El juego de palabras es eterno. Demóstenes ya jugaba con ellas, a sus veinte años pronunció sus primeros discursos judiciales dando, a sus palabras, el contenido que él quería darle.
Hoy, la rapidez de la información, la tergiversación del discurso político, la superposición entre propaganda y mensaje político, el bombardeo sistemático de publicidad sin ética y la información rapsódica sin contexto, origina una inflación de información que no sirve para “ver debajo el agua”, que es lo que debe hacerse en una buena democracia. Por eso debemos defender a las palabras que tienen un contexto que nos permita apoyar o protestar con bases reales, solo así se entabla el debate de ideas, fundamental para la buena salud de la democracia.
En mis años revolucionarios vivíamos un mudo caracterizado por la bipolaridad. La guerra fría se dio en las dos Alemania pero también en la mina de Colquiri. En todas partes se planteaba el conflicto ideológico. La división política del mundo no permitía, por lo menos en el entonces llamado tercer mundo, una alternativa democrática porque ésta tenía una de las caras de la bipolaridad. Eran democracias manipuladas, controladas, por eso la revolución apareció como un remedio no solo frente a las injusticias socio-económicas sino como método de liberación nacional sobre todo en aquellos lugares donde aún se sentía el olor al colonialismo.
Cuando caen los paradigmas ideológicos y la bipolaridad se convierte en multipolaridad, aparece la democracia como el expediente para solucionar los conflictos que seguían pendientes.
Evo Morales es uno de los que ganó con ventaja unas de esas elecciones dentro del marco llamado “democrático burgués”. Fue la prueba de que el método no era tan tramposo como se lo suponía. Incluso la democracia real existente, es la verificación de que, en ese contexto, se pueden producir cambios irreversibles, uno de ellos es la sustitución de una élite por otra. Sin embargo hay tendencia a dicotomizar, a volver a la lucha de clases, a agudizar las contradicciones, cuando el método de la victoria – las elecciones democráticas – plantea la complementariedad, la búsqueda (permanente) del “justo medio” y la unidad en la diversidad.
Por eso es necesaria la aparición de una oposición moderna que haga frente a la tergiversación del fundamento de la democracia: la alternancia, la libertad de opinión, la solidaridad y la fraternidad. Y sobre todo una economía nueva, porque hay economías que matan de hambre y hay las que tienen el viejo sustrato moral del calvinismo o del luteranismo.
La inexistencia de una oposición ayuda, a los que quieren retornar a la dicotomía falsa entre “este y oeste”, que moteja a sus oponentes de contra revolucionarios cuando no se trata de revolución sino de reforma que es lo que se da en un contexto democrático. Si los ganadores como Evo, Correa u otros no han podido o no han querido ser más democráticos que sus antecesores, la oposición debe ser justamente más democrática y ello significa rescatar del vocabulario político el concepto socialista, pero en un contexto democrático.
La sociedad actual no es la misma que la de ayer, hay nuevas formaciones sociales, hay una interacción entre las diferentes capas de la clase media, hay otro tipo de manifestaciones políticas, tímidamente todas ellas plantean el consenso, por eso no sirven oposiciones feudales o señoriales y tampoco oficialismos que en lugar de rescatar las palabras y ponerlas en el contexto democrático, insultan o se juntan a tocar cacerolas o en frentes débiles llevados por la coyuntura. Son oposiciones inmediatistas que hace suponer que harán lo mismo que los criticados, es decir, feudalizar el poder y eternizarse en él.
Las oposiciones deben construirse con una plataforma que rescate la verdad y una de ellas es aceptar los cambios. La nueva élite está más cerca o es parte de la clase media, el que haya un par de representantes obreros o campesinos no modifica la estructura social y sobre todo no cambia el pensamiento.
¿Acaso no es eso lo que queríamos los viejos revolucionarios, la incorporación de los ninguneados al escenario político?
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