Desde la época en que Schopenhauer, Weininger, Moebius y otros detractores de la mujer pretendieron, con sofismas y dudosos principios científicos, comprobar la inferioridad mental de la mujer, han corrido ya muchísimos años en el transcurso de los cuales la elocuencia incontrovertible de los hechos y el estudio experimental más profundo de la Biología y la Psicología han demostrado que las funciones mentales no difieren en nada de un sexo a otro y que por consiguiente, la inteligencia no tiene sexo pudiendo manifestarse, tanto en el hombre como en la mujer, en todos sus grados, desde el más simple y elemental hasta el más extraordinario ó genial.
Los hechos han demostrado que la mujer, sin necesidad de incurrir en los ridículos arrestos del clásico “feminismo”, aprovechando solamente de las facilidades que para su cultura la han brindado los países civilizados, ha incursionado con verdadero éxito - a veces inalcanzable para los varones - en todos los órdenes de la actividad humana y, muy particularmente, en aquellos que se creía que estaban reservados solamente para la superior inteligencia del hombre. La medicina, la abogacía, la ingeniería y las demás profesiones liberales; así como el cultivo de la ciencia pura, la filosofía, la literatura y hasta la política se han convertido en actividades propias de la mujer, en las cuales está demostrando aptitudes mentales, tanto ó más superiores que las del varón.
Sin referirnos al sin número de mujeres que han dado lustre y gloria a la ciencia, al arte y a la literatura -al extremo de hacerse acreedoras a máximas recompensas morales y materiales como el famoso Premio Nobel- nos bastaría para probar nuestro acierto, con señalar el glorioso, casi sobrehumano nombre de Madame Curie, cuyo genial cerebro, sin embargo de ser parte integrante de un organismo de mujer, ha realizado la más portentosa conquista de la inteligencia, al arrancar a la naturaleza el maravilloso radio que ha servido de punto de partida para la más rotunda y trascendental revolución que ha podido producirse en el campo de las ciencias físico - químicas.
Y si del terreno esencialmente intelectual pasamos al de las actividades manuales, industriales, administrativas, etc., veremos también que en él, la mujer de todos los países del mundo, se desenvuelve exitosamente y en muchos casos con ventaja al hombre por su fina sensibilidad y su espíritu de sacrificio. La industria bélica en los Estados Unidos, Inglaterra y los demás países, ha utilizado el trabajo, la inteligencia y la habilidad de millones de mujeres con tanto éxito, que no es exagerado afirmar que la victoria de las democracias se debe, más que a la fuerza y temeridad de los varones en los campos de batalla, a la inteligencia, a la habilidad y al sacrificio trabajo de las mujeres que vistieron, armaron, alimentaron y alentaron a los combatientes. Y más aun; la guerra nos ha demostrado que la mujer puede emular con el varón en valor, inteligencia y temeridad en los campos de batalla; pues no otra conclusión se puede deducir del comportamiento de millares de mujeres rusas que enfrentaron a las hordas nazis en los ensangrentados campos que quedan entre Stalingrado y Berlín.
La inferioridad mental de la mujer con respecto al varón, en los tiempos que corren, no es más que un mito, un absurdo, un prejuicio al que nadie da importancia alguna.
En nuestro país en el que inmensas masas humanas viven al margen de la cultura y de la civilización, sumidas en la más degradante ignorancia; la mujer ha sido también mantenida en esa lamentable condición. Pocas oportunidades se la han dado para que pudiera demostrar su capacidad para las altas virtudes del corazón y del cerebro. Sin embargo, cabe anotar que la mujer boliviana ha dado la máxima nota de su heroísmo, de su abnegación y de su amor a la libertad, en la memorable acción de la “Coronilla de San Sebastián” que ilumina con resplandores inigualables de gloria, la Historia no sólo de Bolivia, sino de la América toda.
Las descendientes de esas sublimes mujeres que realizaron lo que los varones no pudieron realizar en holocausto a la libertad de esta tierra, hoy con espíritu animoso y despierta inteligencia, vienen actuando en todas las actividades del músculo y del cerebro de nuestro cotidiano vivir colectivo. Millares de mujeres trabajan con eficiencia en la industria, en el comercio y en la administración de nuestro país. Tenemos también no pocas mujeres profesionales que ejercen sus funciones técnicas con verdadero brillo; y una pléyade de mujeres intelectuales que están dando lustre inusitado a nuestras letras.
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