El medioambientalismo radical y sus graves errores

Para el autor sería fácil y cómodo plegarse a muchísimas corrientes de ecologistas y ambientalistas que pretenden defender a la Naturaleza sin que se la toque en absoluto. Lo ideal sería que suceda así, pero un mínimo de racionalidad y cordura nos exige que afrontemos los problemas de protección del medio en el que vivimos con la suficiente lucidez y considerando todas las variables del problema. Lo demás sería irresponsable y hasta nocivo. Por defender algo bueno para la Humanidad, o sea la preservación de sus medios de vida y desarrollo de manera sostenible nos encontraríamos con una realidad peor.

Que no se piense que suavizando el sistema de explotación capitalista se solucionarán los problemas. Sería ir contra la corriente de un sistema depredador que no es malo por simple barbarismo, resulta malo a partir de su propia naturaleza que radica en la optimización del excedente económico. Y aún cuando, por obra y gracia de un fenómeno divino, se volviera bueno, esto no solucionaría factores que son más determinantes para la depredación sistemática y espontánea.

Lo más dañino para la Naturaleza no son las actividades petrolíferas y químicas, la extracción de recursos necesarios para el desarrollo, por más nocivas que sean. Y esto es lo que no quieren entender los ambientalistas de corte extremista. La gravedad del asunto radica en la contaminación hormiga vía mal manejo de los residuos sólidos domésticos, la deforestación y la extensión angurrienta de la frontera agrícola. Al final a los actores grandes, sean empresas o consorcios locales o internacionales, se los podría controlar con mejor gestión gubernamental y normas correctamente aplicadas, pero esto no se puede hacer con la gente pobre que es hambrienta, carente de medios de vida, ignorante y voraz porque hay familias que sostener, las cuales, para desgracia, son numerosas hasta límites insostenibles.

Lo ciert o es que si no se garantizan ingresos mínimos de supervivencia para sectores que se constituyen en una suerte de "plaga bíblica" en el futuro próximo, considerando principalmente la contracción de la economía mundial con la reducción de los precios de las materias primas de exportación, los susodichos se lanzarán como langostas sobre las áreas protegidas para cultivar coca y algunos productos alimenticios, además de asesinar, no se puede emplear otro término (a pesar de que jurídicamente se aplica a seres humanos), a todos los animales que encuentren en su camino, ya sea para comérselos y/o utilizar sus restos con fines comerciales.

Lo utópico sería que se elimine a la mitad de la Humanidad actual, algo criminal a todas luces, para que la Naturaleza tenga un respiro. Como no se puede ni debe hacerlo, entonces, la solución pasa por el control de la natalidad. Que las familias no tengan más de dos hijos y que las madres sean esterilizadas directamente en los hospitales de manera obligatoria. El capitalismo no eliminará el hambre de más de dos mil millones de personas porque no responde a sus intereses inmediatos, lo que se debe hacer es restringir el crecimiento de la población, no vía abortos criminales, sino con procedimientos quirúrgicos que no asesinen a futuros seres, sino que impidan su concepción.

El principal error de los ambientalistas radicales, a pesar de sus buenas intenciones, es que "ven el árbol y no el bosque". Su fanatismo llega a resultar peligroso para la supervivencia humana. Son el colonizador, el campesino, el pobre desarraigado el mayor peligro por su simple supervivencia económica. Hay que atacar el mal de raíz. Y todo por simple sentido común.