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Domingo 04 de marzo de 2012

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Revista Dominical

El ego de unos y el voto nulo de otros

04 mar 2012

Fuente: La Patria

Por: Márcia Batista Ramos - Escritora

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Por pensar que el voto nulo haría entender a los políticos que deben cambiar, mucha gente optó por esa posibilidad al emitir su voto en la primera elección al poder judicial. Pero esa creencia popular, del mensaje de disconformidad implícito en el voto nulo, revela una incomprensión profunda del funcionamiento del poder político.

“El voto nulo o en blanco, sencillamente, beneficia a los que sacan más votos”.

Más allá de la protesta, del gesto digno… es un hecho que no tiene mayores repercusiones.

Es un mensaje vano, porque el político es un hombre de poder; pero, es necesario entender que, en ese caso, es un poder legitimo, adquirido a través de la constitución.

El mensaje no llega al hombre de poder, simplemente por cuestiones del ego. El ego desarrollado por la investidura de un cargo público, no permite al político sentir el rechazo expresado a través del voto nulo, como una indignación moral. Peor, el político no percibe al voto nulo como algo que le pueda hacer daño.

El ego aleja, de tal manera, al político de la objetividad, al punto que él pierde de vista la obligación ética y moral de su investidura.

Por cuestiones de ego, el hombre público empieza a entender que el poder está ahí para ser usado, olvidándose de que el poder viene acompañado de mucha responsabilidad social, además de una acepción moral tan grande cuanto importante.

Ese tipo de actitudes ególatras de los políticos, no les permite ocuparse de resolver los problemas estructurales de un país, pues, pierden el tiempo en nimiedades, generando así, gran rechazo de la población civil, que en su impotencia opta por el voto nulo, olvidándose del real significado del voto nulo.

Cambiar a todos los políticos de turno es un deseo general cuando los ciudadanos enfrentan el agobio económico, entre otros problemas, en su diario vivir; pero esa es una consigna pueril, (aún cuando parezca necesaria). Se parece a cuando en una pareja uno de los miembros dice que la culpa de todos los problemas la tiene el otro. Es una manera del ciudadano quedar bien, de no ponerse en cuestión, de no hacerse responsable de sus elecciones y por ende de los problemas que le agobian por elegir a las personas equivocadas.

Los problemas no son ni siquiera algo malo, son la forma constante que adopta la producción de realidad, son la manifestación del camino del crecimiento al permitieren cambiar las condiciones incómodas.

Esta sociedad tiene problemas, porque los problemas son inherentes a las sociedades vivas; no se trata de ninguna excepción en el planeta.

No adelanta indignarse y repetir entre convivas las palabras: gobierno inepto a los gritos; hay que diseñar acciones útiles, hay que ejercer plenamente la democracia.

Democracia no es sólo votar. Es votar a favor de algo, apoyar gestiones, participar y sobre todo ser capaz de crecer en una sociedad.

Democracia es volverse capaz de hacer lo que uno quiere e impregnar a la sociedad con ese camino de acción.

La visión más realista e integrada es la que hace crecer al individuo. El deseo de cada ciudadano de vivir mejor es el punto de partida.

No es aceptable que los políticos convoquen al sacrificio (implícita o explícitamente), como hace el gobierno de la isla o como lo hicieron en los antiguos países socialistas.

Por su parte la sociedad civil debe convocar al entusiasmo. Debe actuar desde el proyecto personal, no ampararse en la imagen colectiva de imposibilidad que se genera como arrimo para evitar la dificultad de hacer las cosas.

La nueva política debe ser simplemente la aceptación de la dificultad como algo propio a ser superado.

Y no hace siquiera falta afiliarse a un partido. El movimiento político es la sociedad misma, en la que hay que participar creciendo como individuo y como miembro activo de la comunidad, tomando el concepto de que el hombre es un ser político por naturaleza.

Participación no es pagar multa a la junta vecinal, o participar de una huelga, peor, de un bloqueo...

Participación es utilización del sistema democrático a favor del crecimiento cualitativo de la sociedad. Se tiene que trabajar donde hay alguna incidencia en el que hacer nacional.

Los bloqueos y huelgas son un ejercicio negativo del poder, el poder como obstáculo, y se ejerce a menudo en las calles de manera horrible y desproporcionada.

Existen complejas relaciones entre el individuo y el grupo social. El individuo es el agente del cambio, el recurso por el cual una sociedad logra generar riqueza. Por lo tanto, la crisis, nuestra situación actual, proviene de la pobreza de valores que está en cada ciudadano y que aún no puede superar. No es que seamos pobres por la crisis, es otra cosa, la crisis expresa nuestra pobreza.

Cualquier político sirve para hacer un país mejor, siempre y cuando su mediocridad, expresada a través de su ego, no ahogue sus compromisos preelectorales.

Cualquier sociedad puede desarrollarse si las fuerzas de las ganas de superación de la sociedad sean mayores que las fuerzas de la complacencia.

Creer que el determinismo domina es eliminar la libertad real, es destruir la fuerza de cambio, es negar la fuerza de la vida.

Esa creencia, de que no se puede hacer nada, es un pretexto para justificar la dejadez y la apatía latente, son la causa fundamental de la producción de pobreza.

Votar es el primer paso, para hacer funcionar la democracia instalada. Posteriormente, hay que monitorear a los ganadores, con opiniones y actos. Ese apoyo activo y no meramente crítico es clave para que los políticos trabajen bien. Es mejor animarse a querer algo, apoyar a alguien, entender que uno es parte del problema.

La abstención del voto no es un “mensaje” a los políticos, esa interpretación es querer transformar en acción la pasividad, darle carácter de participación a lo que no lo es. Ese voto es cómodo y contraproducente, es parte del problema más que de la solución.

No se debe perder de vista, que no son los políticos los únicos responsables de la crisis nacional, ellos son la parte visible de un fenómeno más general. Su moral, normalmente, ventajera y fácilmente corrompible es la moral más poderosa en la vida nacional.

El enemigo no es el político, el enemigo es el ciudadano que apoyó a esos políticos y ahora reclama y no participa, hay que aprender a vivir de otra manera.

El ego de los políticos no permitió que se molestasen, en absoluto, con el voto nulo en las elecciones para el poder judicial. En ese caso, en particular, a la ciudadanía no quedaba ninguna otra posibilidad, no había como hacer prevalecer legalmente su rechazo; la maquinita estaba armada por los políticos.

Ahora corresponde a la mayoría en el parlamento hacer a un lado su propio ego y aprobar las nuevas leyes que serán la base de la aplicación de la justicia en el país; como también, corresponde a la sociedad civil tratar de influenciar para que las nuevas leyes sean favorables a la ciudadanía.

Los políticos, por culpa de sus inmensos egos, no recibieron el “mensaje” expresado a través del voto nulo. El futuro siempre es incierto… Ningún ego garantiza el éxito del mañana.

Ante la incertidumbre del futuro, la ciudadanía está en la expectativa de qué pasará con el nuevo Poder Judicial, electo en base a votos blancos o nulos...

Fuente: La Patria
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