Domingo 03 de febrero de 2013
ver hoy
El juego de palabras es eterno. Demóstenes ya jugaba con ellas, a sus veinte años pronunció sus primeros discursos judiciales dando, a sus palabras, el contenido que él quería darle.
Hoy, la rapidez de la información, la tergiversación del discurso político, la superposición entre propaganda y mensaje político, el bombardeo sistemático de publicidad sin ética y la información rapsódica sin contexto, origina una inflación de información que no sirve para “ver debajo el agua”, que es lo que debe hacerse en una buena democracia. Por eso debemos defender a las palabras que tienen un contexto que nos permita apoyar o protestar con bases reales, solo así se entabla el debate de ideas, fundamental para la buena salud de la democracia.
En mis años revolucionarios vivíamos un mudo caracterizado por la bipolaridad. La guerra fría se dio en las dos Alemania pero también en la mina de Colquiri. En todas partes se planteaba el conflicto ideológico. La división política del mundo no permitía, por lo menos en el entonces llamado tercer mundo, una alternativa democrática porque ésta tenía una de las caras de la bipolaridad. Eran democracias manipuladas, controladas, por eso la revolución apareció como un remedio no solo frente a las injusticias socio-económicas sino como método de liberación nacional sobre todo en aquellos lugares donde aún se sentía el olor al colonialismo.
