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Domingo 22 de enero de 2012

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Cultural El Duende

EL MUSICO QUE LLEVAMOS DENTRO

22 ene 2012

Fuente: LA PATRIA

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Johannes Brahms

Johannes Brahms. Hamburgo, mayo 7 de 1833 – Viena, abril 3 de 1897. Comenzó tocando el contrabajo en las posadas junto con su padre. En 1853, cuando cumplía 20 años, su visita a Robert Schumann en Düsseldorf marcó el inicio de su carrera, ya que el maestro dirigió la atención del mundo musical hacía el joven talento. Una editorial publicó sus obras y pronto alcanzó reconocimiento en toda Alemania.

En febrero de 1854, Schumann sufrió una crisis de locura e intentó suicidarse; fue internado en un sanatorio hasta su muerte dos años después. Durante ese tiempo, Brahms acompañó a Clara –esposa de Robert– en sus giras y conciertos. Estaba enamorado de ella a pesar de ser su menor con 14 años. Sin embargo, la desaparición de su benefactor lo sumió en la confusión. Se alejó de la familia pero Clara pasaría a formar parte central de su vida para siempre. Nunca se casó.

Por un tiempo, la crisis espiritual de Brahms no le permitió alcanzar la magia musical que envolvió a Richter, Hoffmann y al mismo Schumann. De todos modos, la gloria lo iluminó debido a su prodigiosa memoria: era capaz de cambiar la base armónica de una a otra tonalidad en una misma obra.

Listz apoyaba a Brahms, pero sucedió una anécdota triste, Johannes se durmió agotado por un largo viaje mientras el compositor tocaba su Sonata en si menor. Este suceso no los enemistó aunque enfrió la relación.

Brahms fue director de orquesta en la sede de la Sociedad de los Amigos de la Música. Dictó clases y compuso dos Serenatas. Tocó como solista de piano en Leipzig y estrenó su Primer concierto para piano asentado en una insólita estructura.

En 1861 escribió dos cuartetos y variaciones y fugas sobre un tema de Haendel. Por sus dotes de pianista lo estimaban más que al creador de tan bellas melodías. Dirigió la Filarmónica y la Academia de Canto en Hamburgo. En Viena fue director de la Singakademie. En 1865 murió su madre y un año después apareció su obra mayor: Réquiem Alemán.

Brahms eludió el compromiso matrimonial. Así se denota en los episodios sentimentales con Agata von Siebold, Berta Porubzky, Luisa Dustmann Mayer, Otilia Hauer, Herminia Spieq y Amalia Barbi.

A pesar de la barba y unos kilos de más, siempre atrajo a las damas, casi todas cantantes, por lo que se sintió impulsado a dedicarles lieders. En cierta ocasión había expresado: ¡Es mi desgracia estar aún soltero, gracias a Dios!

Solterón convicto pero enamorado, no dejaba de consultar a Clara Schumann cada vez que componía una obra importante. Cuando ella falleció le fue difícil sobreponerse. Su tristeza se volvió furia y agravó una afección hepática que lo llevó a la muerte un año después.

El afortunado creador, gran viajero, excelente comensal, ingenioso casi sarcástico, había sentado su nombre con letras doradas en la historia musical. Cuando le preguntaron por qué no componía óperas, respondió: no escribo óperas porque se necesita para eso cierta dosis de astucia o de estupidez, y no tengo lo suficiente.

Sinfonía: abanico espiritual

Los griegos llamaban sínfonos a dos sonidos que combinados parecían uno solo. Hacia el 1500, la sinfonía era una pieza (obertura o intermezzo) que antecedía a otra cantada. En Italia, Alessandro Scarlatti, Bononcini, Stradella, Albinoni, Sammartini y Vivaldi, escribieron concerti grossi en forma de sinfonías compuestas. Karl Stamitz le imprimió un sello peculiar que siguieron Telemann y Haydn.

Alemania asumió por cuenta propia la paternidad de este género gracias a sinfonistas tenaces como Beethoven, Mozart, Schubert, Schumann, Mendelssohn, Brahms, Bruckner y Mahler. Pero no fueron los únicos. La sinfonía se encumbró debido al genio de Berlioz, Liszt, Balakirev, Borodín, Tchaikovsky, Rimsky-Korsakov, Scriabin, Dvorak, Sibelius, César Franck, Saint-Säens, Chausson, Dukas, Rousel, Prokofiev, Shostakovich, Szymanowski y Lutoslawski.

Se sabe que la sombra de Beethoven no dejó en paz a Brahms. Bosquejó su Primera Sinfonía, a los 29 años y la terminó a los 43, cuando ya dominaba su emotividad romántica y sus creaciones marcaban una expresión seria con lenguaje magistral; ejemplo es su Réquiem Alemán. Son sus doscientas canciones que lo revelan libre y profundo. Compuso lieder toda su vida y en sus formas explayó sus sentimientos atraído por la poesía. Fue la barrera idiomática que priorizó sus sinfonías con un abanico espiritual, tal como la Sonata Número 3, fogosa y genial de sus 20 años o sus Preludios para órgano e Intermezzi pianísticos, de los 62 y 63 años.

Brahms no se sintió atraído por la ópera, aunque gustaba del teatro. Así, no le fue necesario seducir con recursos y efectos usados por Mozart o Rossini y, al igual que Tchaikovsky, tampoco le interesó el color instrumental. Fue contrapuesto a Liszt, aunque su Tercera Sonata es afín a la Sonata en si menor del húngaro. Con Wagner no hubo afinidad debido a su alma romántica.

Fuente: LA PATRIA
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