Antonio Rojas. Vallegrande, Santa Cruz, 1963. Escritor, poeta y crítico de cine y literatura. Ha publicado los poemarios: Cántico (1985); El viento y la piedra (1985) y Tiempo nombrado (1990) y Antología provisional (poesía joven de Santa Cruz, 1986).
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Tu nombre bromea conmigo,
se divierte
alejándote y acercándote a su antojo.
Si no estás a mi lado, tu nombre
te trae tatuada de recuerdos.
Si estás frente a mí,
pronunciarlo, Alhucema,
es extender un puente entre nosotros.
Así es tu nombre, anda loco por mi cabeza,
juega en mi sangre y baja hasta mi boca.
En mi interior tu nombre crece hasta estallar
y mi boca tardía, pausadamente, lo repite,
suave, tiernamente, como repite el eco.
A ese poco de tierra
adormecida
que lucha por evadir
la forma de la piedra,
un instante cualquiera,
una mirada,
desmadeja un viento allá en el fondo,
y líquida, transparente,
la tierra se lanza pendiente abajo
embriagada en su movimiento,
incendiando sus bordes,
más allá de sus límites
extendida hacia el espacio,
poblando el aire,
es aire ya, en el aire.
Ha madurado el sol
Ha madurado el sol
en la copa de los árboles.
Pacientemente una oveja
deshila su batido.
El corazón de la campana
palpita seis veces
y se paga tras un suspiro.
El viento se despereza
corriendo por el campo.
En la plazuela la pileta
abre su rosa de agua.
Un niño en sus sueños vuela
-como un águila-
Lejos, muy lejos del pueblo.
No regresar a la piedra
a descifrar la palabra
ya vivida,
no detenerse
a contemplarla
esperando
lo que no dirá nunca,
no remover escombros
en busca de vestigios.
Cruzar como un astro
apagado en la noche.
Hablar para que pasen
las palabras.
Ser como el rosal
que no intentó
guardar el aroma de una rosa,
diariamente crear otra
que abra nueva fragancia
sobre el aire.
La noche desnuda
tu cuerpo
del murmullo diurno
le quita los desleales colores
que el día urdió para ocultarlo
dejándolo entre mis labios
fragante, purísimo
como una luna entre dos montañas.
Miro tus manos
entre las mías
tu brevísima mano,
tu anunciadora mano,
la extiendo
como se extiende un mapa
y leo:
hay un camino
generosamente luminoso
para recorrerlo juntos.
una ventana azul
que da a un
dilatado campo verde
y un trinar de aves
que de vez en cuando
nos devuelve al mundo
y no es una profecía
lo que dice tu mano
pues nuestra dicha
o desgracia
nosotros la creamos.
Despójate del día
Y extraviada llega
hasta la noche.
Deja tus gestos
dormidos sobre el aire.
Que desbordado tu pelo
llegue hasta mis manos.
Mezcla letras,
números
y crea
tus propias palabras.
Acepta el último ritual,
entrégate al amor
para nacer de nuevo.
Desde un tejado
Desde un tejado,
un gallo se traga
el último lucero de maíz
que hay en el cielo.
Una calle empinada
y un letrero
"Salud corazón, chicha buena"
Se oye el tañir de las campanas.
Pasa una mujer
con mantilla negra.
Un perro aúlla
rabiosamente,
luego huye hacia abajo.
Canta el gallo y la luz
se desliza bailando
hacia el poblado.
Para que pueda
mirarme en tus ojos
para que mis manos
encuentren tus manos,
para que tu voz me invite
a compartir la noche,
han tenido que apilarse
los días en años;
sumarse los años
y formar signos
que excedan la memoria;
para que
nos encontráramos,
el tiempo
tendió un puente
hecho de siglos.
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