Nos encontramos en un mundo lleno de contradicciones. Hoy los grandes medios occidentales saludan el 60° aniversario de la coronación de Elizabeth II mientras que su familia es la más fotografiada del mundo y sus suvenires generan billones, pero pocos quieren recordarse que ni ella ni su Cámara Alta jamás han sido electas.
Pese a que la moda es intervenir en Afganistán, Irak y Siria para deponer dictadores no electos, las hereditarias casas reales (desde las constitucionales de Europa o las ultraautocráticas del Islam) no son cuestionadas.
Cuando estamos cerca de un posible bombardeo a Irán, a quien se sindica como una teocracia liderada por sacerdotes, no se quiere tomar en cuenta que la única reina que encabeza su propia religión es la venerada Elizabeth II, la misma que ya ha tenido 6 arzobispos de Canterbury (el mismo número de Papas que Roma ha tenido durante su periodo en el poder).
Los monarcas británicos son los más poderosos que ha tenido la humanidad. Nadie como ellos ha conquistado tantas tierras y poblaciones y aún hoy poseen casi 20 millones de kilómetros cuadrados en todos los siete continentes.
Pese al carácter feudal de su institución y a que ésta se desarrolló en base a guerras, limpiezas étnicas, matanzas y esclavitud, esta monarquía atrae la simpatía de cientos de millones de americanos y de gente de todo el globo.
Los que quieren hablar la lengua franca de la globalización imitan el inglés de la Reina mientras que los chismes sobre su entorno son los más comentados de las revistas frívolas.
La fuerza de la Reina está en su capacidad de dejar que otros gobiernen y que haya mucho pluralismo. Si bien ningún católico puede ser heredero del trono y ella es la que designa a varios obispos de su clero, su iglesia nunca ha querido monopolizar, permitiendo tan alta libertad de cultos que Londres es la metrópoli con más religiones.
A diferencia de la antigua España, cuya monarquía absoluta quiso imponer a todos sus súbditos su religión, lengua y modelo, los reyes británicos buscaron convivir con los reinos, idiomas y religiones de los pueblos que anexaban primando sobre ellos un interés comercial.
El Reino Unido consiguió estabilidad permitiendo una pluralidad de partidos y credos y parlamentos, en tanto que su imperio mantuvo diversos grados de autonomía dejando la posibilidad de que muchas colonias fueran evolucionando en su grado de dependencias hasta adquirir independencia en el marco de la Commonwealth o de la monarquía británica.
La estructura hereditaria de poder sacrificó el autoritarismo democratizando su fachada y así se fortaleció.
La fuerza de Elizabeth II está en su capacidad de ir permanentemente renovando y modernizando su tradicionalismo y su imperio buscando no concentrar todo el poder en el trono sino dejar que los demás hagan y que ella sea el trono detrás del poder.
(*) Analista internacionalwww.bigio.org
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