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Domingo 05 de junio de 2016

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Cultural El Duende

Confesiones de una escritora viajera

05 jun 2016

Gaby Vallejo

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El ser humano es al mismo tiempo, un impulso hacia una diáspora y una fuerza de cohesión de sí mismo. Así, un secreto desajuste con algo íntimo le lleva a negociar con la aventura, a cruzar territorios desconocidos, a indagar las calles atravesadas por primera vez, a preguntar por el misterio de las personas que ingresan al alma o se apartan para siempre.

El impulso de la diáspora lleva al ser humano a pisar los andenes, los aeropuertos, los muelles en busca de algo ignorado que tal vez tiene el nombre de "sueños" o tal vez de "reencuentros", espacios donde parece que uno no es la misma persona.

Por otro lado, como juntando lo roto, lo perdido, lo abandonado en las rutas de los viajes, la fuerza de cohesión impele a volver al origen, a la ciudad, al cuarto propio de la risa y del llanto, del amor y la soledad. La cohesión que nos obliga a retornar, a ser nuevamente el mismo ser humano, con familia, trabajo y amigos, con una historia y un rostro personales, imposible de cambiarlos.

Los viajes han ocupado gran parte de mi vida, como un fascinado desplazamiento por ignotos lugares y por el misterio de las personas y más todavía, un desplazamiento por el estupendo proceso de escritura.

He compartido algunos fragmentos de mis libros, con instituciones, con amigos. Algunos amigos han decidido viajar a impulso de mis sueños y visiones, otros han adquirido un nuevo pasaje, sin costo, a través de mis libros, para ingresar a aquella calle, a aquel museo, a aquel barco en que también vibraron por lo desconocido. Hoy, mis viajes, son de ustedes.

Cómo no agradecer a la fortuna que me dio muchas oportunidades de viajar sin costo, por castillos y teatros bellísimos como también me regaló un transitar temblando de miedo, por nocturnas estaciones de los metros de la droga, del alcohol, de la esvástica, que me expusieron lo humano en antitéticos rostros.

Cómo no agradecer a la escritura que me dio los instrumentos para registrar el paso de mi cuerpo y de mi alma por los laberintos del mundo.

Cómo no agradecer que hayan amigos que se aproximan a mis libros con la gran altura humana y literaria. Cómo no agradecer a los escritores y amigos de la Unión Nacional de Poetas de Quillacollo y a todos les escritores aquí presentes que acompañaron siempre mi paso de escritora por los laberintos de los libros.

Cómo no agradecer a los profesores y alumnos por creer en mí, leerme y dejarme ser lo que soy. Para todos, mi agradecimiento, con kilómetros y kilómetros de mi corazón viajero.

Fui expulsada de un tren que iba de Koblens a Suiza simplemente porque el tren pasaba por frontera francesa y yo, no tenía visa de ingreso a Francia. La "POLICE DU FRANCE" abrió mi camarote y aunque era, la plena madrugada, no tuvo reparos de sacar mis valijas, llevarme a la gendarmería, escribir un documento a máquina de escribir que decía que había sido encontrada en la frontera, sin permiso de ingreso a Francia y que una segunda vez, supondría una grave sanción. La misma POLICE DU FRANCE me puso en un carril pequeño que me devolvió a Koblens. Eso fue en los años 70. Conmigo iban tres mujeres bolivianas más, con el mismo destino. Ese documento escrito en máquina antigua está guardado en mi museo personal.

Azorín, el ensayista mayor de la Generación del 98, recorrió la ruta que el personaje imaginario de Cervantes, Don Quijote, había recorrido en sus aventuras por "desfacer entuertos". Fui invitada por la Asociación Española de Lectura a recorrer aquella ruta del Quijote, que Azorín fuera personalmente a recorrer y a escribirla. La hazaña la hice en compañía de representantes de las diversas Asociaciones de Lectura de Latinoamérica y comí las comidas que comió El Quijote y vi en un museo los instrumentos musicales de la época, con los datos de la página y el texto en el que estaba citado ese instrumento musical en "El Quijote".

Cuba, mi llegada a Cuba fue siempre una herida. Aunque allí se convocaba a escritores y se los reunía bajo el lema de José Martí "Los libros cierran las heridas que las armas abren", yo sentía siempre la herida abierta, en mí y en los amigos cubanos de los dos lados: los que radicaban en la isla y los que la miraban desde Miami.

Fui maltratada verbalmente por un inspector de migración en Miami, cuando iba invitada como "gran invitada especial" a un Congreso de Escritoras en Puerto Rico. El torpe inspector -tan latino como yo, por sus rasgos- trató de "Cochinos y narcotraficantes" a los viajeros de mi país, Bolivia, incluyéndome.

Fui víctima ingenua de un fotógrafo chantajista que me invitó a comer a un restaurante en la plaza Marienplatz de Munich y se sacó una foto conmigo, en la que ponía su brazo sobre mi hombro, que luego quería utilizarla contra mí, para pasar por mi amante.

Una noche dormí en un burdel de Luxemburgo, sin saberlo. �ramos cuatro mujeres bolivianas y habíamos llegado de la URSS, muy tarde, casi a media noche a la estación de la ciudad. Dos mujeres nos quedamos en el andén para cuidar el equipaje y dos fueron a buscar algún alojamiento cercano. Una volvió con la noticia de que no había posibilidad alguna. Otra, con que -por esa noche- nos prepararían una habitación en un alojamiento. Aunque la mujer que atendía en el mostrador era extraña, raramente pintarrajeada y veía una película pornográfica en el televisor, no nos intrigó mucho. Ya nada nos sorprendía en Europa. Sólo a la mañana siguiente, cuando vimos en las vitrinas de la calle, las fotos de las mujeres desnudas oferentes de su cuerpo sensual, caímos en la verdad. Habíamos dormido en las camas del placer de un burdel.

No todo fue una lección de humanidad al estilo de las anteriores experiencias. Tuve viajes estupendos que me ofrecieron la oportunidad de vivir por ejemplo, tres meses en un castillo de verdaderos reyes. Así en el Blutenburg, Munich donde hoy se encuentra la Biblioteca de la Juventud, la más grande del mundo para niños y jóvenes, donde investigué el tema del uso sexista del lenguaje y las imágenes en los libros para niños, que después fue mi libro "De toros y rosas, imágenes del sexismo en la literatura infantil", o el castillo de Lavigny, Suiza, donde para llegar allá, los escritores íbamos comprometidos voluntariamente a escribir una obra en dos meses, como prueba de que era posible cuando nada convocaba a la calle, cuando la vida cotidiana no perturbaba al artista. Así escribí los cuentos "Del Placer y la muerte" que fueron editados en Argentina, en su primera edición y el editorial "Hoguera", en Bolivia en su segunda edición.

He viajado bastante por haber escrito como mujer. La escritura de mujer ha producido en las últimas décadas reacciones de diversa connotación. Las más significativas tienen que ver con la negación, el silencio o con la validación y el reconocimiento. Cualquiera de ambos extremos, implica la percepción de su existencia; el desconcierto, en muchos casos. Un signo de que algo sucede en torno a la escritura y lectura de mujeres.

La sociedad en general maneja prejuicios altamente tendenciosos contra la escritura de mujer. Así, los más, no leen libros de mujeres, menos aún las investigaciones y estudios que se publican sobre escritura de mujer en libros y revistas especializadas en literatura contemporánea.

¿Qué significa la producción de mujeres para una mujer escritora, como es mi caso? ¿A qué reflexiones me ha llevado esta decisión de registrar el mundo a mi manera? ¿Qué ha significado este proceso de escribir, leer y viajar como mujer?

Los viajes a congresos iluminaron mis lecturas. Me ofrecieron el aprendizaje de una lectura nueva. Antes había leído todo texto como nos enseñaron en una sociedad construida por siglos por mentalidades y visiones masculinas. Veía lo que unilateralmente habían visto ellos desde siempre. Hasta que, todos o cualquiera de los que empezaron a leer de otro modo, me dieron la luz. Aprendí a leer a las mujeres y a los hombres con un nuevo enfoque. Descodificar los textos fue todo un proceso, desde el uso de los mensajes, el lenguaje, los elementos evidentes y subyacentes que antes parecían universales. Ya no podía ser inocente frente a los amados clásicos. Cuando retornaba a ellos, empezaba un proceso de relectura, como si me hubiera puesto un lente que me permitía ingresar a lo que estuvo antes invisible.

Si bien, cualquier escritor, hombre o mujer, puede escribir indistintamente sobre hombres y mujeres, usando un derecho inalienable como es el de libre expresión de artista, sucede que hasta unas décadas atrás, sólo los varones asumieron ese derecho de describir sensaciones de cuerpo de mujer, pensamientos, sentimientos de mujer y asumiéndolo, construyeron famosos personajes femeninos: Madame Bovary, Ana Karenina, etc.

Posiblemente lo que tenemos que decir las mujeres de esta época al mundo, sea exclusivamente lo callado, lo aguantado, como resultado de la opresión, del silencio de siglos. Posiblemente sea la defensa del cuerpo, femenino que fue y es todavía reprimido, vituperado, satanizado.

En los viajes aprendí a re-leer y re-escribir el mundo, a re-leer la palabra de los otros, nuestras palabras mismas, la historia y las historias del arte y por tanto, la historia de la literatura. Por ahora, escribir lo femenino, leer lo femenino, son todavía desafíos. Afortunadamente, en esta búsqueda estamos acompañadas de muchos varones.

He viajado mucho y amado mucho los caminos. Tres veces llegué a Corea del Sud, porque los libros para niños tienen allí, cada año, una fiesta de un mes entero. Llevé a Rosario Moyano, mi ilustradora porque nos ganamos, en aquel mágico país, el derecho de publicar en coreano y en inglés un cuento para niños "La cuatro esquinas del mundo" en el proyecto internacional "Historias de paz".

Olvido muchas historias de viaje, "signadas por lo inesperado", pero me detengo en la aventura más cautivante, la aventura de robarse el mundo desde un camino, una ciudad, una calle, un café, con la mejor arma que es la escritura.

¿Que por qué escribo?

Descubrí a los quince años, por un amor prohibido, que la escritura me descargaba del dolor. Escribí por años, textos muy íntimos.

Después me vi forzada a escribir una monografía y me fascinó. Era introducir mi voz en la voz de otros escritores.

El dolor de mi país, con dictaduras y golpes de estado, me dictó las novelas testimoniales y duras.

Los niños sin libros, sin las llaves de ingreso a la fantasía universal, me cambiaron la vida. Giré 90 grados, aposté mi tiempo por la escritura de libros infantiles.

Los viajes me enfrentan con la otra Gaby, la que está escondida esperando un camino jamás pisado, un amigo nuevo, un extraño misterio en la casa de un poeta muerto, que me impulsa a escribir.

Cada que escribo me retiro enriquecida.

* Gaby Vallejo Canedo. Cochabamba, 1941.

Escritora y profesora.

Académica de la Lengua.

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