Con auspicioso inicio místico-ancestral y/o atávico, en un contexto general se da cobertura a uno de los rituales de orden primitivo que da origen a la religiosidad andina. Un factor primordial es la “siembra”, donde las anatas como fiestas, marcan en su calendario, año tras año, el agradecimiento a la Madre Tierra (Pachamama), y por otra a devoción de la Virgen de la Candelaria.
Previo a la entrada del Carnaval de Oruro, la Capital del Folklore, se viste de una serie de atuendos multicolores; hombres del área rural muy temprano por la mañana del día jueves irrumpen al son de música autóctona (tarqueadas, sicureadas y otras), por las calles, cargando las comparsas ramilletes de flores y otros atavíos típicos del altiplano que simbolizan la “tradicional Pakuna”, que sería la representación genuina del florecimiento de los cultivos. Otras comparsas cargan en sus aguayos, los productos propios de su lugar de origen como tubérculos, cereales y otros, haciendo una demostración de opulencia y de riqueza de cada lugar y de acuerdo a los microclimas que tiene cada región. Mozeñadas y pinquilladas los acompañan con música especialmente del “jallupacha” o tiempo de lluvias. Todo esto es “El Anata Andina”.
Cada una de las diez provincias con sus respectivas comunidades, cantones y vicecantones tienen la misión de organizar meticulosamente la presentación, puesto que su vestimenta identifica el lugar o jirón del departamento y reflejará el constante progreso y más que todo “el colorido”, de la vegetación que rodea cada entorno de la comunidad en sí. Jilakatas, mamat’hallas y toda la organización de acuerdo a la jerarquía participa activamente para este efecto.
La entidad matriz que cobija a este importante sector que rebaza el sesenta y cinco por ciento del total de la población del país, es la que se encarga desde varios años atrás de organizar con premios en especie, herramientas y maquinaria; al primero, segundo, tercero y premios honoríficos a los que le siguen.
La referida entidad, es decir Fsutc, realiza el mismo día por la madrugada, un ritual de agradecimiento a la Pachamama a través de la “Wilancha”, o sacrificio de una llama de pelaje color blanco, asperjando su sangre en derredor del lugar dando como alimento a la Madre Tierra. Este rito es sagrado el Día de la Anata”, en las faldas de un cerro aledaño a la población, o en lugar donde esta erigido el monumento simbólico de este sector.
Todo esto se entiende a partir de tres sentidos; es decir, el primero: “el simbolismo sagrado”, relacionado intrinsecamente a la época de lluvias, que es cuando los sembradíos con producto de la época en especial verduras, cereales, patatas y tubérculos han florecido y en señal de regocijo se celebra con bailes e instrumentos propios de la región.
El segundo; es el de las connotaciones que conllevan las festividades en sí, reflejadas más que todo en el “quehacer rural” y enseguida por el arduo trabajo del campo y del arado de la tierra desde la madrugada hasta las horas del atardecer. El tercer sentido; es en señalar de “reconocimiento cultural” por parte de la sociedad en su conjunto y culturas dominantes que el entorno presenta; es decir, revalorización socio-cultural y ancestral.
Entonces la Anata desde la perspectiva de la población urbana, está adquiriendo año que pasa el sentido de una fiesta más, introducida como un número preliminar al espectáculo central que es el Carnaval de Oruro, “Obra Maestra del Patrimonio oral e Intangible de la Humanidad”.
Dentro de este ciclo que se inicia con la siembra, culmina con la “cosecha”, que es la renta de frutos o emolumentos que produce en un año, cualquier beneficio, todo se basa a esfuerzo común del Ayllu hacia la comunidad en su conjunto.
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