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Domingo 29 de enero de 2012

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Revista Dominical

Estrella de la mañana

29 ene 2012

Fuente: LA PATRIA

Por: Bernardino Zanella - Rector del Santuario de la Virgen del Socavón

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“Virgen del Socavón, Estrella de la mañana”, es el lema de la gran peregrinación de la ciudad y del departamento de Oruro, el primero de febrero, en vísperas de la fiesta de la Virgen Candelaria y de la Presentación de Jesús al templo.

Hace muchos años que la Virgen del Socavón es invocada de esta manera. Y en el año 2011, para la fiesta de la Candelaria, ha sido instalada una nueva grande estrella de siete puntas en el frontis del Santuario, reemplazando una anterior deteriorada, para fortalecer el símbolo de la Virgen María, Estrella de la mañana. Y todo el cielo raso del Santuario está granizado de estrellas, como el manto de la Virgen.

Puede ser oportuno recordar aquí el sentido de esta invocación, sin duda tomada de las Letanías Lauretanas: “Stella matutina”.

La estrella de la mañana, en el sentido astronómico, es el planeta Venus, la primera estrella que aparece cuando se pone el sol, y la última en desaparecer cuando va creciendo la luz del alba, hasta la aparición del sol.

Este fenómeno ha inspirado el uso que hacen algunas traducciones de la Biblia. El profeta Isaías recuerda la estrella o lucero de la mañana, hablando de la caída de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el “Lucifer”, el “resplandeciente”, lleno de orgullo por haber vencido al rey de Judá y destruido la ciudad de Jerusalén: “¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora!” (14, 12). Los antiguos padres de la iglesia interpretaron la caída del lucero, el Lucifer, como la caída del príncipe de los demonios.

En el Nuevo Testamento, en la segunda carta de san Pedro, el lucero, la estrella de la mañana, es Cristo, que resplandecerá en el corazón de los creyentes después de la larga noche oscura de la humanidad, iluminada sólo por la palabra de los profetas (1, 19).

También en Apocalipsis el lucero, la estrella de la mañana, es Cristo, que será el premio de los miembros de la comunidad de Tiatira que han resistido a las seducciones de la idolatría (2, 28). Y en Apocalipsis 22, 16, Jesús mismo se identifica como “Lucero, estrella brillante de la mañana”.

¿Por qué el título de lucero, de “estrella de la mañana”, pasa de Jesús a la Virgen María?

Sencillamente porque Jesús es reconocido como el sol. En él está toda la fuerza de la luz, del calor, de la vida. Él revela al Padre, dador de vida. Y María, como “estrella de la mañana”, anuncia la llegada del Sol, Jesús, y desaparece cuando el Sol con su luz inunda toda la tierra. Ella es la aurora del día del Señor, porque ha dado al mundo Jesús.

En su carta encíclica “Spe salvi”, el Papa Benedicto XVI nos recuerda: “Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su «sí» abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo?” (49).

También el concilio Vaticano II nos ilumina: “La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (Lumen gentium, 68).

Podemos hacer nuestra la oración de Tonino Bello, un obispo de grande espiritualidad: “María, Virgen de la mañana, no permitas que el lamento prevalezca sobre el asombro. Santa María, Virgen de la mañana, danos la alegría de entrever, aun entre las nieblas de la aurora, las esperanzas del nuevo día. Inspíranos palabras de aliento. No nos hagas temblar la voz cuando, a pesar de tantas maldades y tantos pecados que envejecen al mundo, nos atrevemos a anunciar que vendrán días mejores. No permitas que el desconsuelo venza la laboriosidad, que el escepticismo apague el entusiasmo, y que el peso del pasado nos impida creer en el futuro… Ayúdanos a comprender que indicar los nuevos brotes que aparecen en las ramas vale más que llorar sobre las hojas que caen. E infúndenos la certeza de quien ya ve el oriente incendiarse por los primeros rayos del sol”.

Fuente: LA PATRIA
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