La política interna y externa de Israel se basa mucho en la relación que tiene con sus ciudadanos rusos y drusos.
Ambos pueblos provienen de geografías y culturas muy dispares. Si Rusia es el mayor país tanto de Europa como de Asia, los drusos son un pequeño pueblo árabe con su propia religión pero sin Estado repartidos en las montañas que están entre Israel, Líbano, Siria y el Golán.
Hace un siglo Rusia era el imperio que tenía más judíos en el mundo, a quienes, además, discriminaba. Ante la segregación y los pogromos de los cuales eran objeto durante el zarismo, muchos judíos decidieron impulsar movimientos sionistas y colonizar Palestina.
Ellos reclamaban volver a la tierra de sus ancestros y decidieron que su lengua no sería el ruso o el yiddish (judeo-alemán) sino un hebreo re-creado. A la emigración israelita de Europa oriental le siguieron otras oleadas de todo el mundo, incluyendo la mayoría de los judíos de los países musulmanes que rechazaron la creación de Israel en 1948.
El último aluvión inmigratorio hacia Israel provino del bloque soviético en descomposición, pero los nuevos colonizadores, a diferencia de los pioneros, no traían los mismos idealismos, estaban más desjudaízados, no eran prosocialistas sino muy anticomunistas y han mantenido más su lengua y tradiciones rusas. Es de este sector que proviene el canciller Lieberman y su partido que propone una solución “a la yugoeslava” del diferendo Israel-Palestina, planteando dos Estados étnicamente depurados, lo cual conduciría a que Israel eche a sus habitantes árabes de la misma manera que Croacia hizo lo propio con los serbios.
El secularismo pro-limpieza étnica de muchos nuevos emigrantes rusos de Israel no cae a pelo con el viejo sionismo ni con los ortodoxos, pero Netanyahu les utiliza en sus negociaciones ante EE.UU. y los palestinos.
Los drusos, en cambio, son una secta milenaria que nunca tuvo contacto directo con Rusia y que solo a fines del siglo XIX conoció a los primeros rusos sionistas. Estos árabes, al igual que los alawitas de Siria, tienen una religión llena de misterios originada en el chiismo islámico que se refugió en los cerros y en cultos secretos ante la represión de distintos reinos mahometanos.
Mientras el Baath sirio hizo que los marginados alawitas se conviertan en sus líderes y propusieran un panarabismo que buscara eliminar a Israel, Tel Aviv logró transformar a los drusos locales en ciudadanos, muchos de los cuales se alistan en el servicio militar, civil y diplomático de Israel, al que ven como un protector suyo frente a antiguos perseguidores musulmanes.
Los drusos han servido como el prototipo de etnias locales no judaicas que Israel busca atraer en el Medio Oriente contra sus enemigos, algo que ha intentado hacer con los cristianos de Líbano y otros países, y también con muchos kurdos.
(*) Analista internacionalwww.bigio.org
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