Los incas y el aborto

Felipe Guamán Poma de Ayala, yarovilca por su padre e inca por su madre, nacido en 1534, nos transmite que en el imperio de los incas el aborto era cruelmente castigado: «Mandamos la mujer que moviese a su hijo, que muriese, y si es hija, que le castiguen doscientos azotes y destierren a ellas».

Se ha colocado una vez más en el debate nacional el proyecto de nuevo Código del Sistema Penal, que despenaliza el aborto hasta los dos meses de embarazo. Al respecto con profunda asertividad la Conferencia Episcopal Boliviana afirma: «Este proyecto introduce una colonización ideológica extranjera que descarta a niños y niñas por nacer vulnerables y acepta la triste violencia del aborto como un supuesto camino para solucionar problemas sociales y económicos».

El aborto es un tema hoy en día hábilmente explotado por las organizaciones anti vida. Para justificar la legislación del aborto citan «casos excepcionales» como son las violaciones, el incesto, nasciturus discapacitados. Pero de ninguna manera se puede quitar la vida a un ser humano inocente, por muy discapacitado que sea, aunque haya sido fruto de una violación o de un incesto.

Las víctimas de estas políticas abortistas no son sólo los niños no nacidos, sino la madre y el padre, y consecuentemente, la sociedad entera.

Hace varias décadas, las organizaciones defensoras de los derechos humanos se opusieron a los gobiernos «títeres» del «imperialismo norteamericano», que implementó y desarrolló políticas de control de la natalidad con esterilizaciones masivas, políticas de control de la natalidad, a cambio de financiación de proyectos en los países del llamado Tercer Mundo.

También las jerarquías eclesiásticas hicieron oír su voz de reclamo inspiradas en la encíclica «Humanae Vitae» del Papa Paulo VI, entonces reinante.

«El documento más profético del siglo, porque Pablo VI nos dijo que la mentalidad anticonceptiva nos llevaría a la mentalidad abortiva, ya que -cuando el hijo no es considerado como un regalo sino algo que hay que posponer, prevenir o, si todo eso falla, abortar- entonces nuestros hijos no son, en sí mismos, un regalo, sino una carga». (Molly Kelly).

Tristemente hoy, son las mismas organizaciones pro derechos humanos y los partidos políticos de izquierda quienes promueven los pseudo «derechos» del aborto y anejos.

Los Estados modernos primeramente implementaron leyes para permitir el divorcio, luego el aborto, «los derechos sexuales y reproductivos», la pérdida de la pureza a temprana edad, y las uniones contra natura, es que Satanás odia de manera preferente la familia y la vida, y los Estados modernos, antes cristianos y ahora apóstatas, servidores del mal, generan continuamente leyes gravemente injustas, leyes abyectas, inicuas.

Generan cada vez más leyes, y cada vez peores, ya el Papa Pío XI en la encíclica «Mit brennender sorge» (nº 37), decía refiriéndose al derecho esencial de los padres de educación de los hijos, que «las leyes y demás disposiciones semejantes que no tengan en cuenta la voluntad de los padres en la cuestión escolar, o la hagan ineficaz con amenazas o con la violencia, están en contradicción con el derecho natural y son íntima y esencialmente inmorales.» Hay una avalancha de programas de educación sexual en los programas escolares.

Decía San Agustín «la ley, si no es justa, no es ley». Consecuentemente, un gobierno que promueve y financia cientos de miles de abortos, y que convierte en «derecho» esos asesinatos, comete «violaciones ciertas, graves y prolongadas de derechos fundamentales de los ciudadanos».

«En tanto la ley humana es tal en cuanto es conforme a la recta razón y por tanto deriva de la ley eterna. Cuando por el contrario una ley está en contraste con la razón, se le denomina ley inicua; en tal caso cesa de ser ley y se convierte más bien en un acto de violencia» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae).

«La autoridad debe reconocer, respetar y promover los valores humanos y morales esenciales. Estos son innatos, "derivan de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la persona. Son valores, por tanto, que ningún individuo, ninguna mayoría y ningún Estado nunca pueden crear, modificar o destruir". Estos valores no se fundan en «mayorías» de opinión, provisionales o mudables, sino que deben ser simplemente reconocidos, respetados o promovidos como elementos de una ley moral objetiva, ley natural inscrita en el corazón del hombre (cf. Rm 2:15), y punto de referencia normativo de la misma ley civil. Si, a causa de un trágico oscurecimiento de la conciencia colectiva, el escepticismo lograse poner en duda los principios fundamentales de la ley moral, el mismo ordenamiento estatal quedaría desprovisto de sus fundamentos, reduciéndose a un puro mecanismo de regulación pragmática de los diversos contrapuestos intereses» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nº 397).

Quedarse estáticos ante cualquier ley inicua, podrá salvar nuestra integridad física, nuestros intereses temporales, pero no el alma, de tal forma que éstas, deben ser desobedecidas en conciencia y resistidas sin darles cumplimiento, pues de lo contrario seríamos cómplices de esas criminales maldades.

german_mazuelo_leyton@yahoo.com