¿Quién, en sano juicio, podría comprender las políticas equivocadas del Gobierno de nuestra República de Bolivia (hoy llamada “plurinacional”)?, ¿Qué nuevas aventuras y ostentaciones habrá que presenciar en el futuro inmediato?, ¿Es que no hay contento y un decir “suficiente” con la pobreza que padece el pueblo?, ¿Es necesario mostrar al mundo que “somos ricos” cuando tenemos miserias comparadas con las riquezas que tienen hasta nuestros vecinos?
El Presidente anunció “la construcción de un nuevo palacio de gobierno”. La noticia dejó paralogizada a la comunidad nacional, porque hay la convicción de que lo menos que se necesita es un nuevo palacio de gobierno, porque el que se tiene es más que suficiente para que el Primer Mandatario, conjuntamente sus más íntimos colaboradores, cumpla funciones y, además, con espacio suficiente para una burocracia (donde estarían incluidos los áulicos y “asesores” que nadie sabe para qué están y sólo viven a la sombra y los favores gubernamentales) más que frondosa que, en el sentir de la colectividad y hasta de ex–funcionarios que trabajaron en sus dependencias, no encontraban razones para tanto espacio.
El palacio de gobierno, bajo cuyas sombras y luces se hizo la historia del país y donde, por supuesto, brillaron muchas inteligencias, valores y buenas intenciones y donde, como contrapartida se asentaron y oscurecieron la historia con lo poco o nada que sabían infinidad de políticos, dictadores, tiranos, exponentes de izquierdas, centros y derechas que complicaron la vida de la nación y, en casos, la pusieron en subasta por migajas tan sólo por satisfacer su vanidad y dar brillo a su ignorancia hasta ver reducido nuestro territorio y llegar hasta la pérdida de nuestras costas sobre el Pacífico.
¿Construir un nuevo palacio?, ¿Cuáles son las razones valederas para semejante dispendio?, ¿Es que no se ha pensado que nuestra pobreza no será paliada con lujos (más que suficientes y exagerados con aviones, automóviles y otros) que no nos corresponde?, ¿Nadie en el Gobierno se dio cuenta de las condiciones de extrema pobreza que hay en nuestro amplio territorio?, ¿Con cuánto de los gastos ostentosos podría paliarse la miseria de miles de campesinos?, ¿Cuántas mejoras se lograrían en educación y salud evitando gastos que son atentados contra pueblos que claman por mejores condiciones de vida y esperan cambios efectivos para encaminarse por sendas que permitan un desarrollo armónico y sostenido? Es mucho, muchísimo lo que podría hacerse evitando los caprichos que si bien acrecentarán vanidades y orgullos, empobrecerán más al país.
Está muy bien que se repare y se haga mantenimiento de las múltiples dependencias palaciegas; pero llegar a extremos –así sea haciendo las licitaciones públicas que exigen las leyes– no corresponde; es, de algún modo, imitar viejas conductas en que se recurría al presupuesto nacional hasta para avisos necrológicos y compra de flores (Palacio Legislativo en tiempos idos).
En la historia de la humanidad, las virtudes son las que han sobresalido y hecho grandes a las naciones. A propósito –y acorde con las realidades que vivimos– cabría recordar que “el dinero hace hombres ricos; el conocimiento hombres sabios, pero la humildad hace hombres grandes”. Son verdades que deberíamos practicar para alcanzar altas metas.
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