Los sucesos violentos provocados estos días por la segregación por sexos que intentan imponer judíos ultraortodoxos en Israel han atraído la atención internacional sobre este tema. Ser mujer en Israel es difícil, incluso asfixiante. Unas se enfrentan a la objeción de conciencia militar, otras a discriminaciones laborales, muchas a presiones religiosas o malos tratos. A la par, cada día son más las que trabajan con y para las palestinas, en una sociedad multicultural.
“En Israel una mujer puede llevar un tanque, pero sigue siendo propiedad del marido”, afirman las componentes de la organización Women’s Network.
Las esposas de los ultrarreligiosos son las que se llevan la peor parte, aunque estos sólo representan el 11 % de la población. Pero el resto sufre el acoso político y social de lo que se ha denominado el establishment ortodoxo, que intenta restringir al máximo sus derechos y libertades. Incluso hay segregación de sexos en autobuses de ciertas áreas.
Aunque es un tema tabú en ese país, se van conociendo casos de mujeres acosadas en las Fuerzas Armadas, según las organizaciones New Profile Movement y Breaking the Silence. En el mundo laboral, los salarios de las israelíes suelen ser inferiores a los de los hombres.
También hay que recordar a las palestinas que viven en suelo israelí, a las gitanas, a las que llegaron de la antigua Unión Soviética (entre las que hay quienes se dedican a la prostitución), a las tailandesas que trabajan en régimen de semiesclavitud en el campo, según informa WAC (Workers Advice Center) o las etíopes.
La situación peor la viven las mujeres palestinas. Su falta de integración en el mercado de trabajo es la razón principal de su pobreza. La mitad de ellas y dos tercios de los niños viven en condiciones infrahumanas.
Los conflictos y hambrunas del noreste de África han hecho que muchas mujeres intenten llegar a Israel en busca de una vida mejor. Pero en 2010 más de 5.000 africanas sufrieron violaciones al querer cruzar la frontera de Egipto con Israel, según datos del Hotline for Migrant Workers, y después cayeron en manos de traficantes de personas.
Por otra parte, en Israel, el único país del mundo en el que las mujeres son reclutadas por ley, las objetoras de conciencia aumentan cada año en porcentajes del 35%, según la BBC. A pesar de las fuertes presiones de la sociedad, muchas de estas reclutas proclaman que no quieren formar parte de un ejército dominador y agresor aunque acaben en prisión o tengan dificultades para encontrar trabajo después.
El primer ministro Netanyahu reconocía que 200.000 mujeres israelíes y 600.000 niños habían sido víctimas en el último año de violencia física o emocional. Poco después, el ex presidente Katsav ingresaba en prisión para cumplir siete años de condena por delitos sexuales.
Hay grupos de mujeres israelíes que, desde hace años, luchan codo a codo con las palestinas para conseguir una región en paz. Un ejemplo es el de Hagar Roublev, fundadora del grupo Mujeres de Negro, que siempre tuvo claro que no quería ser el enemigo de nadie convirtiéndose en una líder que bien hubiese podido conseguir por sus méritos el Nobel de la Paz. Ella animó a las mujeres judías y palestinas a salir a la calle, a protestar, en silencio y con ropas negras, por la muerte de padres, maridos o hermanos. El primer día fueron ocho pero con los años se han convertido en un referente pacifista. No había manifestación de mujeres que no tuviese enfrente otra de hombres ultrarreligiosos que intentasen pararlas a insultos y golpes.
Los ultras ortodoxos son, según las estadísticas, los que más tiranizan a sus mujeres. Mientras ellas trabajan y mantienen a sus familias, ellos estudian textos religiosos. Estas familias tienen una media de siete hijos. Sus mujeres, exentas del servicio militar, viven aisladas, muy tapadas siempre, muchas con la cabeza rapada y con pelucas para salir a la calle, donde tienen que caminar por aceras separadas. Se las puede encontrar en el tradicional barrio de Mea Shearim en Jerusalén, pero también en los asentamientos judíos en Cisjordania.
La mujer en Israel sólo se puede casar por un rito religioso, el matrimonio civil no se contempla en ese país. El divorcio sólo lo puede conceder el hombre, por lo que muchas mujeres recurren a renunciar a sus derechos a cambio de ser libres. La situación de las árabes no es, pues, la única escandalosa en Oriente Próximo.
(*) Periodista y escritora
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