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Invitado


Domingo 30 de septiembre de 2012

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Cultural El Duende

Luis Fuentes Rodríguez - Luz Aparicio de Fuentes

30 sep 2012

Fuente: LA PATRIA

Potosí. Poeta, maestro y escritor. Ha publicado, entre otros: Sambo (1958); Elegía para el niño que fui; Las muertes de Cristo (1968); Antología de poesía boliviana para niños (1969); Nilo Soruco Arancibia (estudio-2001). Distinciones: Primer Premio de Poesía de la UTO (1969); Primer Premio IV Centenario de Cochabamba. • Tarija. Poeta, maestra y narradora. Ganadora de distinciones nacionales, tiene publicaciones en medios de difusión local y nacional. Su poesía ilumina, está habitada por Dios. Exalta la vida porque ama en nombre de los que olvidan. Desde su pago, cual parras en flor, extiende sus versos para tornar en coplas el amor.

Sonetos

I

Mojada de rocíos consagrados,

la chica del mandil se va a la escuela.

Tras ella, un aire de gardenias vuela

¡Y el claror de unos lirios perfumados!

Una corona de astros ensoñados

ciñe su frente de bruñida estela.

Si parece, al andar, una gacela

que deja limpias huellas en los prados.

¡Cuán inocente es! ¡Cuánta dulzura!

¡Es una lámpara cubierta de turpiales!

Una perla de incienso en la pavesa.

A esta hora frutal los manantiales

la ven pasar ¡airosa la cabeza!

(el alma blanca y la plegaria pura)

II

A Mario Guzmán, de Manaus

Seguro que habrá huesos astillados

cuando peche el viento contra el cacto.

Sobre él, el amor ha establecido un pacto:

¡Habrá días de trinos constelados!

En el nido los pájaros callados

cubren los huevecillo en el acto.

Dice él: Todo parece que está intacto,

(¡Los picos de la muerte están sellados!)

Mas ¡ay! ¡Fustiga el viento de la puna!

Que dando arremetidas, trota y sube

al silencio mortal, con su alboroto.

Como queriendo desgarrar la luna

(Que acaricia en sus brazos una nube)

¡Todo, menos el nido, queda roto!

III

Dormido entre ángeles azules

yaces callado, con tu lira de oro.

¿Me oyes? ¡Ha enmudecido el coro!

Se han derrumbado los invictos tules.

¡Oh mojado silencio en los azules

espejos rotos –¡astillados de oro!–

no tañerán campanas en el coro

ni habrá lirios ni brillantes tules.

Tú te has ido, con ellos, al misterio.

Nos has dado la espalda con tu huida.

Te alejaste, de pronto, con tu muerte.

Hoy me abrumo y mañana ¿qué misterio

te rescatará, hermano, de tu huida?

¡Voy detrás de tu sombra, con mi muerte!

IV

Eres la memoria de un cofre puro

–pequeño búcaro de oro y plata–

Las gardenias que, en la luz, Él desata.

En ti, hijo del alma, no hay nada impuro.

¡La luz es bendecida! ¡Es siempre grata!

–Celador del amor que te delata

como un leño del sol brillante y puro.

Tú estuviste a mi lado en la dolencia

¿Te quedaste conmigo en la fortuna?

¡Ella pasó… como una mariposa!

Viene de ti una aureola sigilosa

así en la noche, la brillante luna…

¡a develar la paz de tu presencia!

Luis Fuentes Rodríguez

El retorno

En largos años desmenucé mi vida,

caminando…

¿Dónde olvidé tu flor?

¿Dónde mi aurora?

Yo corría tras de ti, con la premura

de abrigar tus manos en las mías.

¡Nunca te alcancé!

Tú siempre ibas delante

–extraviado en los caminos–.

Yo sólo percibía

el rumor de tu carrera

lejos de mis ansias y el pulso de mi sangre.

El viento que apuraba mis espaldas

–cansado y viejo–

se quedó dormido

en el primer vado del río.

¡Ay! ¡Cuánto te amé!

Cómo perseguí las huellas

de tus pasos,

¡con mi ternura de otoño!

con mi voz desmelenada de angustias apagadas,

con mis pasos urgiendo las tristezas.

Te busqué en el aguacero

¡siempre en fuga!

En esas tardes redondas

cuando descansaba el sol

entre los sauces

y en los mágicos relentes

azuleados de violetas.

¡Todo fue en vano!

El rescoldo de la fragua

hizo heridas en mis ojos.

Se apagaron mis lágrimas

y mi voz se hizo silencio.

Ya no supe más de endechas

ni del verdor de mis ansias.

¡Sin embargo, en el fondo de mi alma

nació un as pequeño de esperanza.

Entonces, retorné

al pago donde nacimos.

Mi cuerpo estaba enfermo,

¡los pies cargando largos cansancios

de senderos desolados!

No encontré tu amor

¡ni mi nombre escrito en tu ventana!

Desolación

La casa solariega

de mis padres

ha envejecido

lejos de mi tiempo y de mi sangre.

La fronda que la ceñía

ya no es sombra ni fragancia.

¡Es silencio

y es olvido que lastima

y se desangra!

Han emigrado los pájaros

es silencio

y es olvido.

El río que en la hondura

se iba azuleando las piedras

hoy –agotado y triste–

se ha vuelto un hilo de lágrimas

que se escurre furtivo

en su agonía.

El horno de la casa

hecho de adobe

y aromado de molles

no es sino escombros

trajinados

por las sombras.

Por aquellas

que retornan

a llorar

un pasado

que amarraron

en las horas

que fueron risa y canto.

La casa de mis padres

está sola

en su agonía.

Luz Aparicio de Fuentes

Fuente: LA PATRIA
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