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Domingo 25 de septiembre de 2016

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Cultural El Duende

Antonio Rojas

25 sep 2016

Antonio Rojas. Vallegrande, Santa Cruz, 1963. Escritor, poeta y crítico de cine y literatura. Ha publicado los poemarios: Cántico (1985); El viento y la piedra (1985) y Tiempo nombrado (1990) y Antología provisional (poesía joven de Santa Cruz, 1986).

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Tu nombre bromea conmigo,

se divierte

alejándote y acercándote a su antojo.

Si no estás a mi lado, tu nombre

te trae tatuada de recuerdos.

Si estás frente a mí,

pronunciarlo, Alhucema,

es extender un puente entre nosotros.

Así es tu nombre, anda loco por mi cabeza,

juega en mi sangre y baja hasta mi boca.

En mi interior tu nombre crece hasta estallar

y mi boca tardía, pausadamente, lo repite,

suave, tiernamente, como repite el eco.

A ese poco de tierra

adormecida

que lucha por evadir

la forma de la piedra,

un instante cualquiera,

una mirada,

desmadeja un viento allá en el fondo,

y líquida, transparente,

la tierra se lanza pendiente abajo

embriagada en su movimiento,

incendiando sus bordes,

más allá de sus límites

extendida hacia el espacio,

poblando el aire,

es aire ya, en el aire.

Ha madurado el sol

Ha madurado el sol

en la copa de los árboles.

Pacientemente una oveja

deshila su batido.

El corazón de la campana

palpita seis veces

y se paga tras un suspiro.

El viento se despereza

corriendo por el campo.

En la plazuela la pileta

abre su rosa de agua.

Un niño en sus sueños vuela

-como un águila-

Lejos, muy lejos del pueblo.

No regresar a la piedra

a descifrar la palabra

ya vivida,

no detenerse

a contemplarla

esperando

lo que no dirá nunca,

no remover escombros

en busca de vestigios.

Cruzar como un astro

apagado en la noche.

Hablar para que pasen

las palabras.

Ser como el rosal

que no intentó

guardar el aroma de una rosa,

diariamente crear otra

que abra nueva fragancia

sobre el aire.

La noche desnuda

tu cuerpo

del murmullo diurno

le quita los desleales colores

que el día urdió para ocultarlo

dejándolo entre mis labios

fragante, purísimo

como una luna entre dos montañas.

Miro tus manos

entre las mías

tu brevísima mano,

tu anunciadora mano,

la extiendo

como se extiende un mapa

y leo:

hay un camino

generosamente luminoso

para recorrerlo juntos.

una ventana azul

que da a un

dilatado campo verde

y un trinar de aves

que de vez en cuando

nos devuelve al mundo

y no es una profecía

lo que dice tu mano

pues nuestra dicha

o desgracia

nosotros la creamos.

Despójate del día

Y extraviada llega

hasta la noche.

Deja tus gestos

dormidos sobre el aire.

Que desbordado tu pelo

llegue hasta mis manos.

Mezcla letras,

números

y crea

tus propias palabras.

Acepta el último ritual,

entrégate al amor

para nacer de nuevo.

Desde un tejado

Desde un tejado,

un gallo se traga

el último lucero de maíz

que hay en el cielo.

Una calle empinada

y un letrero

"Salud corazón, chicha buena"

Se oye el tañir de las campanas.

Pasa una mujer

con mantilla negra.

Un perro aúlla

rabiosamente,

luego huye hacia abajo.

Canta el gallo y la luz

se desliza bailando

hacia el poblado.

Para que pueda

mirarme en tus ojos

para que mis manos

encuentren tus manos,

para que tu voz me invite

a compartir la noche,

han tenido que apilarse

los días en años;

sumarse los años

y formar signos

que excedan la memoria;

para que

nos encontráramos,

el tiempo

tendió un puente

hecho de siglos.

Para tus amigos: