Domingo 01 de marzo de 2015
ver hoy
¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...
HABLAR
Si el divino maestro impetró de su señor padre el perdón “para los que no
saben lo que hacen”, con cuánta mayor razón lo hubiese pedido para los
que no saben lo que dicen
(Juan Francisco Bedregal)
Ocurre que el “decir” sea quizá una de las más importantes formas del hacer. La palabra es poderosa y decisiva; a su turno encanta, fascina, decide y también precipita; como maravilloso poder de la oratoria, puede, en una frase, trazas nuevos destinos, cambiar la suerte de las batallas, volcar la opinión y aplausos de las multitudes, salvar y perder. Por ello será siempre importante saber lo que se dice.
En los Proverbios de Salomón se lee: “La boca del justo producirá sabiduría; mas la lengua perversa será cortada. Los labios del justo saben hablar lo que agrada; mas la boca de los impíos hablará perversidades”.
Y en San Mateo se lee: “Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre”
Se refiere que el célebre fabulista Esopo, habiendo recibido orden de su amo Janto de ir al mercado y traer lo mejor que hallara para un banquete, preparó variados platos de lengua, de suerte que los convidados se cansaron con ellos; pero Esopo manifestó haber cumplido con la voluntad de su amo, y dijo: “¿Pues, qué cosa puede haber mejor que la lengua? Es el lazo de la vida civil, la clave de la ciencia, el órgano de la verdad y de la razón; con su auxilio se construye las ciudades y se civiliza e instruye; con ella se persuade y se reina en las asambleas, y cumple uno con el primero de los deberes, que es el de alabar a los dioses”.