Es posible que dirigentes de ciertos movimientos sociales y otros laborales no coincidan con la apreciación sobre el irrecuperable tiempo perdido en la tarea cotidiana de ejercer presión -por todo o por nada- a través de la permanente suspensión de actividades laborales, las que se alteran por paros, bloqueos y manifestaciones, por festividades de todo tipo y por los feriados establecidos y alguna vez por otros fuera de orden, pero igualmente perjudiciales.
Por supuesto que habrá también dirigentes y empresarios responsables, que coincidirán con las apreciaciones de un estudio realizado por un organismo especializado en actividades laborales y que señala contundentemente que “en Bolivia se pierde demasiado dinero” por la alteración en las actividades diarias.
Para quienes realicen un análisis conciencial y real es bien cierto que “hay una evidente pérdida de tiempo en las tareas cotidianas por alteraciones directas en el trabajo o por consecuencia de los “movimientos sociales” que indirectamente afectan las tareas de la mayoría de ciudadanos que ven interrumpidas sus labores por los paros, las manifestaciones, los bloqueos, las festividades y las marchas que ganan las calles, realizan gran alboroto, bloquean caminos y avenidas o por el otro lado las festividades que alteran el orden establecido en tanto hagan largos recorridos por las calles céntricas de la ciudad sin respetar los derechos y la condición ajena de personas que nada tienen que ver en las motivaciones de alterar el orden constituido.
Lo grave del asunto es que mucha gente aprovecha las coyunturales circunstancias para dejar de trabajar, perjudicando a empresas o instituciones y por supuesto disminuyendo sus propios ingresos, lo que parecería que no afecta a muchos trabajadores que finalmente cobra igual por días no trabajados. Sólo los que viven de ingresos diarios sienten el problema pero igualmente pierden tiempo.
Todavía no se ha cuantificado en su justa proporción el daño económico que se inflinge al país, a la comunidad nacional con la serie de alteraciones laborales que se producen a lo largo y ancho del territorio, donde no hay día que no exista alguna motivación para que algún sector o varios estén en paro de actividades, por cualquier circunstancia y por supuesto por muchas horas que suman horas improductivas.
No se equivocaban quienes califican nuestro país como uno “típico en tradiciones” tan arraigadas que hasta dejar de trabajar frecuentemente es parte de la cotidianidad sin importar los daños económicos que por tales costumbres se causa al Erario Nacional, a la economía empresarial y al bolsillo particular.
Este es un proceso que merece una atención especial de parte de estudiosos que examinen las causas reales que originan un “descontrol social”, perjudicial de manera general en un país en el que los índices de desempleo son altos, el régimen salarial no es el mejor y el sistema productivo aún no está marchando.
Más allá de esas condiciones adversas a la economía popular los hechos se repiten, no disminuyen, inclusive se incrementan alterando severamente las condiciones económicas del pueblo que de manera tan abiertamente contradictoria tiene macrocifras de reservas financieras internacionales.
Realmente nuestro país es un atractivo incomparable para los turistas y para los estudiosos de la sociología, la psicología y el temperamento ciudadano activo y dinámico pese a la pérdida lamentable e irrecuperable de tiempo para trabajar y producir.
Fuente: LA PATRIA
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