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Domingo 22 de enero de 2012

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Historiografía andina

22 ene 2012

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Hemos de empezar preguntándonos qué se suele entender por ‘historiografía’. La palabra tiene y se usa, básicamente, en dos sentidos: en el primero simplemente reúne y describe los textos que tratan de la historia humana (= Historiografía); en el segundo, analiza no sólo aquellos mismos textos de tema histórico (por temas, épocas, territorios…), sino que se ocupa también de la formación de los historiadores, de su asociacionismo, de las redes de publicación, de las teorías que los inspira, etc. (= Historiografía2).

En esta breve nota me propongo dar noticia del volumen coordinado por Teodoro Hampe, Historia de la Historiografía de América, 1950-2000. III: Historiografía Andina (México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia – UNAM, [2010], 312 p.). Estamos, pues, ante el tercer volumen de una obra más general.

Y lo primero que nos sale al paso, casi sin pasar de la portada, es la falta de unidad terminológica fundamental: porque si el título general de la obra es ‘historia de la historiografía’ (donde vemos que se usa ‘historiografía’ en el primer sentido mencionado), el coordinador Hampe empieza escribiendo: “Los estudios de historiografía o ‘historia de la Historia’” (p. 7). Si el volumen de Hampe se presenta como ‘Historiografía Andina’ (entendida como una ‘historia de la Historia (andina)’, ya se ve que no se manejan los mismos conceptos cuando el proyecto general ha sido bautizado como una ‘Historia de la Historiografía’ (la lógica nos diría que se está hablando de una ¡‘historia de la historia de la historiografía’!). No pueden ser correctos ambos conceptos. Empezamos mal…

Vamos al contenido. ¿Qué se entiende en el libro por ‘andino’? La obra se propone ofrecer los panoramas historiográficos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Vemos, por tanto, que de las varias posibilidades de escribir una ‘historiografía andina’, se ha optado por la territorial estatal. El segundo aspecto fundamental que debe saber el lector de esta nota es que cada país cuenta con su capítulo separado, escrito por un autor de ese país. Más allá de esto, se podría decir que en lo demás cada autor de cada país ha echado a andar y ha elaborado su síntesis, no sólo según sus puntos de vista, sus preferencias y sus especialidades, sino incluso según su propia noción de lo que es un estudio ‘historiográfico’. Y el comentarista debe anotar que, de hecho, viéndolos yuxtapuestos, los enfoques difieren considerablemente.

Y no es sólo una cuestión de enfoque; las distancias empiezan ya en el espacio que ocupan: van desde las 91 páginas (Ecuador) y 84 (Perú) hasta las 31 (Venezuela) y 23 (Colombia), mientras que el capítulo boliviano también puede figurar, con sus 69 páginas, entre los ‘privilegiados’. El lector se queda con la duda de si tan marcadas diferencias se deben a decisiones de los interesados o a otro tipo de causas (me parece que la única teóricamente defendible sería que tan desigual tratamiento reflejara las diferencias de las respectivas ‘materias primas’ o de los estudios historiográficos previos). Pero las enormes distancias de lo que se han propuesto hacer los autores quizás aparezca en su máxima claridad viendo las páginas finales de cada trabajo dedicadas a la bibliografía pertinente: Ecuador (48), Colombia (22), Bolivia (10), Perú (5) y Venezuela (2). Está claro que estos autores manejan libretos diferentes.

El capítulo boliviano es obra de Carmen B. Loza, caracterizado por la combinación de una explícita voluntad ‘rupturista’ y del uso de la medición estadística: en lo primero postula la existencia de varias historiografías (¿reflejo de “más de 30 pueblos indígenas”?) (p. 161); en lo segundo quiere cuantificar algunos rasgos de las historiografías ‘emergentes’ después de 1952 y de 2003 (pp. 225-228); pero en la práctica, queda encerrada en las tesinas de licenciatura aprobadas en carrera de Historia de la UMSA (La Paz), sin alcanzar ni a medir ni a evaluar su verdadero impacto en la Historiografía general boliviana; y cuando ‘mide’ la producción historiográfica desde 1900 hasta 2004, tampoco sabemos ni de su valor intrínseco ni de su impacto multiplicador. Con los gráficos de “elaboración propia” nos quedamos sin conocer los criterios empleados y las fuentes de información en que se apoyan. En resumen, lamento que Loza haya querido decir cosas ‘nuevas’ sin disponer de bases ‘antiguas’ sólidas.

Tampoco es la última sorpresa de este volumen que en una colección de trabajos que se distingue por la heterogeneidad en casi todo, haya sin embargo algunas coincidencias silenciosas. Señalaré dos de ellas: todos pasan en silencio la historiografía religiosa y literaria de cada uno de los países analizados. No es casual: la tesis implícita daría a entender que la obra se ha propuesto ocuparse de una imaginaria ‘historia general’, de la que –¡naturalmente!– quedan fuera aquellos ámbitos, pues lo general estaría compuesto de mucha política, dosis variantes de economía y sus ribetes de sociología y etnografía. También podemos verlo como un factor para percibir como ‘imaginario’ el retablo que se nos ofrece. De carácter instrumental es la imperdonable ausencia de un índice onomástico y, a poder ser, también uno de conceptos y de instituciones.

Lamento sinceramente que esta publicación presente tantos aspectos criticables, que sólo podemos referirnos a ella con decepción; aspectos y decepción que seguramente se entenderían mejor si conociéramos su ‘historia interna’ (con información, por ejemplo, sobre su presupuesto operativo).

El estilo convencional pediría que, para cerrar, el autor añadiera una frase parecida a ésta: ‘a pesar de estos defectos, hay que agradecer a los autores el esfuerzo, pues el libro prestará buenos servicios, etc.…’. Como no me gusta recurrir a las cortinas de humo, en este caso prefiero preguntar(me): ¿podrá servir de herramienta útil para que las nuevas generaciones de historiadores tengan una idea veraz de la obra realizada por quienes las han precedido?

Fuente: LA PATRIA
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