Martes 31 de enero de 2012

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La experiencia de seis años en el Gobierno del país, tiene que ser el acicate para los cambios; pero, cambios en los comportamientos y en las formas de encarar la administración del Estado. El sexenio pasado debe ser más que suficiente para haber aprendido a sopesar las urgencias y necesidades de la Nación; pero, sobre todo, para entender cuáles son las realidades de los bolivianos que, desde la fundación de la República – condición que el país no ha perdido en ninguna forma – lo que siempre han comprendido es que todos se sienten hijos de la misma patria.
Muchas han sido las situaciones difíciles, los enfrentamientos y discordias, las posiciones donde las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” han sido pan de cada día y han impedido el desarrollo nacional. Las diversas poses políticas y las intenciones de imponer doctrinas extremas, sean de derecha o de izquierda, también han complotado contra la unidad y han impedido las coherencias que el país precisaba.
Seis años de intentos socialistas, aún siendo capitalistas en todo el movimiento económico y social, no han servido para aclarar las reglas que el gobierno del MAS ha querido imponer. Una de las razones puede ser la práctica de la soberbia que, al inicio del ejercicio del poder, atacó en el pasado a muchos regímenes. Esta condición no ha dado lugar a la serenidad ni a ver los problemas en toda su magnitud o, en casos, a minimizarlos o no darles la importancia que tenían hasta enfrentar consecuencias que, en casos, han sido graves hasta la presencia de muertos y heridos que han dañado la imagen del Gobierno que anunció, desde su inicio en el año 2006, que no habría “enfrentamientos, ni divisiones, ni muertos”.