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Domingo 22 de enero de 2012

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Cultural El Duende

Crónica de noviembre 2 de 1979

Faltaba el Fidel

22 ene 2012

Fuente: LA PATRIA

(fragmento)

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–Ese día– cuenta el padre de Fidel Tincuna– nos fuimos a trabajar. La radio dijo que había huelga porque los militares se habían tomado el gobierno. Les dije a los chicos que se llevaran los burros a pastar en la loma.

Chuquiaguillo está a dos leguas de La Paz. El Orqojawira, Río de Oro, manso en invierno y tempestuoso en verano, cavó en milenios la hondonada.

Aquí vivimos de lavar arena –explica el padre de Fidel Tincuna y señala, desde la puerta de su choza, la playa del río, donde tres hombres palean arena al borde del agua. –Los burritos sirven para llevar las bolsas de arena a las construcciones.

De rato en rato, el viento traía a Chuquiaguillo distante ruido de armas. Ralos estampidos: fusiles. Ráfagas sorpresivas: ametralladoras. Vago fragor: dinamita. Cuando el viento amainaba, sobrevenía el silencio. La madre de Fidel, que asiste al diálogo secándose los ojos con el dorso de la pollera, recuerda que hacia el mediodía subió a la loma.

–Subí –dice– para llevarles su almuercito. Los burros estaban pastando; los niños jugando en el bosquecillo. Todo estaba en silencio. –Les dije que se vinieran temprano. Que no tengan miedo.

Fidel y sus hermanos se turnaban en la vigilancia de los burritos que merodeaban por la loma en pos de ilusorios pastos.

Al atardecer, se reinició el viento.

–Entonces rebuznó el Blanquito– recuerda el padre.

–Sí, entonces rebuznó– confirma la madre.

Fidel, que estaba en la loma, sintió el rebuzno y se puso de pie.

–Algo se me hizo en el pecho– dice la madre.

–Yo pensé que era un camión –dice el padre.

–Yo salí corriendo hacia la loma –dice la madre.

–Yo salí a ver qué pasaba y vi que mi mujer estaba trepando la cuesta. Se caía, se levantaba y volvía a trepar –dice el padre.

Yo estaba corriendo cuando escuché los disparos –dice la madre.

–Juntos llegamos a la loma –dice el padre.

En la loma, el tanque regresaba, en un decreciente estrépito, sobre sus mismas huellas. Podía verse, al trasluz del raquítico batallón de eucaliptos, el sangriento disco del sol. Faltaba el Fidel.

El padre ha levantado una chompa vieja, a cuadros, y dice: –Con esta chompa estaba el Fidel.

La madre recuerda, entre gemidos, cómo encontró a su hijo: –¡Fidel! Corría como loca. ¡Fidel! De un lado al otro de la loma. Al fondo de una zanja, tirado sobre las piedras, ahí estaba el Fidel, muerto.

El viento le desplegaba el pelo como una vaga y funeral humareda…

–¡Fidel!

El periodista toma sus últimas notas. El padre muestra en la chompa de Fidel el agujero por donde entró la bala. Muestra su libreta de calificaciones. Muestra sus lápices de color. Muestra su camioncito de madera. Muestra la pistola de juguete que, seguramente, Fidel esgrimió cuando el tanque, sobre la loma, hizo girar su torrecilla y lo apuntó en silencio.

Jorge Suárez. La Paz, 1931.

Poeta, narrador y escritor.

Fuente: LA PATRIA
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