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Domingo 18 de junio de 2017

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Cultural El Duende

Raisa Ajmátova

18 jun 2017

Raísa Soltamuradovna Ajmátova. Poeta rusa chechena, 1928-1992. Comenzó a publicar en 1957. Es autora de Chechen, Native Republic (1958); El viento me golpea en la cara (1959); Le estoy viniendo (1960); El amor difícil (1963) y, La revelación (1964). Su obra completa (con más de 600 títulos) fue destruida cuando el ejército ruso quemó el Archivo Nacional Checheno durante la Primera Guerra Chechena.

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Bondad

Que viva la bondad,

la verdadera...

No la de la paciencia sin sentido

ni la del perdonar enceguecido,

sino la del follaje que verdea,

la del camino y la tardía hoguera,

del trago de agua

y el pan bien renegrido ...

Mas que se enfade la bondad

cual cielo

bajo los truenos de una tempestad,

que se defienda la bondad, anhelo,

de la sequía,

la pasividad,

dispuesta a combatir,

alerta, en vela,

entonces vencerá

a la cruel maldad.

***

En días de fortuna o desgracia

vendré, mamá, tan sólo llámame

para llorar o festejar mi gracia:

¡de la penuria amarga sálvame!

El ciego fuego a veces me envolvía.

La vida es bella aunque parezca mala.

Como un ave herida yo gemía,

mas cada vez

alzábanme las alas.

"Herirte es fácil hoy en día, entiendo...",

me adviertes del peligro como puedes.

Pero en la tierra vivo: me defiende.

Ella y tú...

¿Quién soy yo sin ustedes?

Llegó mi hora cruel, aún la siento,

con una fiebre de cuarenta soles,

me aferraba al aire turbulento

y deliraba, a tu lado y sola.

Tú arrancaste

de las sombras grises

mi vida que ardía sin remedio,

y renací otra vez de la ceniza,

fugaz estrella,

sigo en mi medio.

Tus ojos con su pena me reflejan,

Las canas ya se asoman sin demora.

Perdóname por todo, mi alma, y deja

que bese yo tus manos salvadoras.

***

No notaste que te perdonaba,

no notaste que te abrazaba

y aguardaba siempre, sin cesar.

No entendiste desde el primer día

los latidos para ti,

alma mía ...

¿Qué te tengo ahora que explicar?

El amor es fuerte.

La indolencia

no la debe, empero,

perdonar.

Congeló el amor tu indiferencia

que exhalaba hielo

al mirar.

Déjate de ruegos

y preguntas,

de fingir desgracia, y en vano.

No te acuso de engañarme y punto:

no notaste en mi

un ser humano.

***

Yo pensé: me voy y me olvido,

esto para siempre se acabó.

¡Haz ese milagro, mente, pido!

¡Sálvame, poesía, del dolor!

Borraré a tanda de mi alma

tu imagen, aunque volverá.

No verás mí llanto, sino calma,

morderé mis labios, tanto da.

¿No noté el hechizo,

que hoy me amarga?

¿Cómo mi alma al fin liberaré,

si aún busco en las calles largas

tu imagen?

¿La encontraré?

***

¿Cómo hacer en verso tu retrato?

No podrá expresar ese intento

tu mirada, aunque captarla trato,

tu sonrisa y cada movimiento ...

Abro el anillo de mis brazos,

duele la idea que despunta:

ya verán tu rostro, triste caso,

el amigo o no, o el transeúnte.

¿Será así o de amor ya desvarío?

Para otros puede ser muy hosco,

porque ya es singular, muy mío,

sólo yo tu rostro bien conozco.

Rimaré mejor con emoción

el secreto nuestro, el más risueño:

si de hogar, pues sirve un corazón,

de mi hogar eres mi amado dueño.

¡Oh, mi canción!

Cuando

en camino

me toque la hora

de abandonar

el mundo

para siempre

y se interrumpa al fin

la voz de ahora,

pues mi canción

proseguirá la siembra.

¡Oh, mi canción,

muchachita descalza!

Cuando me vaya,

vive por las dos

y en las almas

mi imagen realza

con el amor

de un recuerdo en pos.

Mi vida fue severa,

no lo niego,

no siempre

obré muy bien,

es mi desvelo.

Canción,

lleva en tus manos

todo el fuego

de mi sincero amor,

amor al pueblo.

El maestro antiguo

Buscamos en los siglos,

como en cofres,

tiestos y rostros,

cualquier cosa de esas

y túmulos de escitas,

y sarcófagos,

y la preclara faz

de una princesa ...

¡Oh, Nefertiti,

goza de la vida!

¡Qué suerte tienen

siempre los monarcas!

Pero la gente

al escultor olvida,

que diera vida

a la arcilla parca.

Soberbia expresan

esos labios siempre

con el mentón autoritario,

ingrato,

y Nefertiti

atraviesa el tiempo:

nadie recuerda

al maestro innato.

Para tus amigos: