La noche del 9 de febrero de 1781 se inició el mayor levantamiento de la población que se haya tenido en la historia hasta entonces. Los orureños alentados por Jacinto Rodríguez, enfrentó a los españoles.
Sebastián Pagador se alzó como el caudillo de la revolución, al emitir su célebre y recordada proclama. Pagador el titán, se encaramó en un lugar desde donde pudo hacerse escuchar con la gente que huía despavorida y sin rumbo y les dijo:
"Amigos, paisanos y compañeros. Estad ciertos de que se intenta la más aleve traición contra nosotros por parte de los españoles. Esta noticia acaba de comunicárseme por mi hija. En ninguna ocasión podemos dar menores evidentes pruebas de nuestro amor a la Patria sino es en esta..." agregando que había llegado la hora de deshacerse de los españoles y dar fin con esta "maldita raza". Los españoles fueron aniquilados y otros escaparon, pero en Oruro se impuso un gobierno de criollos y mestizos.
Pagador, un criollo bien educado, murió al tercer día de estos acontecimientos a manos de los indios, los mismos que no participaron de esta rebelión.
El 10 de febrero, el pueblo reunido en la colina de Conchupata, armado de piedras y palos hasta el centro de la villa, para enfrentar a los españoles estuvieron bien pertrechados con armas de fuego.
Decisión y coraje puestos de manifiesto a la hora de escoger por un futuro mejor, son atributos que recoge la historia de este acontecimiento, que proclamó el Primer Grito Libertario de América.
Luego de tres meses los españoles volvieron a la Villa y apoyados por armas fuego reimpusieron su autoridad.
A las cuatro de la mañana de un día de mayo de 1781, nueve reos partían a de la Villa, escoltados por cincuenta jinetes, rumbo a las " Cárceles de Oruro" en la ciudad de Buenos Aires. Al salir de la villa el caballo donde iba maniatado uno de los reos de apellido Portillo, se encabrito y lo arrastró hasta dejarlo muerto.
14 años después en 1795, se produjo la sentencia, ha varios de los procesados que ya habían fallecido. Los mismos que debían ser ahorcados, descuartizados y sus cabezas habían de colgarse en jaulas de hierro. La casa de los hermanos Rodríguez debían de ser destruidas, y el suelo ararse y salarse.
Se afirma que los restos de Jacinto Rodríguez fueron enterrados en el Hospital de Bethelemitas. Los españoles ordenaron al único testigo presencial no revelar, por ningún motivo alguno, el lugar de la sepultura.
Refiriéndonos al testimonio de la acusación del Fiscal Real a los subordinados orureños de 1781, de la demanda el castigo más duro " A los principales motores y caudillos de la sacrilegio y sangrienta conmoción... en que fueron asesinados europeos y algunos negros criados suyos con la mayor inhumanidad a fuego y sangre saqueadas sus casas y profanadas los templos con la más escandalosa irreverencia..."
Para culminar decir a todos los orureños/as, que no debemos olvidar estas hazañas tan heroicas de nuestros compatriotas, en aras de la libertad ante opresión y represión indigna que sopesaron. Ahora que vivimos otros tiempos trabajemos con denuedo por nuestro querido país y principalmente por Oruro, qué necesita engrandecer y generar nuevas esperanzas de prosperidad en beneficio de toda la ciudadanía orureña y de su desarrollo urbanístico.
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