Empezó la verbena el viernes en la noche. Las calles estaban llenas de turistas y de los que viven en Oruro. Unos k’oando, otros ch’allando sus negocios, y muchos vendiendo lo que creían que les podría dar alguna "entradita", (en dinero, naturalmente).
La avenida 6 de Agosto, como todos los días, estaba llena de comerciantes y verduleras. La calle Bolívar hervía de gente. Unos bajando, otros subiendo. En la plaza principal se ubicó una banda para amenizar la noche y en el otro extremo se instaló un escenario para la actuación de conjuntos, entre ellos: “Yara", y lo que gustó mucho, la actuación del grupo “Llajtaymanta” que hizo bailar y gritar a la gente que se dio cita en el lugar.
Muchos se quedaron hasta después de la media noche disfrutando de la música, a pesar de que algunos tenían que madrugar, para asistir a la peregrinación del día sábado.
El día sábado amaneció nublado. Comenzó la Entrada y los conjuntos hicieron las delicias del público, entre ellos muchos extranjeros que quedaron admirados de la coreografía, la música, los disfraces y el entusiasmo de los orureños.
Al mediodía, unos turistas chilenos decían conversando entre ellos: “Me gusta mucho el Carnaval, por la mezcla, el sincretismo que tiene, porque cada elemento que tienen, significa algo. Asimismo, los bordados, las botas y lo que llevan en las manos, tienen significado”.
Otra dama, decía: “Me encanta el cariño con que se hacen las cosas, porque se ve que cada detalle en todos los disfraces, en cada canción, ha sido realizado con mucho tiempo. También me gusta la alegría con que participa la gente, con mucha alegría, y eso no creo que lo tengan muchos pueblos o naciones; un día como el de aquí donde ponen su esfuerzo y cariño”.
Cerca del mercado Campero, un par de gringuitos, lo único que decían era: “Yo, Europa, Londres". (No sabían español, ni nosotros inglés).
Al atardecer, en la calle 6 de Octubre, unos tres niños, campesinos, vendían (si es que vendían algo) unas pastillas que estaban esparcidas encima de un awayo.
En la Adolfo Mier, estaban asentados unos “curanderos”, que veían la suerte en plomo fundido que era echado en un recipiente con agua, entonces el plomo adquiría formas que eran interpretadas por los yatiris.
Cerca de la Terminal, unas dos niñas ofrecían: “Ranga a seis pesitos, sírvase señor...” Enfrente de ellas, otro señor ofrecía: “Caldo de pollo, caldo de pollo”.
En la Terminal, donde se realiza una feria todos los años, dentro de todo el murmullo de pasajeros llegando, o comprando, se escuchaba a una señora que ofrecía: “Chambergo de Potosí, llévese caserito”. Dentro de la Terminal los expositores, entre ellos artesanos, decían: “Estas camisas ya no hay, nosotros nomás los hacemos”, refiriéndose a las camisas de bayeta que fabricaban.
Al llegar la noche, mucha gente se dio cita en la plaza principal, especialmente fotógrafos, para poder sacar fotos, aprovechando las luces de colores que fueron instaladas en la cuadra de la calle “La Plata”.
Pasó el día, y como siempre en el mundo y en nuestra tierra, unos gozan y ríen, otros venden (lo que pueden), y algunas veces lloran. Otros sólo pueden esperar que pase el Carnaval para poder llevar a sus hogares algo que llene las barriguitas y cubra el cuerpo de tantos que no tienen o que no pueden...
(*) Docente y Periodista
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