En seis años de Gobierno, el partido político MAS ha recogido múltiples experiencias tan sólo por no saber qué hacer, cómo hacerlo, con qué finalidad adoptar algunas medidas; ha visto que “no se puede caminar por las nubes” al intentar aplicar políticas extremas que sólo en la teoría se creía que eran realizables.
En seis años, hubo muchos fracasos, intentos por avanzar un paso y comprobar que el retroceso era de cinco o diez; se quiso implantar el socialismo sin saber lo que es, porque también se aplicó el sabio dicho: “Cada quien en el gobierno, por creer haber avanzado mucho, se convenció de haber alcanzado la cima de sus aspiraciones aún a costa de lo que ha dejado en la sima de pobreza y urgencias que ayudó a empeorar”. Lo grave es que la tenencia del poder determinó resignación y satisfacción con lo hecho por mal hecho que esté; soberbia y petulancia porque se subió muy alto aunque empezando por los techos y comprobando que, así, sólo se podía llegar a lo bajo.
Hubo muchas buenas intenciones (de las que está sembrado el camino al infierno) pero, sin tener idea de lo que había que hacer porque se creyó que lo mismo era capitalismo que socialismo, igual mayorías que minorías, pobreza que riqueza porque ésta obnubiló mentes y corazones o porque, simplemente, se había dejado el pasado sin importar lo que sea el futuro, un futuro para los demás y no para uno mismo. Cuánta pobreza por no querer entender que para llegar arriba es preciso empezar por abajo y para entender lo que haya que hacer es preciso amar y sentir la urgencia de servir; sin comprender que, al decir de San Francisco de Sales: “Más moscas caen en una cucharilla de miel que en un tonel de vinagre” porque, la ceguera del poder y la riqueza, creó los fantasmas de la soberbia que ven a los demás de muy alto, tan alto que se pierde la noción de los tamaños y de la importancia de ellos.
Muchas veces, sabiendo la urgencia de lo que había que hacer, no se hizo porque no se supo cómo hacerlo y tampoco se estudió, analizó ni precisó por dónde empezar porque no se quiso actuar con el propio esfuerzo y dedicación, virtudes ausentes por egoísmos y complejos. ¿Cuánto se ha perdido por no hacer lo que debió realizarse?, ¿Cuántos pasos no se dieron porque no se quiso avanzar tan sólo por los contentos hallados sólo en el propio bienestar?, ¿Cuánto se olvidó las propias virtudes porque se enterró los propios sufrimientos y lágrimas derramadas?, ¿Cuánto se imitó conductas criticadas y vilipendiadas del pasado tan sólo porque se estaba en el llano y, una vez lograda la cumbre del poder, resultó mejor disfrutarla?
Mucho, muchísimo que aprender de las experiencias vividas, de los sufrimientos de los demás y mucho por restañar lágrimas y sufrimientos; pero, si se recurre a lo propio, a lo enterrado u olvidado por las amnesias que causan los poderes políticos y económicos, será posible desandar mucho de lo mal recorrido y aplicar correctivos a los propios pasos tomando conciencia de que es mejor amar y servir que servirse de lo que no es de uno sino de quienes se descuidó tan sólo por no querer saber cómo obrar.
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