Una rutina casi normal se cumple en nuestro país con una serie de conflictos, unos más complejos y violentos que otros pero igualmente dirigidos al logro de reivindicaciones sociales que entre otras cosas son muchas y también diversas por tanto configurando un escenario en el que los actores son múltiples en su idiosincrasia y en sus peculiaridades que los impele a protestar cotidianamente.
De acuerdo a un análisis más o menos real los conflictos en su mayoría son los que reclaman soluciones económicas justas, empezando por empleo digno y salarios que compensen gastos de una canasta familiar siempre en ascenso.
La secuela de reivindicaciones tiene también su parte exclusiva, dependiendo en qué lugar del país se originan pero de manera también rutinaria, en el último periodo la mayoría de tales movimientos se dirigen con largas marchas hacia la Sede de Gobierno donde esperan soluciones concretas, que casi de manera forzada se van dando pero alterando otras circunstancias sociales.
No hay día que no existan conflictos en cualquier parte de nuestra nación y por un variado origen que tiene que ver con la insatisfacción de la gente, inclusive frente a los fenómenos naturales que en los últimos meses han castigado con dureza a varios departamentos, a unos más que a otros, pero igualmente con un saldo de daños materiales que deben ser compensados.
La situación reinante generalmente confrontacionista involucra a los sectores sociales con los políticos y en este esquema se trata de reclamos contra un sistema que habiendo logrado el mayor respaldo popular en las urnas ahora se convierte, con la misma fuerza, en un factor de inestabilidad frente a la falta de soluciones a una serie de hechos y lo que es peor al surgimiento constante de nuevos problemas que enfrentan a los propios “movimientos sociales”.
Lo que sucede actualmente, según los protagonistas políticos y algunos analistas, es que la esencia misma del movimiento político vigente empuja a los ciudadanos a exigir toda suerte de expectativas, incluyendo algunas que están al margen de las posibilidades reales del propio sistema gobernante por tanto de muy difícil solución y con el riesgo de crear otros conflictos sociales con más complejas derivaciones.
Frente a estas circunstancias especiales, que se producen en el orden general, hay que particularizar aquellas que también tienen su origen en la problemática regional o departamental donde igualmente hay más incumplimiento a las demandas sociales y por tanto una constante efervescencia social que se nota en las calles y casi siempre termina en una Plaza de Armas de cualquier ciudad.
La rutina elemental nos lleva a una práctica también convencional y es que la forma de protesta comienza casi siempre con advertencias, luego la protesta movilizada, el bloqueo, las marchas y el enfrentamiento, con el saldo de daños, heridos y algunos detenidos para pasar recién a una fase de negociación bajo presión de las partes y disponer la suscripción de acuerdos en base a la aprobación de ciertas medidas que arreglan una cosa y dejan otra en duda.
Es tiempo de cambio, y tal parece que el cambio más importante debe darse justamente en el tratamiento preventivo de los conflictos, en el establecimiento de un diálogo abierto, franco, además de oportuno entre las partes en pugna para evitar que sean rebasadas las condiciones de entendimiento, abriendo una opción de soluciones efectivas sin conflictividad a ultranza, que satisfagan las expectativas de una comunidad en pos de mejores condiciones de vida; una tarea de autoridades y actores sociales al comenzar el tercer mes del año.
Fuente: La Patria
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.