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Domingo 05 de febrero de 2012

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

05 feb 2012

Fuente: LA PATRIA

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Peter Ilyitch Tschaikowsky

Peter Ilyitch Tschaikowsky. Kamsko-Votinsk, mayo 7 de 1840 - San Petersburgo, noviembre 6 de 1893. Compositor ruso. Su madre fue Alexandra Andreyevna y su padre Iliá Petrovich Tschaikowski quien le permitió recibir lecciones de música a los 4 años de edad y a los 6 ya ejecutaba muy bien. La familia se trasladó a San Petersburgo en 1848; entonces tuvo una enseñanza más sistemática. Dos años después fue enviado a la Escuela de Jurisprudencia que abandonó en 1859 para convertirse en empleado del ministerio de justicia en tanto continuaba practicando música como aficionado. En 1862, ingresó al Conservatorio recién inaugurado. Su maestro fue Zaremba y recibió lecciones de orquestación de Anton Rubinstein. En 1865, Nikolai Rubinstein abrió un Conservatorio similar en Moscú y lo contrató como profesor de armonía, allí comenzó a componer profesionalmente. Mantuvo amistad con Balakirev y su círculo de compositores nacionalistas en San Petersburgo, pero permaneció alejado de ellos.

En 1868, conoció a la soprano belga Désirée Artôt, quien se encontraba de gira por Rusia. Pronto se comprometieron. El compositor le dedicó su Romance en fa menor para piano, Opus 5. Sin embargo, un año después, sin decir nada, Artôt se casó con el barítono español Mariano Padilla y Ramos. Aunque Tschaikowski superó este desencanto, codificó su nombre en el Concierto para piano nº 1 en si bemol menor y el poema sinfónico Fatum. Dos años después, a petición de ella, escribiría sus Seis canciones francesas, Opus 65.

El maestro alcanzaba renombre por sus óperas. Su segunda sinfonía, una obra nacionalista, fue presentada en 1873, y el concierto para piano en si bemol llevado al extranjero por Bülow, fue el primero ejecutado por Taniev en Moscú dos años después.

En 1876 comenzó su correspondencia con su admiradora Nadezhda von Meck, viuda de un rico ingeniero quien se convirtió en su confidente y mecenas. Nunca lo conoció en persona. En 1877 recibió una declaración amorosa de Antonina Ivanovna Millikov; se casó con ella sin corresponder a sus sentimientos y la abandonó pocos días después de su matrimonio sintiéndose al borde de una postración nerviosa.

Después de pasar algunos meses en Suiza e Italia, renunció a su puesto en el Conservatorio de Moscú y vivió en el campo dedicado por completo a la composición. En 1888 realizó una gira internacional para dirigir sus obras. Concluyó su amistad con Nadezhda von Meck, pero entonces ya ganaba bastante para vivir. Visitó Estados Unidos en 1892 y Londres en el verano de 1893 donde recibió el título honorario de Doctor en Música otorgado por la Universidad de Cambridge. Al regresar a Rusia, el 28 de octubre, ejecutó su sexta sinfonía Patética.

Su repentina muerte a los 53 años se atribuye al cólera porque habría bebido una copa de agua sin hervir. Otras opiniones creen que fue suicidio. Su madre había muerto con la misma enfermedad cuando él tenía 14 años y este suceso afectó su vida profundamente.

Ha compuesto en ópera: Opritchnik, Vakula el herrero (Los caprichos de Oxana), Eugenio Onieguin, Juana de Arco, Mazzeppa, La bruja, La dama de pique y Yolanthe. Ballets: El lago de los cisnes, La bella durmiente y Cascanueces. Compuso música para Snegurotchka de Ostrovsky y Hamlet de Shakespeare. Le siguen seis sinfonías suites para orquesta; la obertura-fantasía Romeo y Julieta; fantasías sinfónicas La tempestad y Francesca da Rimini, Capriccio italien; Serenata para orquesta de cuerdas; obertura El año 1812; obertura-fantasía Hamlet; balada sinfónica Voyevoda; Variaciones sobre un tema rococó para violoncelo y orquesta; un sexteto de cuerdas Souvenir de Florence; 17 Opus numerados de composiciones para piano; cincuenta canciones folclóricas rusas, 13 Opus numerados de canciones; 6 duetos vocales; 3 cantatas y música sacra, entre otros.

Supremacía del arte o la seriedad de la existencia

A finales de 1871, en Basilea, con solo 26 años, Friedrich Nietzsche

leyó en una conferencia su “Prólogo a Richard Wagner”, germen de

“El nacimiento de la tragedia” que se inicia con el texto que sigue:

Con el fin de mantener lejos de mí todas las críticas, irritaciones y malentendidos a que los pensamientos reunidos en este escrito darán ocasión, dado el carácter peculiar de nuestro público estético, y con el fin también de poder escribir las palabras introductorias con idéntica delicia contemplativa de la cual él mismo, como petrefacto de horas buenas y enaltecedoras, lleva los signos en cada hoja, voy a imaginarme el instante en que usted, mi muy venerado amigo, recibirá este escrito: cómo, acaso tras un paseo vespertino por la nieve invernal, mira usted el Prometeo desencadenado en la portada, lee mi nombre, y en seguida queda convencido de que, sea lo que sea aquello que se encuentre en este escrito, su autor tiene algo serio y urgente que decir, y asimismo que, en todo lo que él ideó, conversaba con usted como con alguien que estuviera presente, y sólo le era lícito escribir cosas que respondiesen a esa presencia. Usted recordará entonces que yo me concentré en estos pensamientos al mismo tiempo en que surgía su magnífico escrito conmemorativo sobre Beethoven, es decir, en medio de los horrores y sublimidades de la guerra que acababa de estallar. Sin embargo, errarían quienes acaso pensasen, a propósito de esa concentración, en la antítesis entre excitación patriótica y disipación estética, entre seriedad valiente y juego jovial: a éstos, si leen realmente este escrito, acaso les quede claro, para estupor suyo, con qué problema seriamente alemán tenemos que habérnoslas, el cual es situado por nosotros con toda propiedad en el centro de las esperanzas alemanas, como vértice y punto de viraje. Pero acaso cabalmente a esos mismos les resultará escandaloso el ver que un problema estético es tomado tan en serio, en el caso, desde luego, de que no sean capaces de reconocer en el arte nada más que un accesorio divertido, nada más que un tintineo, del que sin duda se puede prescindir, añadido a la seriedad de la existencia: como si nadie supiese qué es lo que significa semejante seriedad de la existencia cuando se hace esa contraposición. A esos hombres serios sírvales para enseñarles que yo estoy convencido de que el arte es la tarea suprema y la actividad propiamente metafísica de esta vida, en el sentido del hombre a quien quiero que quede dedicado aquí este escrito, como a mi sublime precursor en esa vía.

Fuente: LA PATRIA
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