El que nuestros países vecinos vayan apropiándose del patrimonio cultural y geográfico boliviano, ya resulta un accionar molestosamente recurrente a estas alturas del tercer milenio. Por cierto no es la primera vez que lo hacen, lo vienen haciendo desde hace varios años atrás y pese a los reclamos formales de nuestra Cancillería, el asunto continúa.
Acaso la Cancillería y el Ministerio de Cultura deban tener un accionar más enérgico en la protesta y ampliar la misma a otros niveles; pero, además, deberían exigir algún tipo de respuesta oficial de sus pares peruanos y chilenos. Porque las notas se mandan, eso lo sabemos mediante la prensa, pero las respuestas nunca sabemos si llegan o no.
UYUNI
Chile nos arrebató el acceso al Pacífico en una guerra por demás injusta y absurda, y a más de cien años del suceso, no reconocen el hecho como tal y sólo repiten el cansino argumento de que “la victoria da derechos” y que “hay un acuerdo firmado”, ambos aspectos estos, de por sí discutibles y aún inauditos en el contexto en el que vivimos.
No conformes con el Litoral, luego vino el desvío del río Lauca, y desde hace mucho el uso abusivo de las aguas del Silala, hace ver un afán expansionista de la política chilena.
Y ahora resulta que las empresas turísticas chilenas ofrecen nuestro salar como si fuera de ellos. Esto ya está de buen tamaño y acá nuestras autoridades deberían hacer sentir nuestra soberanía.
Si los chilenos ofrecen el Salar, entonces significa que ingresan a sus turistas de manera ¿clandestina?, ¿ilegal? Ahora bien, ¿por dónde ingresan?, ¿quién controla aquella frontera? Reconozcamos que nosotros también tenemos nuestra cuota parte en esto.
LA DIABLADA Y LOS CAPORALES
Ambas danzas se anuncian como expresiones autóctonas en la festividad de la Virgen de la Candelaria, en Puno. Por cierto, esto es la falacia más grande.
Todos sabemos que la Diablada (tal como la conocemos y bailamos) es originaria de Bolivia, con una enorme carga de historia ancestral costumbrista. Los Caporales tiene data más reciente y basa su inicio en los negritos. Por cierto la música y la coreografía de los caporales es tan pegajosa y llamativa que no nos extraña su popularidad en diferentes latitudes y, más bien, nos debería llenar de orgullo que lo aprecien y lo bailen, de ser posible en todo el mundo, pero siempre respetando y nombrando el origen.
Pero también Chile se apropia de nuestra Diablada, y algún funcionario despistado explicaba como justificativo que la cultura aymara incluía a territorios chilenos y peruanos. Eso es cierto, pero... cabe aclarar que nuestra Diablada tiene origen posterior a la gran cultura aymara.
En fin, nuestros vecinos peruanos y chilenos, tienen derecho a tener sus diabladas, pero deben crearlas de acuerdo a sus contextos socio-históricos y deben ser creativos en componer su propia música y diseñar sus propios trajes.
Porque copiar o llevar nuestros trajes, a más de interpretar nuestra música, llevando también nuestras bandas, ya nos muestra una penosa carencia de iniciativa y creatividad.
UN EJEMPLO
Todo el mundo sabe que la cumbia es colombiana, y así se la respeta. Colombia nunca ha tenido el problema de que alguno quisiera apropiarse de su música. Es más, tan famosa se hizo la cumbia en nuestra Sudamérica que ya hace tiempo se ha internacionalizado; así han surgido algunas variedades con sus propios matices como la cumbia peruana, la cumbia chicha, la cumbia villera y la cumbia boliviana.
Pero, eso sí, ningún peruano, boliviano o argentino anuncia alegremente que la cumbia sea de ellos. Todos sabemos que el origen es Colombia, como el tango es de Argentina, la salsa es de Cuba y los mariachis de México. Así deben ser las cosas.
(*) Comunicador Social
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