad desperdiciada de aumentar drásticamente la venta de cosas que nadie compraría en circunstancias normales, convirtiendo la Navidad en un señuelo de ventas comerciales.

Entonces desconstruyeron la vida de San Nicolás obispo, convirtiéndolo «en una abominación llamada Santa Claus y lo hicieron aparecer en Navidad».

Hollywood es uno de los principales medios para desacralizar el misterio del nacimiento del Hijo Unigénito de Dios en la gruta de Belén: crearon un sustituto de Nuestro Señor Jesucristo: Santa Claus o Papá Noel.

Golpe maestro con el que convirtieron gradual pero perseverantemente la Sagrada Navidad en una orgía pagana de atracones y borracheras. Tristemente podemos ver cómo hoy en día, el famoso gorro rojo, es empleado indiscriminadamente por unos y por otros. Hace unos años, aquí en Oruro, durante la Misa de Gallo, en un templo, un grupo coral interpretó villancicos con el falso vestido rojo. Totalmente ridículo y sobre todo profano. He visto a un joven cura párroco caminar por el centro de la ciudad con ese gorro en la época de Navidad.

La Navidad no es sólo un recuerdo. Llega el Niño a iluminar mis caminos enturbiados por tanta doctrina disolvente y corruptora, de la que puedo ser víctima, hasta el punto de ser engañado y apartarme del verdadero Maestro. La llegada de Jesús es la infusión de sus dones, de sus ayudas, de sus inyecciones, de sus transfusiones de sangre divina, a fin de que vaya perfeccionando en mi interior, la imagen modélica de Jesús.

San Bernardo, distingue nítidamente, las tres venidas diversas de Jesús: la de la primera Navidad en Belén, la actual venida de Navidad en las almas, y la definitiva venida de Jesús para juzgarnos.

Oigámosle en un delicioso juego de palabras y de ideas, respecto a las tres venidas de Jesús:

«Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no. En la primera el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres, cuando -como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron. En la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien traspasaron. La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación.

En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne; en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria.

Pero, para que no pienses que estas cosas que decimos sobre la venida intermedia son invención nuestra, oye al mismo Señor: El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él nuestra morada» (Sermón 5 en el Adviento del Señor).

La Navidad es alegría, «una alegría que no es la alegría vulgar del hombre que hizo un buen negocio, que venció una jugada política o se ganó la lotería. No. Es una alegría mucho más interna, mucho más leve, toda hecha de luz. Mientras que las otras alegrías están hechas de cosas palpables y de segundo orden, la alegría propia de la Navidad es toda hecha de luz - es el Lumen Christi, la luz de Nuestro Señor Jesucristo que brilló en la tierra la noche de Navidad. Luz que nunca más, año tras año, dejó de brillar, trayendo una verdadera alegría, una verdadera paz de alma hasta para las personas más atormentadas» (Plinio Correa de Oliveira, La impregnación de las alegrías de la Navidad).

La alegría celestial llena a un alma cuando ésta está llena de amor que es reflejo del amor de Dios. Contrariamente el infierno es el lugar donde el último gramo de amor abandona al alma en el momento en que entra ahí, porque no hay amor en el infierno.

La Navidad es alegría, la verdadera alegría de saber que Cristo ha nacido en la pobre gruta de mi alma.