Potosí. Poeta, maestro y escritor. Ha publicado, entre otros: Sambo (1958); Elegía para el niño que fui; Las muertes de Cristo (1968); Antología de poesía boliviana para niños (1969); Nilo Soruco Arancibia (estudio-2001). Distinciones: Primer Premio de Poesía de la UTO (1969); Primer Premio IV Centenario de Cochabamba.
• Tarija. Poeta, maestra y narradora. Ganadora de distinciones nacionales, tiene publicaciones en medios de difusión local y nacional. Su poesía ilumina, está habitada por Dios. Exalta la vida porque ama en nombre de los que olvidan. Desde su pago, cual parras en flor, extiende sus versos para tornar en coplas el amor.
Sonetos
I
Mojada de rocíos consagrados,
la chica del mandil se va a la escuela.
Tras ella, un aire de gardenias vuela
¡Y el claror de unos lirios perfumados!
Una corona de astros ensoñados
ciñe su frente de bruñida estela.
Si parece, al andar, una gacela
que deja limpias huellas en los prados.
¡Cuán inocente es! ¡Cuánta dulzura!
¡Es una lámpara cubierta de turpiales!
Una perla de incienso en la pavesa.
A esta hora frutal los manantiales
la ven pasar ¡airosa la cabeza!
(el alma blanca y la plegaria pura)
II
A Mario Guzmán, de Manaus
Seguro que habrá huesos astillados
cuando peche el viento contra el cacto.
Sobre él, el amor ha establecido un pacto:
¡Habrá días de trinos constelados!
En el nido los pájaros callados
cubren los huevecillo en el acto.
Dice él: Todo parece que está intacto,
(¡Los picos de la muerte están sellados!)
Mas ¡ay! ¡Fustiga el viento de la puna!
Que dando arremetidas, trota y sube
al silencio mortal, con su alboroto.
Como queriendo desgarrar la luna
(Que acaricia en sus brazos una nube)
¡Todo, menos el nido, queda roto!
III
Dormido entre ángeles azules
yaces callado, con tu lira de oro.
¿Me oyes? ¡Ha enmudecido el coro!
Se han derrumbado los invictos tules.
¡Oh mojado silencio en los azules
espejos rotos –¡astillados de oro!–
no tañerán campanas en el coro
ni habrá lirios ni brillantes tules.
Tú te has ido, con ellos, al misterio.
Nos has dado la espalda con tu huida.
Te alejaste, de pronto, con tu muerte.
Hoy me abrumo y mañana ¿qué misterio
te rescatará, hermano, de tu huida?
¡Voy detrás de tu sombra, con mi muerte!
IV
Eres la memoria de un cofre puro
–pequeño búcaro de oro y plata–
Las gardenias que, en la luz, Él desata.
En ti, hijo del alma, no hay nada impuro.
¡La luz es bendecida! ¡Es siempre grata!
–Celador del amor que te delata
como un leño del sol brillante y puro.
Tú estuviste a mi lado en la dolencia
¿Te quedaste conmigo en la fortuna?
¡Ella pasó… como una mariposa!
Viene de ti una aureola sigilosa
así en la noche, la brillante luna…
¡a develar la paz de tu presencia!
Luis Fuentes Rodríguez
El retorno
En largos años desmenucé mi vida,
caminando…
¿Dónde olvidé tu flor?
¿Dónde mi aurora?
Yo corría tras de ti, con la premura
de abrigar tus manos en las mías.
¡Nunca te alcancé!
Tú siempre ibas delante
–extraviado en los caminos–.
Yo sólo percibía
el rumor de tu carrera
lejos de mis ansias y el pulso de mi sangre.
El viento que apuraba mis espaldas
–cansado y viejo–
se quedó dormido
en el primer vado del río.
¡Ay! ¡Cuánto te amé!
Cómo perseguí las huellas
de tus pasos,
¡con mi ternura de otoño!
con mi voz desmelenada de angustias apagadas,
con mis pasos urgiendo las tristezas.
Te busqué en el aguacero
¡siempre en fuga!
En esas tardes redondas
cuando descansaba el sol
entre los sauces
y en los mágicos relentes
azuleados de violetas.
¡Todo fue en vano!
El rescoldo de la fragua
hizo heridas en mis ojos.
Se apagaron mis lágrimas
y mi voz se hizo silencio.
Ya no supe más de endechas
ni del verdor de mis ansias.
¡Sin embargo, en el fondo de mi alma
nació un as pequeño de esperanza.
Entonces, retorné
al pago donde nacimos.
Mi cuerpo estaba enfermo,
¡los pies cargando largos cansancios
de senderos desolados!
No encontré tu amor
¡ni mi nombre escrito en tu ventana!
Desolación
La casa solariega
de mis padres
ha envejecido
lejos de mi tiempo y de mi sangre.
La fronda que la ceñía
ya no es sombra ni fragancia.
¡Es silencio
y es olvido que lastima
y se desangra!
Han emigrado los pájaros
es silencio
y es olvido.
El río que en la hondura
se iba azuleando las piedras
hoy –agotado y triste–
se ha vuelto un hilo de lágrimas
que se escurre furtivo
en su agonía.
El horno de la casa
hecho de adobe
y aromado de molles
no es sino escombros
trajinados
por las sombras.
Por aquellas
que retornan
a llorar
un pasado
que amarraron
en las horas
que fueron risa y canto.
La casa de mis padres
está sola
en su agonía.
Luz Aparicio de Fuentes
Fuente: LA PATRIA
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