El hombre de la antigüedad, sin noción precisa acerca de las condiciones en que debía desarrollarse como ser humano, desconociendo los atributos inherentes a su personalidad, forjó una sociedad que no alcanzó a comprender su misión social. Para ella no existía problemas, todo era natural, predestinado; los fenómenos sociales debían sucederse con la regularidad que determina el fatalismo. Los unos creados para mandar y los otros, para obedecer; el interés de los de arriba no era siempre el de velar por los de abajo, sino más bien buscar los medios para perpetuar esa forma imperfecta de organización económico – social. Una vida menos una vida más no tenía otra significación que de número; nadie se había atrevido a pensar en la defensa del hombre como valor humano. Cae una generación, surge otra; el fenómeno se repite sin llamar mayormente la atención de los encargados de conducir sus destinos y la humanidad sigue su curso.
Llegan otros tiempos, los conceptos varían un poco, y el hombre sin defensa social e inconsciente, precipita a la sociedad toda hacia su misma destrucción; el vigor de la raza tiende a convertirse en un glorioso mito, sus energías creadoras no lo benefician tampoco a la sociedad; la degeneración es un hecho y, a pesar del canto del poeta, la realidad muestra toda su desnudez y nadie se conmueve.
Corren los años, pasan siglos y surge una nueva filosofía; la filosofía de la Vida, la concepción racional de Mundo y del Universo; con ello se destruyen las arcaicas creencias para hacer germinar en el hombre, un nuevo espíritu lleno de luz y esperanza; luz que ilumina el camino de su vida, bajo un manto de realidad y esperanza que lo hace soñar con un mundo mejor, de justicia social.
Llega la época de las grandes conmociones humanas; la transformación, las diferentes órdenes que produce con rapidez asombrosa. Mientras tanto, el hombre no ha cambiado mucho, algunos de ellos inician su lucha en defensa de la colectividad toda, a veces fracasan y a veces obtienen relativo triunfo. Es el período en el que se quiere comprender la grandeza de la existencia humana y se trata de defender la sociedad defendiendo al hombre por que como tal, significa unidad celular, de cuya vida y bienestar, depende la existencia y felicidad del conglomerado social.
Y hoy, encontramos en nuestro período histórico, un afán de defensa del valor humano. Que lo defiende en la paz mediante leyes de carácter social como a fuerza y muy poco como a elemento humano. Empero, viene la guerra y esta vez en lugar de defender como a fuerza creadora se lo precipita hacia su misma destrucción, he aquí la gran paradoja de nuestra vida, en este mundo donde todo es incomprensión. Y es así como, esta bella concepción de la defensa del valor humano se derrumbe al soplo del egoísmo y la ambición desenfrenada de los unos para dominar a los otros.
Tal vez, para poner fin a este mal, siente los principios sobre los que debe levantarse el edificio social que reclama para su base la defensa del hombre como valor humano. Así se habrá llegado a comprender: el valor que encierra cada hombre, la significación histórica de su vida, las condiciones humanas de su desarrollo y el privilegio de su personalidad por sobre todas las cosas.
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