Loading...
Invitado


Domingo 09 de noviembre de 2014

Portada Principal
Cultural El Duende

Claudia Peña Claros

09 nov 2014

Claudia Peña Claros. Santa Cruz, 1970. Poeta, periodista, narradora y ensayista. Ha publicado en poesía: Inútil ardor (2005). Con el cielo a mis espaldas (2007). En narrativa: El evangelio según Paulina (2003) y Que mamá no nos vea (2005) y el libro de ensayo sociológico Ser cruceño en octubre. Una aproximación a los procesos de construcción de la identidad cruceña a partir de octubre de 2003 (2006).

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Las mujeres de mi casa

Las mujeres de mi casa suelen morirse de tristeza.

Abren el pecho a la muerte que anida dentro.

Rinden ellas la carne muda:

viejas sirenas vencidas de cantar.

Mujeres ahogadas en un mar de serenidad.

Ha heredado mi cuerpo la tristeza de aquellas mujeres.

Mi carne tiende a la muerte.

Por eso me entrego a las aguas profundas.

Busco las heridas del vacío y las lamo con ferocidad animal.

Bajaré a la noche,

a vencerme en la noche.

Las mujeres de mi casa se mueren de pena.

Yo traiciono el abandono

y la espera.

En Urubichá

Frente al abismo estaban las ballenas llamándome

apago la vela y decido

no entrar.

Cuando aprisiono ciclones

(relinchan tus caballos, abuelo)

en el pecho

para recoger a los niños del colegio.

Todo este cuerpo.

Tanto labio.

Tantos dedos.

La música del agua (abrir el círculo)

por la tarde en Urubichá (acurrucarse dentro).

Tengo el hambre./ Tengo las fieras.

Tengo los flujos./ La esencia.

Y, sin embargo, (un mes más allá está mi vida)

no puedo.

Sudo a orines (me detengo).

Tiembla palabra (miedo)

Cuerpo se ha ido (abrime, Claudia, la puerta)

Cuerpo vacío (dejame entrar)

Vacío/ vacía/ de mí.

Nuestra casa

Nuestra casa

de espacios vacíos

duele en los ojos.

Nos despierta el silencio

cuando lame (como perro)

la palma de nuestras manos

quietas.

Es atroz

el peso de la nada.

Abrimos la ventana y no está

la enredadera.

Nos sentamos a la mesa y no están

los platos.

No está el patio

en el patio.

La esperanza

de días templados

de bicicleta

y caligrafía perfecta

no llena

no completa

no aliviana.

Nuestra casa vacía

nos duele

baila sin música

nos aúlla

en alguna esquina

el silencio

lejos de todo.

Cuando me muera

Cuando me muera / ojalá

alguna mujer

planche amorosa

mis sábanas blancas

coloque amorosa

sobre la cama

mis almohadas blancas

silenciosas ellas

y acompañadas / ojalá

sus manos alisen

los dobleces

las dulces imperfecciones / de hilo

cuando me muera / por la noche

despejadas la cortinas

abiertas las ventanas.

Madre reniega de mí

Madre reniega de mí,

esconde los permisos,

suspende la sonrisa,

quiere enseñarme a esperar.

Luminosa, amasa el pan,

guarda las horas,

intenta dominar

mi hambre de suspiros,

la constante ensoñación.

Madre, le digo,

¿no ve que no hay puertas?

¿no ve que no hay calles

ni horario, ni nombres?

Madre,

no gaste la vela guardándome,

no es que me vaya

es que nunca estuve.

Grumos

Soñé mis pechos y en la orilla de mis pechos

los pezones eran como de mazapán reseco,

pequeños grumos separándose unos de otros,

lanzándose irremediablemente al vacío.

Hinchados,

desahuciados los pezones desangrándoseme.

Era una llama ardiente la piel bajo aquella lenta despedida.

Soñé que nada podría detener el resquebrajarse.

Aún disgregados, esos preciosos pedazos

seguirían siendo míos.

Yo misma en lo roto, en el resto al final de la caída.

Intento descifrar esa angustia.

La que nutre debe de estar adolorida.

Debe de estar asfixiando alguna canción dentro de mí.

Retorno una y otra vez a mis pezones heridos

y los quejidos me perturban.

Permanezco quieta, esperando la palabra cierta.

Aguardo a que en el silencio me roce, pero no puedo,

no puedo entender sus motivos.

Apenas, mis pezones aúllan.

Y el vacío.

Para tus amigos: