Pocos días atrás nos referimos a la frecuencia de accidentes y a una decisión oficial de instalar un sistema satelital de monitoreo para controlar el viaje de los grandes onmibuses por las principales carreteras del país, esperanzados en que extremar recursos técnicos de cualquier índole sirven a los fines de disminuir la tragedia en las carreteras, sin embargo, falta mucho para que los nuevos planes de control sean efectivamente utilizados.
Mientras tanto sólo prevalece el factor humano como la única alternativa de la exigencia para el cumplimiento de las medidas en vigencia que están insertas en el Código de Tránsito u otras disposiciones de control que tienen que ver con la seguridad de centenares de personas que diariamente por necesidades propias deben utilizar los servicios de “flotas” que por lo visto no reciben un adecuado control antes de emprender su travesía.
Un reciente accidente, de manera increíble, ocasionó un tipo de problema a todos sus pasajeros, absolutamente todos. Hubo víctimas fatales y hay que reiterarlo, con mayor o menor gravedad más de 40 ciudadanos resultaron afectados por un violento choque de un bus que perdió los frenos y se detuvo estrellándose en una estructura de cemento, después que alarmados pasajeros pidieron al conductor detener su marcha porque se percibían fallas mecánicas.
No se puede entender cuál la razón para que no se detenga la movilidad ante el pedido clamoroso de pasajeros, el resultado de ese capricho se convirtió en cuestión de minutos en una terrible tragedia que ha dejado su secuela de luto, dolor en mucha gente, pero además perjuicios y pérdidas en los afectados por la imprudencia de un conductor irresponsable, pero posiblemente también por la falta de un meticuloso y estricto control policial y técnico antes de que el coche salga a la carretera.
Se insiste en ejercer mayor control en las terminales, pero parece que la rápida inspección, meramente ocular, no es la prevención más adecuada frente al riesgo de un ómnibus con más de su capacidad de embarque de personas y, por supuesto, con el equipaje que aumenta el peso de carga de la movilidad, haciendo más dificultosa su estabilidad, peor aún si confronta fallas técnicas.
Algo debería hacerse para tener seguridad plena de viaje, salvando los casos imponderables que puedan ocasionar un accidente. Plantear una idea que si bien conlleva alguna molestia y un gasto a los propietarios de buses y a sus conductores, pero podría servir para que exista una tarea exhaustiva de revisión en un determinado taller de la empresa y, en su caso, de Tránsito que certifique las condiciones de toda movilidad antes de empezar su raudo viaje transportando personas, cuya vida depende de la responsabilidad de las empresas. El taller tendría que expedir una autorización de visto bueno para cumplir su viaje. Las contingencias adversas siempre serán más fáciles de detectar si se descartan las de mayor incumplimiento y responsabilidad.
A un control previo de las movilidades debe sumarse la estricta revisión en las terminales, tanto del vehículo cuanto del conductor, para disminuir los riesgos en cualquier viaje. La Policía Caminera debería complementar el control ejerciendo control de velocidad y otros detalles que sólo se perciben en las carreteras para prevenir oportunamente cualquier accidente, salvando vidas y evitando perjuicios a mucha gente. Algo hay que hacer para evitar la tragedia en las carreteras.
Fuente: La Patria
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