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Domingo 19 de febrero de 2012

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Cultural El Duende

Acuérdate

19 feb 2012

Fuente: La Patria

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I

Mientras ellos me prometían vagamente aquella cena memorable, donde las luces de las excelsas lámparas se encenderían, y los exquisitos platos serían servidos a convidados selectos, vino un hombre de aspecto humilde, con el sobretodo algo desteñido, y me invitó de su magro pan, con briznas de queso. Yo le di las gracias, y sacié mi hambre atrasada.

Mientras ellos me hacían promesas ambiguas de veladas deliciosas, con el artista tocado por el dedo de Dios, y la orquesta de mayor renombre, me encontré en la feria con un artista desconocido, que me invitó aquella tarde a su vivienda. Allá interpretó maravillosa música en un piano antiguo de hermosas resonancias. Esas músicas quedaron en mi corazón, sediento hacía tiempo del lenguaje de los sonidos.

Mientras ellos me hablaban de las rosas de su jardín, selectos ejemplares que pronto florecerían, yo me fui a pasear por los cerros vecinos, y allá tropecé con soles diminutos, estrellas bañadas del rocío, campánulas de intenso azul; flores silvestres de nombres ignorados que inundaron mi espíritu de alegría.

Yo os bendigo, ofrendas humildes que hallé en el camino: magro pan que saciaste mi hambre, música escondida que me llenaste de armonía, flores que os brindasteis a iluminarme en el tiempo justo.

Vosotros valéis para mí más que los manjares delicados, que los artistas consagrados, que las flores selectas.

¡Con vosotros mi vida bien se conforma y engalana!

Febrero 12 de 1984

IV

Cuando me muera, no me busques en el cementerio, donde sólo reposarán mis huesos grises, sin luz.

Yo volveré, de tiempo en tiempo. Mejor: volverá mi fantasma, para contemplar nostálgico, los trajes míos que aún cuelguen del ropero. Pero no te asustes: apenas si seré un fuego fatuo, una luz azulada que soñarás haber visto cruzar de repente.

Mi cuerpo ya no captará el calor vivificante, la luz de la atmósfera; ya no será una rosa de carne perfumada, palpitante.

Entonces, ¿cómo podrás buscarme, de qué manera me hallarás?

Ah, no sé el lenguaje que para entonces hablaré. Acaso me vaya tan lejos que no pueda comunicarme contigo abiertamente.

Pero, oye: ¿ves esas campánulas azules que ahora se han puesto a florecer como lámparas? ¡Adéntrate en tu templo misterioso, de vagas claridades!

Desde una de ellas te hablaré. Desde ése su fondo claro aún persistiré en amarte: ¡Acuérdate! Para cuando me haya ido, para cuando haya muerto, al estilo de todos los seres que pueblan esta tierra.

II

Tú llevas una vida ficticia; como una de esas enredaderas que cubren las paredes de un patio solamente para embellecerlo, para adornarlo. ¿Es realmente importante? ¿Alguien se morirá si ella faltase?

Pienso que la luna, al pasar sobre la ciudad dormida, se entristecería al no hallarse nuevamente. –¡Oh, qué pena! La enredadera ya no está–. También la pared sentiría la ausencia de su abrazo excesivo. Se diría: –Al fin y al cabo, éramos como hermanas. Yo le conté todos los cuentos de fantasmas que sabía, todas las leyendas y recuerdos inscritos en mi piel, y ella me hablaba con suave lengua verde de países maravillosos, de florestas inacabables.

Eres ni más ni menos esencial que una enredadera.

Todos somos ni más ni menos esenciales. Yo sé que si pudieras, serías mejor, pobre planta que ves amarillar tus hojas, que algunas noches sientes un rumor sordo, lejano, crecer desde tus raíces.

De día sus flores se cerraban. Pero a la noche, ¡qué fiesta! Eran como lámparas blanquísimas que chispeaban colgando. ¡Y qué fragancia exhalaba! De veras que era una planta rara. Desde que se secó, no hemos vuelto a tener otra como ella.

Febrero 12 de 1984

Matilde Casazola Mendoza. Sucre, 1943.

Poeta y compositora.

Fuente: La Patria
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